11. A donde se dirige la loca lealtad.
Elisa lo miró increíblemente inexpresiva.
Como para infundir confianza en el desconcierto de Elisa, Richard repitió sus palabras.
— Te amo.
La verdad que no podía decirle porque tenía miedo de que le rechazaran. Entonces...
La palabra que estaba ansiosa por escuchar. Pero de la que todavía tenía miedo. Elisa dijo las preocupaciones que ella había guardado en su corazón todo el tiempo.
— Yo... si es porque tenemos un hijo, si es porque cometer este error te hace sentir responsable. Si es ese el motivo, entonces no me gusta.
Esta era la primera vez que honestamente sacaba las preocupaciones de su corazón.
Al entender que el "error" del que Elisa hablaba era el niño que tenía en su vientre, Richard arrugó la frente.
— Ha sido repentino, pero nunca he pensado que sea un error.
— Porque he querido ser una 'pareja real' contigo y ver a nuestro bebé crecer en ti desde hace mucho tiempo.
Quizás, desde mucho antes que eso. Ella era la única luz que le permitió aguantar incluso en el campo de batalla a través de la vida y la muerte.
Richard añadió, acariciando el vientre, donde crecía el fruto de su amor por Elisa.
— Mi bebé no es un error, es mi deseo.
Cuando era niño, odiaba a su abuelo terriblemente y su único propósito era vengarse destruyendo todos los planes que tenía para él.
Para él, en ese momento, no había nada que detuviera su odio hacia Albert.
No era nada más que un vacío que no se llenaría con nada.
Sin embargo, en algún momento, el 'vacío' interminable comenzó a llenarse lentamente.
No con las emociones afiladas que lo apuñalaban, sino con emociones suaves y caricias como un algodón de azúcar que no se derrite.
Entonces, un día, se dio cuenta de que amaba a su propio hijo, que llegó sin previo aviso.
Fue en ese momento en que Richard se convenció. Que es capaz de poder borrar los sentimientos dolorosos que le han estado molestando toda la vida. Que solo quiere ser feliz junto a ella.
— Hiciste que ese deseo se hiciera realidad.
— Gracias, Elisa.
Sus palabras trajeron lágrimas a los ojos de Elisa mientras lo miraba con sorpresa.
En algún momento, debe haber deseado renunciar a vengarse de Albert, formar una familia y vivir feliz como todos los demás.
Pero no se dio cuenta hasta después de escucharlo.
Que su deseo para él era, de hecho, era el mismo, deseaba que pudiera tener un hijo que se le pareciera a su lado y formar una familia feliz.
Que este sentimiento hacia él era un sentimiento mucho más profundo y antiguo de lo que pensaba.
'Hemos estado deseando lo mismo todo el tiempo.'
El milagro fue desgarradoramente agradable, y ella contuvo las lágrimas y dijo.
— Mi deseo es el mismo que el tuyo.
El toque de Richard, que acariciaba las mejillas y los ojos de Elisa, se detuvo cuando le secó las lágrimas.