12. Mi señor

74 11 7
                                    

Angelie

Era la primera vez en años, que mi madre no podía llevarme a mi Centro Educativo; cuando me levantó diciendo que debía ir al hospital con urgencia, y no iba vestida como doctora, entendí que mentía, y que a Annoris Peterson se le daba realmente mal mentir. Así que desayuné sola, y por primera vez en mi vida, salí realmente temprano de casa para encaminarme a Esmeralda. Los nervios me estaban matando, hoy era mi debate para defender la ley parlamentaria número cinco de supervivencia, y por mas que había estudiado, sentía que iba a morir de un paro al corazón, a veces no podía controlar mi lengua.

La gente iba de un lado a otro en su andar normal, siempre corriendo y sin mirar mucho a los lados como si el mismo diablo los estuviese acechando. A los Gold, o a nosotros los mismos Silver, no nos asustaban tanto los Agentes, pero a la población Citizens sí, así que el hecho de que la ciudad se encontrara tan atestada de ellos, ocasiona que el aire estuviese lleno del miedo de esa población que era oprimida por todos los verdugos mas altos que ellos en esta cadena alimenticia. Por más perfecta que fuese la forma de gobernar del Círculo; el pobre seguía siendo oprimido y maltratado como los siglos de antes, se les cobraba muchos impuestos, y se les pagaba poco. Se les mantenía a raya, con oportunidades escasas, incapaces de escalar mucho en esta sociedad tan abnegada. Se les prometía siempre nuevas cosas, y se les engañaba deliberadamente, y no podían hacer nada. Más que soñar con que algún día iban a tener una vida mejor. Apenas, nosotros, a base de tener dinero, teníamos una vida mejor. Y ni tanto.

El Círculo no robaba, o al menos no de la forma en que los políticos hacían antes. Pero eran peores, mataban, y robaban sueños y vidas a diario, como si se tratara de meras ratas que podían utilizar a su antojo para practicar.
Lejos del centro de la ciudad, cuando salí del subterráneo camino a Esmeralda, el cielo ya no estaba tan oscuro. Aquí, aún cuando seguía nublado, había más luminosidad. Al parecer no muchos estudiantes utilizaban el subterráneo en la mañana, pocas personas se quedaron en dicha parada. Iba prácticamente sola, cuando salí de la seguridad de las instalaciones del tren, un sentimiento extraño se apoderó de mí. Comencé a sentirme seguida.

Esmeralda no estaba lejos del tren, pero eran casi tres esquinas, en la segunda me giré de sorpresa con una mano encendida, oyendo pasos detrás de mí, pero cuando me giré no había nadie. Guardé mi mano asustada de que alguien me haya visto haciendo lo que hice. No les iba a parecer bonito ver a una chica normal, con un mano encendida en electricidad.

Entonces no lo aguanté, el miedo me puso paranoica; debía ser sincera, sentía que Kasher o el mismo líder del Círculo iban a salir en mi búsqueda en cualquier momento. Y me eché a correr para eliminar los pasos que me separaban de Esmeralda.

Había visto los ojos perdidos del Líder Tahiel aquella noche en el bosque hace días. Me había mirado de pies a cabeza, pero estaba convencida que no iba a reconocerme mas allá de ahí. Había tenido los ojos inyectados en miedo, y no entendía por qué. Aún así su pose desgarbada no mostraba debilidad, Tahiel transmitía maldad pura. De esa silenciosa. Como un veneno que sabe dulce y es afrodisiaco para el paladar, pero te termina matando lentamente.

Choqué con el pecho de alguien y fue cuando detuve mis pasos de forma apresurada. El propietario se giró con rápidez tomándome por los hombros, y el azul eléctrico de Axeel me taladraron.

—Ar-Angelie —dijo extrañado, me observó de pies a cabeza con el entrecejo arrugado —. ¿Por qué corrías?

Podría decirse que había estado huyendo del mismo Axeel. No me cabía en la cabeza ni me acostumbraba a la idea de que fuese un Mostenire. Que fuésemos iguales. Tal vez por eso tanta familiaridad. Intenté dejar de lado el hecho de que no me lo hubiese dicho, y hacer las paces con el único amigo que tenía en siglos. Me cosquilleaba de una forma agradable donde se encontraban sus palmas sobre mis hombros, había algo que se me removía en el pecho cuando lo miraba. No sabía qué era lo que estaba sintiendo. Yo no era conocedora de muchos sentimientos que digamos.

Sangre  |  Círculo 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora