29. Juego

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Angelie

Arnold Paltrow llevaba entre sus brazos a la pequeña Avi, podría decirse que la niña lo veía como la figura paterna que nunca tuvo, el científico muchas veces intentaba controlar esos impulsos que lo hacían ver débil delante de la futura gobernadora, pero le era inevitable, más cuando iba así de débil y llorosa. Sabía, que de alguien verle iban a recriminarle, los vigilantes de primera línea de la CIA, ansiaban que no hubiese errores en los gobernadores. Solo que los Paltrow no hacían nada bien, Arnold consolaba a Avi cuando nadie los veía, y Annoris transmitía tanto amor hacía Tahini que la gobernadora uno del linaje aún no conocía de la maldad.

Arnold estaba con Avi desde que tenía tres meses de vida, y por si fuera poco era hija de la mujer que consideraba el amor de su vida, sin importar que esta mujer eligió a su mejor amigo sobre todas las cosas; él mismo le aplaudía la decisión, Hatris era mil veces mejor hombre que él. Nadie merecía atarse a un ser egoísta.

Dejó la niña sobre su cama, llevaba el largo cabello trenzado en su lado izquierdo; cuando ella estaba nerviosa Arnold solía decirle que dicho peinado la hacía lucir como una princesa, y lograba que Aravis sonriera tímidamente y se relajara.

Aravis observó a Arnold impasible, él acomodaba la sábana sobre su cuerpo mientras en su mente ella se cuestionaba el porqué de su manera de actuar; por qué cambiaba él de parecer tan rápido siempre que estaban juntos, un día le decía que era una princesa, y al otro la acusaba de ser un monstruo, de ser una asesina.

—Arnold, ¿eres bipolar? —preguntó en ese gesto tan inocente, con esa cara tan angelical que poseía.

El científico la miró enarcando una de sus cejas.

—¿Y a qué viene esa pregunta, Aravis? —inquirió, realmente curioso de esa conclusión de su parte.

—Dijiste que responder una pregunta con otra pregunta es de mala educación. No seas maleducado —se mofó la niña —. La maestra de comportamiento humano decía hoy que las personas bipolares tienen altibajos en su estado de ánimo, que pueden estar muy feliz o irritados, o muy malhumorados, y que esos estados cambian muy rápido; como tú.

Arnold se alejó, y se giró con una mueca divertida en sus labios, pero cuando volvió a girarse para observar a la niña su rostro estaba serio e imperturbable.

—No, no soy bipolar Aravis. Trato de educarte para tu futuro, hacerte fuerte y poderosa; evitar que caigas en alguna estupidez. Enseñarte lo cruel que puede ser la vida y que no puedes fiarte de palabras bonitas —respondió, y bajó la voz, aun así ella lo escuchó —. Ellos quieren un monstruo y es lo que estoy creando.



Era su cumpleaños número cuatro. La sonrisa que tenía iluminaba todo el lugar, era la primera vez que sonreía así, cuatro años de sufrimiento sonaba como poco, pero no para quien es lo único que conoce. El vestido negro floreado combinaba con la corona de flores moradas que sujetaba su cabello, era una niña hermosa y de cara perfilada. Eronnis le había obsequiado la corona de flores que llevaba, era el color favorito de la vidente.

Arnold le había prometido que podría salir, y cumplió a pesar de que ella dudó de su promesa.

—Hemos preparado una sorpresa para ti, Avi —comentó jovial, la niña lo miró extrañada —. Se que te encantará.

Habían adornado uno de los jardines con globos y una mesa en el centro tenía un gran pastel. Ella era la tercera gobernadora en mando, por eso las coronas de la mesa tenían ese número. Sus compañeros estaban ahí, sentados, esperándola. Al llegar al lado de sus compañeros, Arnold la ayudó a sentarse en la silla libre. La sonrisa no abandonó su rostro, incluso creció cuando su primo Jeudras se acercó para abrazarla.

Sangre  |  Círculo 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora