13. Salvador

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ANGELIE

¿Alguna vez se han sentido asustados por morir? Yo lo sentía en ese momento. Saber que podría dejar de existir para siempre y no ser más que nada. Poca gente iba a recordarme, no era famosa, ni una leyenda, no me destacaba en ninguna cosa. Era simplemente una absorbedora de oxígeno en el planeta. En parte me dolía saber, que no sería más que olvido, como si nunca hubiese pisado la tierra.

Se supone que nacemos sabiendo que vamos a morir, pero en ese momento me daba cuenta que en realidad nadie está preparado para ello. Que no quería irme, no de una forma tan consciente. Pero la advertencia ya estaba grabada a fuego, y no me quedaba más opción que mentalizarme para ello.

El aire era gélido esa mañana en Esmeralda, los labios me tiritaban de vez en cuando, y más porque me encontraba al aire libre. Estábamos en un torneo de pelota, una clase meramente extracurricular que muchos utilizaban para divertirse, había decidido saltarme mi clase de ética con la señora Pepín, para venir a ver a Axeel como cátcher, que parecía ser una mejor opción.

Yo era una adolescente muy ordinaria, los únicos libros que leía eran los de estudio: historia, política, filosofía, etc. No apreciaba ni practicaba ningún arte, ningún deporte, la poca música clásica que había escuchado en mi vida era gracias a Annoris. No tenía ninguna afición, había sido desde pequeña alguien solitario, que estudiaba y llega a casa a comer para dormir, y hacer lo mismo. Annoris es lo único con vida que recuerdo. Se tomaba la molestia de peinar mi largo cabello todo los días, en la noche cantaba una nana hasta que caía rendida, y en la tarde juzgaba a la cosquillas o al escondite conmigo. Sin amigos, sin más familiares, solo ella y yo.

Axeel me sonrió a lo lejos moviendo su mano derecha para llamar mi atención; en ese momento me di cuenta que todos se desplazaban, que el juego había terminado. Axeel mientras se acercaba, le observaba la frente perlada en sudor y como su manto de cabello negro se le pegaba a esta y a la nuca.

Ese día sus ojos tenían un azul eléctrico mucho más intenso. Axeel era la segunda persona que entraba en mi vida que me entendía, se había vuelto mi lugar seguro. Y lo había tomado como ancla, el miedo no me dejaba en ningún momento, ni aún cuando habían pasado tres días desde mi encuentro con el líder del Círculo. Cada vez estaba más paranoica, más asustada, todo el tiempo me sentía seguida y vigilada. Aún cuando dormía sentía que alguien podría estar allí, el mínimo ruido, movimiento a mi lado me ponía alerta. La presencia de Axeel era lo único que calmaba la ansiedad que reinaba sobre mí en ese momento.

—Iré a las duchas y luego nos vamos, ¿si? —informó al llegar, me sonreía de esa forma bonita que me contraía el estómago.

Simplemente asentí y trotó fuera de la cancha. Esperé un tiempo antes de dirigirme a la salida y esperarlo en la puerta de salida. Cuando salió tenía otra ropa, un pantalón negro algo rasgado en las rodillas y el poloche del mismo color que le quedaba holgado. Su cadena de oro que lo hacía un gold relucía en su cuello pálido, él era más alto que yo pero no por mucho. Caminos juntos hasta su auto, y de allí nos dirigimos hasta el muelle en la zona oeste de Ciudad Espejo, habíamos ido antes y Axeel amaba ir allí cada que tenía la oportunidad. Era literalmente el único momento de paz genuino que tenía. Lejos de la ciudad, el ruido y demás.

El muelle tenía un lago precioso. Nos sentábamos a observarlo, muchas veces solo en silencio. Al llegar, nos sentamos uno al lado del otro, sobre la madera que nos separaba del agua, esta se movía de una forma serena. Era cristalina y azulada, se veían algunos peces de colores, corretear por ella. El aire seguía siendo gélido, pero creo que todos en Espejo estábamos acostumbrados al ambiente sombrío que nos envolvía.

Sangre  |  Círculo 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora