4. Mentiras

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Por esa razón Annoris siempre decía que era mejor pasar desapercibida, sin hablar mucho, ella me conocía. Me asusté, pero en el fondo sabía como actuar frente a un polímetro, y como salir airosa sin dejar pruebas. Tenía las de perder, y si algo me pasaba Annoris no me lo iba a perdonar nunca.

El detector de mentiras ocupó la mesa sin darme cuenta, sabía que servía para medir las reacciones fisiológicas de alguien y saber cuando mentía. Registraba la variación de la presión arterial, el ritmo cardiaco, y la respiración. Observé al agente ordenar el aparato para que funcionara correctamente; lo primero que me colocó fue el neumógrafo, una banda que rodeaba mi tórax y el abdomen. Después colocó en mi brazo el cardiógrafo, y por último el galvanómetro, que eran pequeños sensores en los dedos los cuales registraban los cambios de transpiración.

Me relajé en mi asiento cuando todo estuvo perfectamente colocado, necesitaba calmar a mi corazón pero era imposible, estaba enloquecido.

—¿Cómo se llama?

La prueba había iniciado. Con una pregunta normal, podía funcionar a mi favor si podía controlarme antes de que se diera cuenta que yo sí estuve allí. Y que aún cuando no soy parte de Lions, maté como ellos.

—Angelie Peterson —contesté.

—¿Edad? —preguntó.

—17 años —Me encogí de hombros, todo parecía tan fácil.

El agente asintió.

—Así que estudia. ¿Dónde?

—Instituto Esmeralda —respondí orgullosa. Cosa que lo descolocó. No esperaba que la chica frente a él fuese de un nivel tan alto , no todo el mundo podía entrar a Esmeralda.

—Interesante —murmuró —. Sus heridas, ¿fueron causadas por usted?

Preguntas relevantes.

—No —negué con mi cabeza, relajándose el doble.

—Entonces fue alguien más. ¿Sabe quien podría ser? —Sus ojos me escrutaban en cada pregunta mientras miraba a la máquina en el mismo proceso. Era un maldito viejo inteligente, pero no más que yo.

—¿Cómo cree usted que podría conocer a quien intentó robarme? —inquirí con tranquilidad. Hasta le sonreí.

—¿Fue después del toque de queda?

—Le había dicho que no, fue luego de la cena —mentí, más la máquina no lo registró.

—¿Sabe usted lo que pasó en la región sur? —preguntó con firmeza —. ¿Sabe? ¿Participó? ¿Vio algo?

Mi respiración quedó atascada en mi garganta. Usé de la energía que me rodeaba y la dejé expulsar de mis dedos apagando las cámaras de seguridad que me observaban, porque sabía que había vuelto a joder todo.

—¿Sabe qué? No entiendo la razón de esto. ¡Yo no sé nada! —grité, pero no logré acallar la aclaración de la máquina dejando muy en claro que estaba mintiendo.De manera acelerada quité todos los instrumento pegados a mi, no le di tiempo al agente a reaccionar, con brusquedad me alejé del polímetro, no aguantaba la presión. Los traumas que revivía mi cuerpo como si hubiesen vivido lo mismo antes.

Salí corriendo mientras el agente gritaba detrás de mí. No quería matarle, no quería más sangre en mi mano. Corrí tanto como mis pies lo permitieron, hasta que estuve lejos del hospital, tan lejos que ya no veía su estructura detrás de mí. Justo en ese momento solo algo salió bien: nadie me perseguía. Por el momento no estaba en problemas.

Por el momento.

Cuando llegué a casa Annoris dormía, como siempre no sabía a qué hora había regresado. Me duché como un día normal, y agradecí por las mangas largas del uniforme, no quería responder un intenso cuestionario de mi madre, ella podría ser peor que cualquier agente. Sabía muy poco de ella la verdad, solo sé que me adoptó cuando tenía diez años, una niña sin nombre ni familia. Ella había perdido a su esposo, adoptar llenó el vacío de su duelo, no la culpaba.

Sangre  |  Círculo 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora