38. Reina

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Aravis 

—¿Le pasa algo? —preguntó Eleanols —. Se encuentra más silenciosa de lo normal.

Levanté la mirada de mis tacones, posando mis orbes rubí en su cuadriculado rostro, todo en el comandante parecía brillar, el sol le hacía parecer más rubio de la cuenta.

—No.

Asintió, no parecía convenido, pero seguro que no quería pasar la línea profesional que me hacía a mí una gobernadora y a él alguien inferior a mí. Tragó saliva, como si quisiera dejar brotar las preguntas que lo atormentaban, y yo rezaba en mi interior que no lo hiciera, por qué sí, me pasaba algo, bueno, me pasaban muchas cosas; ni siquiera sabía por donde iniciar.

Tahiel me había desestabilizado la vida desde el momento en que creyó que jugar al matrimonio era un escenario divertido. Estaba muerta de miedo, un terror tan grande que el aire me pasaba de manera pesada entre los pulmones y lo soltaba como si fuese kilos de metal. Pero lo que más me daba miedo, era yo misma, la emoción latente debajo de mi piel, el deseo avasallador que me recorría siempre que pensaba en el gran líder. ¿Cómo dejar de sentir algo cuando ni siquiera sabía que era lo que sentía?

—Bueno —carraspeó, medio incomodo —, estoy aquí para lo que necesite. Cualquier cosa.

No sé en qué momento me había vuelto tan cercana a Eleanols, no es como si compartiéramos mucho, y tampoco era como sí confiera en él, ni siquiera sabía si podía hacerlo. Pero era la única persona que no me generaba ansiedad en ese lugar, que no me hacía sentir en arena movediza. Tres días desde que un acta de matrimonio había estado delante de mí, tres días que corría de Tahiel y e iba a todos lados en compañía del comandante.

—Gracias, lo sé —asentí, retiré el cabello de mi rostro dejando de mirarle, y posando mis ojos en Tammy, al menos algo positivo había salido de todo eeso. La niña se movía más libre, y su padre adoptivo, le había permitido entrenar su habilidad, por esa razón me encontraba sentada en la banca frente a la caja de mental donde ella y Arnold se encontraban —. ¿Te puedo hacer una pregunta?

Volví mis ojos a su persona, quien se encontraba en una postura firme, producto de todo el entrenamiento que había recibido en su vida.

—Usted manda.

—Es subjetivo, ¿harías lo que se supone que está bien o harías lo que se necesita para ser feliz?

Eleanols posó sus dos brazos trans su espalda, y me observó fijamente, no sé si sopesando que respuesta darme, o si buscaba de alguna forma encontrar el trasfondo de mi pregunta en algún lugar de mi cara.

—La felicidad no existe, majestad, no la absoluta; pero si existe la satisfacción de saber que viviste, no que sobreviviste. Haría lo que sea para vivir, y para saber que al final hice todo lo que tenía que hacer. Haría lo que sea para encontrar una razón para seguir soñando, y no quedarme dormido en este mundo que se muere de a poco.

Y lo supe, yo no estaba viviendo, estaba sobreviviendo.

No pude evitar quedar atrapada en sus palabras, y para cuando volví a estar presente en la realidad Tammy ya se encontraba saliendo de la caja de cristal seguida de Arnold. Se veía tan recuperada, el cabello rubio le caía trans la espalda, y llevaba un traje a su medida, de combate. Incluso el mismo Eleanols la veía con cierta adoración, dentro de poco, ella estaría cumpliendo sus quince años.

—Comandante —saludó la niña, haciéndole una reverencia —. Siempre es un agrado verle, ¿Cuándo tendré el placer de tener una batalla de espadas con usted?

Eleanols rió.

—¿Ya te sientes lista para eso?

—No tenga dudas, Arnold dice que aprendo rápido.

Sangre  |  Círculo 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora