ANGELIE
La puerta se abrió de golpe al amanecer, no me asusté, sabía que Annoris no tardaría en aparecer y sacarme a rastras de la cama. Yo también había escuchado las trompetas de llamado hacía unos minutos atrás, debía de ser algo muy importante; solo pasaba cuando necesitaban que toda la población de la ciudad se presentara en la plaza central. Algún anuncio de urgencia, o en el mayor de los casos, alguna noticia que no podía esperar más.
—Levántate —ordenó Annoris, tomando esa actitud de paranoia siempre que se sentía en peligro. Sus facciones estaban endurecidas mientras buscaba dentro de mi closet alguna ropa decente para ese día. ¿Qué era tan importante? —. Date prisa, Angelie por amor a Dios, levántate —apuró con voz exaltada.
Fruncí mis cejas saliendo de la cama y calzando mis pies, el ambiente se sentía muy frío. Annoris dejó un vestido de encaje, mangas largas en mi cama, era ajustado y serio. La clase de vestimenta que ella me obligaba a llevar a esas cenas importantes a las que asistía del hospital. Me miró una última vez antes de que entrara al baño, y salió de mi habitación.
Me di una ducha en tiempo récord, no quería que las paranoias de Annoris se me pegaran, pero cada vez me sentía más nerviosa, y eso me preocupaba, ¿qué podría ella esconder que fuese tan malo? ¿Acaso estaba quebrantando leyes...? No lo podía creer de alguien como ella, siempre caminando por la línea de la perfección. Me coloqué el vestido negro, y me calcé los tacones que había dejado junto a la cama. Cepillé mi largo cabello, ese día estaba muy lacio, a veces tomaba la preocupación de rizarlo pero seguro que a mi madre no le gustaría esa opción.
Bajé al comedor escuchando el sonido de la cafetera subiendo, mientras la energía de lo que me rodeaba zumbaba en mis venas, tomé de todo mi autocontrol para mantenerlo a raya. El desayuno estaba acomodado perfectamente en la mesa, Annoris entró tiempo después con su taza de café lista. Estaba impecable y elegante, su cabello recogido en una trenza francesa bastante antigua. Me ordenó con un simple gesto de la mano que comenzara a desayunar, quería preguntarle que pasaba, pero temía no encontrarla en el mejor de sus ánimos.
Era sábado, apenas toqué el desayuno como siempre, algo de esto y algo de aquello, zigzagueando, solía comer más a medio día. Tomé el bolso que había dejado en el mueble dispuesta a salir de la casa tras mi madre, cuando ella se giró y me miró horrorizada.
—¡Tus lentillas Angelie! —habló en voz alta claramente enojada, sabía cuán importante era ocultar el verdadero color de mis ojos, lamenté mi error al instante. Casi nunca lo olvidaba —. ¿Cómo siquiera haz podido olvidarlo?
—Lo siento —musité en voz baja, buscando apaciguar las aguas, corrí a por los repuestos de la mesa de la cocina y me los coloqué, parpadeando repetidas veces en el acto. Las odiaba.
Me miró sin expresión en su rostro, y salimos de casa hasta entrar en el auto. Lo puso en marcha al instante, podía ver la tensión que irradiaba, sus brazos apretaban con más fuerza de la usual el volante, y parecía gruñir muy por lo bajo a cada instante. La gente caminaba apresurada por las veredas queriendo llegar cuanto antes a la plaza. El cielo apenas se asomaba por entre las nubes, era muy temprano. Noviembre entraba a grandes pasos, se sentía la brisa más helada y las últimas hojas habían terminado de caer de la copa de los árboles, un manto de color amarillento y anaranjado se había apoderado del suelo.
Annoris encontró una aparcamiento libre cerca de la plaza, había mucho alboroto y habían muchos autos de último modelo ocupando casi todo el estacionamiento. Habían pequeñas cosas que te hacían agradecer ser una Silver, pero había otras que simplemente te hacían querer morir, por más buenas que fuesen la ventajas no me gustaban, no podía ni pensar como podía vivir un Citizens, y pender de un hilo que sería cortado al menor movimiento.
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Sangre | Círculo 1
Ficção Científica[Saga: El Círculo: Libro I ] El nuevo mundo no es ni las cenizas de lo que una vez fue, el egoísmo y las ansias de poder de los seres humanos hicieron que este se sumiera en una guerra tormentosa que lo único que trajo consigo fue muerte. Un mu...