16. Demonios

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ERONNIS

—¿Cuántos años tenía?

Eleanols se giró al escuchar mi pregunta y me observó con detenimiento; era alto, y tenía un cuerpo ejercitado, una melena rubia que le caía lisa hasta el cuello. Portaba un rostro cuadrado que lo hacía ver peligroso y atractivo.

—¿Quién, mi señora? —preguntó, sin entender seguro mi inoportuna pregunta.

Iba con las manos unidas tras su espalda, el uniforme blanco de Protector se le ceñía al cuerpo; tenía una banda esmeralda en el pecho llena de insignias. Eleanols no era cualquier agente. Era el comandante mundial de los Protectores, y el encargado de nuestra seguridad.

—Tu hermanita —respondí con neutralidad, mientras me mecía con paciencia en el columpio del jardín —, la que asesinamos juntos.

Le miré intrigada, mi dato no le movió ni una sola facción del rostro, de hecho, podía escuchar su corazón y seguía bombeando normal; pero este día en especial sus pensamientos estaban inquietos, a pesar de la distancia entre nuestros cuerpos me llegaban sus susurros amortiguados dentro de él. Eleanols se odiaba, a pesar de ser un Protector y estar sometido a drogas que lo volvían insensible a la hora de matar, él seguía culpándose por la muerte de su hermana.

Mató a todos los hombres de su aldea porque intentaron violarla; el pueblo pedía justicia por las vidas inocentes. Yo misma le ayudé a matar a toda su familia, era el único precio alto que él podía pagar. Apenas tenía quince años, fue cuando me convertí en asesina. Eleanols no lloró en ningún momento, ni cuando llegamos, ni cuando nos fuimos. Mucho menos cuando Ayesha pidió que fuera de los primeros entrenados en Combat. Si, con trece años nadie le ganaba en estrategias de guerra. Supongo que ver la fuerza con la que se mostró delante de nosotros le hizo entender que aquel puesto era para él.

—Tenía once años, señora —respondió.

Asentí. Estamos rodeados de otros Protectores, yo me había cansado de estar en los aposentos; al salir me lo encontré aquí. Eleanols era eficiente, trabajaba sin errores, tenía como tres años con nosotros. Realmente me llevé una sorpresa esa vez que le vi, cuando salió de Combat I luego de cuatro años. Ya no era el niño flaco que se había cargado a toda su familia. Había algo que no se podía ocultar, Eleanols nos odiaba.

Pero eso, al contrario de molestarme, me gustaba. Saber que no íbamos por la vida improvisando evitaría cualquier traición de su parte; y porque mentir, su odio hacía mi persona me alimentaba. Me hacía sentir bien.

Me levanté y caminé hasta posarme a su lado y tocar su hombro con mi mano derecha, allí dejé un leve apretón que pretendía ser reconfortante.

—No le llores más, la enviamos a un mejor lugar y es lo que importa —dije, y sus ojos atraparon mis iris —; las almas bondadosas no merecen sufrir calamidades en este devastador mundo.

Eleanols asintió y se alejó de mi lado como si mi contacto le quemara; le sonreí con falsedad.

—Vamos, señora. Debemos ir por el señor Paltrow.

Le seguí fuera del jardín lateral del Palacio Resplandeciente. Era grande, y la construcción a pesar de permanecer medieval, había sido acompañada con la tecnología del momento. Obviamente no se compara al de Ciudad de la Supremacía. Aquí, a pesar de ser cómodo no me satisfacía, Hittla eran las tierras que me había dado el poder, pero no necesitaba estar aquí en lo absoluto. Ni porque fueran mis raíces.

Eleanols abrió una de las camionetas para mi, la entrada estaba llena de ellas, eran como 5 en total. Al sentarme dentro del auto, me encontré con los gemelos delante de mí. No los había visto en todo el día, en especial a Tahiel, quien ni siquiera se dignó a mirarme. No era como si me importara el silencio, pero lo sentía hasta ridículo. A veces me gustaba hablar, y mucho. Las camionetas se pusieron en marcha, y mientras tomaban el rumbo de ir a la pista privada, intenté sostener una conversación con Tahini, esperando que no se pusiera a llorar.

Sangre  |  Círculo 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora