Capítulo 4. La primera noche
*crepitar*
Elisa abrió los ojos cuando escuchó el fuego de una hoguera.
'Esto... ¿Dónde estoy?'
A través de la oscuridad del lugar, la luz de una hoguera iluminó el techo.
Elisa se sorprendió al ver el techo.
No era el antiguo techo del castillo del Duque que siempre miraba, sino un viejo techo de madera lleno de telarañas.
Elisa, que estaba asombrada, se sorprendió aún más al ver lo que tenía frente a ella.
'¿Qué... qué es?'
El cuerpo desnudo de un hombre la abrazaba fuertemente.
Sorprendida, Elisa trató de escapar de los brazos del hombre, pero de pronto una voz suave se escuchó por encima de su cabeza.
— Supongo que has vuelto a tus sentidos ahora.
Cuando miró hacia arriba con sus asombrados ojos redondos, vio el rostro de Richard mirándola.
Sus ojos, mirándola, estaban llenos de preocupación.
— ¿Cómo te sientes?
Elisa, que parpadeó sin comprender, recordó la situación antes de perder el conocimiento.
'Me caí de un acantilado y recuerdo que alguien me abrazó...'
Después de eso, no pudo recordar. Oh, estaba sorprendida e inconsciente, y parecía que Richard le había dado ese abrazo.
Elisa sólo entonces se dio cuenta de por qué Richard y ella estaban desnudos.
— Parece que caímos al río debajo del acantilado.
Elisa respondió, tratando de no ver el pecho de Richard, fijando su mirada en su rostro.
— Vaya, eso es correcto.
Pero lo sentía incluso si no miraba. Cosas como su respiración y su temperatura corporal, las puede sentir debido a la proximidad.
Además de eso, se sentía aún más extraño ver sus ojos parpadeando ante la tenue luz. Elisa miró hacia abajo de nuevo para fijar su vista en el cuello.
Sin embargo, su cuello fuerte pero suave, su pecho firme y la clavícula que se extendía directamente debajo mostraban una sensualidad cada vez más explícita.
Cada vez que su aliento tocaba su frente, las células de todo su cuerpo se tensaban.
'Dios mío...'
Elisa, que divagaba sin saber dónde poner la mirada, amplío su distancia.
Al notar lo que hacía Elisa, Richard volvió a aprisionar a Elisa en sus brazos y dijo.
— No me gusta, pero hoy dormiremos así. Sigues helada, te enfermarás.
Elisa lo escuchó y notó lo difícil que había sido para él salvarla.
¿Quién fue el que estuvo a su lado y compartió su calidez a lo largo de toda la inconsciencia?
— No lo odio. Está bien.
Ante la respuesta de Elisa, una rara vergüenza se mostró en el rostro de Richard.
Elisa, se preguntó por la reacción, sólo entonces se dio cuenta de que su respuesta era extraña.