20| GARRETT

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Escucho esa voz inconfundible que se ha propuesto atormentarme sin siquiera darse cuenta

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Escucho esa voz inconfundible que se ha propuesto atormentarme sin siquiera darse cuenta. Esta semana ha sido tan pesada. A pesar de que debería estar agradecido de que mi madre se encuentre bien, en lo que cabe. Ha estado alimentando a Sebastian y me atormento cada mañana al verla con una gran sonrisa en su rostro porque sé que pronto no será así. Me estoy planteando hacer la cosa otra vez, proponerle una clínica de desintoxicación. Aunque sé que lo va a rechazar como todas las otras veces en las que se lo planteé.

Veo por el rabillo del ojo como dos pares de pie se ponen frente a mí. Y me desconcierta que uno de ellos sean los de un niño.

Salgo debajo del coche que estaba reparando y vislumbro a Leah junto a mi hermano. Limpio mis manos con un paño y me detengo a verlos.

—¿Qué hacen aquí? —pregunto.

Leah sonríe al verme y Sebastian se acerca para darme un abrazo que correspondo. Lleva su pequeña mochila azul en sus hombros y un dulce en sus manos que lleva a su boca en cuanto me suelta.

—Me encontré a tu madre y me dejó a cargo de Sebastian —dice con una sonrisa en su rostro.

Asiento.

—¿Lo vas a llevar a tu casa? —inquiero.

—Sí. —Ella echa su cabello hacia atrás—. Te he estado mandado mensaje y no me respondes.

Me encojo de hombros. No puedo negar que he ignorado sin discreción alguna los mensajes de Leah, en especial porque no he estado de humor para seguir sus jueguitos, así que no los respondí.

—No he tenido tiempo —miento.

—¿Pasa algo malo? —Frunce el ceño—. Responder un mensaje no lleva mucho tiempo.

—Eso me pregunto yo, si pasa algo malo —respondo.

—Estás cabreado conmigo —declara.

—Estoy enojado con algunas circunstancias que no pienso discutir frente a tres pares de ojos que ansían saber —digo mirando a Leo, Michael y Bellamy que no se pierden ni un segundo de nuestra conversación, parecen tres chismosas.

Leah hace un gesto con sus labios. Parece desconcertada, tal vez se ha creído que me tragué el cuento barato que ha armado a última hora sobre el chupetón.

¡Diablos! Que no me gustan esas mierdas, yo nunca le dejaría una marca.

—Supongo que te veo en mi casa cuando vayas por tu hermano —dice con cautela y se asoma para besar mis labios. La tomo del brazo arqueando una ceja y la alejo de mí.

Ella asiente y se lleva a Sebas.

—Hay algo ardiendo ahí —se burla Leo pasando a mi lado—. Espero que ese fuego sea acto para menores —se ríe.

—¡Eres un cerdo! —digo volviendo al coche que antes atendía.

—El único fuego que hay ahí es el enojo de Garrett, Leo, no seas idiota —interviene Michael.

Seis Razones Para Cada Problema [Libro I] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora