26. Jamás

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ANGELIE

Desperté antes de que el sol saliera, Annoris ya no estaba junto a mi. Tomé una ducha de agua fría, mi cabeza iba a mil por horas. Me cambié a un conjunto deportivo de color rojo, y me puse botas militares, ese día sujeté mi cabello en una cola baja, estuve en el desayunador esperando por Hatris, hasta que bajó cambiado a primera hora de la mañana.

—Voy contigo —anuncié.

No se negó, en el edificio parecía un día normal. La gente seguía su curso, y su rumbo; a veces el ambiente de trabajo era hasta ameno. Verónica me sacaba plática siempre que podía, probamos artefactos de alta tecnología nuevos, creados por ella. Era una mujer inteligente, tenía menos de treinta, no tenía hijos, y estaba soltera. Me comentó que conocía a Hatris de toda la vida, que siempre ha sido un hombre ejemplar. Yo no podía odiar a Hatris, al final sus decisiones no fueron movidas por una mala intención de su corazón, pero seguía pensando que no eran las mejores. De habernos llevado a Isla Blanca desde el inicio las cosas hubiesen sido muy diferentes. No podemos temerle a un futuro que no conocemos, él seguía repitiendo que quiso alejarme de las armas, y yo seguía pensando que no había peor arma que yo misma.

Todo iba bien en el día, hasta que las alarmas de todo el edificio fueron encendidas, y luego todo el pelotón principal corría a la sala de reuniones. Fui hasta allí siguiendo la espalda de Verónica, ella tomó su lugar junto a las pantallas inteligentes, escuchando como mi padre pedía información con urgencia, me quedé a un lado para no estorbar.

—Un Runjeep se acerca a nuestras tierras, señor —Dio a conocer Verónica —. No nos pertenece.

Hatris se movió, preocupado.

—¿Puedes ver algo? —preguntó, y luego agregó rápidamente —. Manda a que se derribe, no podemos perder tiempo.

—Tiene el logo de los Lions —señalé la pantalla —, lo vi en las instalaciones de Kasher.

Mi padre dijo una maldición por lo bajo.

—¡Genial, ahora también debo preocuparme de esos malditos! —gruñó.

—No es una nave armada, Comandante. No planean atacarnos —Entró Fitcher, y se posicionó a mi lado, su cabello rubio blanquecino brillaba a causa de la luz azul —. De igual forma no podemos dejarlos acercar demasiado, o podrían obtener información de nuestro territorio.

Verónica tecleaba rápidamente sobre el mando de la gran pantalla.

—Ya di la orden de bombardear la nave, el soldado está despegando en la base privada.

Todos nos quedamos en un intenso silencio, viendo el ascenso de la nave a cargo de derribar el runjeep enemigo. Minutos después cayó prendido en fuego con éxito, en el mar que rodeaba a Isla Blanca. ¿Qué quería Kasher? Otro equipo revisó los restos de la nave.

—No habían personas a bordo, Comandante —informaron, se escuchó por bocinas de la sala —. Solo había una caja fuerte dentro de la nave, que sigue intacta.

—¡Tráiganla al edificio! —rugió Hatris.

Una hora después me había quedado en la sala junto a los demás, esperando a que los soldados llegaran. Entraron dos de ellos sosteniendo una pequeña caja fuerte.

—¿La entregaron en inteligencia a ver si no es peligrosa?

—Si, Comandante. No contiene nada de peligro.

Hatris forzó la cerradura, me puse a su lado cuando abrió la caja. Estaba llena de cenizas, con una pequeña carta sobre ella.

Seré considerado, ¿dónde quieres que heche tus cenizas?

Sangre  |  Círculo 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora