44 - Capítulo Final

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Narrado por Terry

- Por Dios este viaje fue eterno - dice la Pecosa, mientras subimos al auto que los Ardlay enviaron a la estación. Sorprendentemente solo vino el chofer, yo me imaginaba a toda una delegación de bienvenida, pero por suerte, todos deben estar muy ocupados cumpliendo las mil exigencias del Elegante para el día de su boda.

Por suerte llegamos a Chicago justo a tiempo, tuve que escuchar a Candy pidiéndole a Dios, varias veces, que el tren no sufriera atrasos, hasta me obligó a rezar con ella, lo que hace uno por amor.

- Traté de hacértelo lo más placentero posible - le digo apretándole la pierna, aunque tuvimos sexo todos los días, le bajamos a la intensidad, según Candy, si seguíamos con el mismo ritmo, el parto podría adelantarse.

Así que contener mis anhelos ha sido realmente tormentoso y es que la Pecosa embarazada está más deseable que nunca, sus pechos están enormes y anda desinhibida y semidesnuda todo el día, según ella le estorba la ropa y le da mucho calor, así que he tenido una constante erección por varios días, que me tiene con las pelotas azules.

- Gracias, sé que lo intestaste, pero es que estoy demasiado enorme y me resulta difícil dormir... Por Dios nunca pensé que diría esto... yo que siempre he dormido como una roca -

- Yo pensé que la roca era yo - ella sonríe mirándome a los ojos.

- ¿Lo recuerdas? -

- Claro, cómo podría olvidar cuando una Mona Pecosa me cayó desde el cielo-

- Me tropecé contigo, no caí del cielo - me responde con una sonrisa.

- Sí que lo hiciste, pensaba en ti y de repente estabas sobre mi cuerpo- le digo en tono teatral, ella se ríe melodiosamente y me deleito escuchándola, me encanta hacerla reír.

- Bueno caí del cielo entonces... - me responde mientras se recuesta en mi hombro - Ese día sentí tantas cosas-

- Yo también sentí muchas cosas, tanto que me impresionó que no notaras lo feliz que me pusiste -

- ¿Te excitaste? - me dice incorporándose y abriendo los ojos como platos.

- Era un adolescente con las hormonas disparadas y la chica con la que fantaseaba cae sobre mi cuerpo, era imposible que no me excitara, aunque pensándolo bien, sigue siéndolo - le digo mientras tomo su mano y la pongo sobre mi endurecido miembro, hablar de sexo con ella siempre me pone listo para lo que quiera, la Pecosa sonríe mientras lo toma y lo comienza a frotar con manos expertas.

- Terry me encanta que siempre estés listo, eso me pone caliente - ella se acerca a mi oído - ¿y si jugamos un ratito? Nadie podrá vernos - me susurra.

- Ya sabes que estoy para servirte - le respondo más que de acuerdo con su intrépida idea.

- ¿Es un sí? - ni siquiera sé porqué pregunta, si ya se subió la falda hasta la cintura. El auto es bastante discreto, las cortinas están cerradas y el chófer tiene una división separada, así que es imposible que alguien nos vea.

Al notar su decisión, le bajo la ropa interior y me acomodo frente a ella, luego me acuclillo y ella se desliza al borde del asiento, pero cuando intento entrar, su vientre se interpone entre nosotros y logro introducir solo la punta.

- Házmelo Terry... - me exige ronroneando. Mi ego masculino no piensa rendirse y como no quiero moverla a una posición que le resulte incómoda, me posiciono de lado y en un movimiento casi gimnástico logro penetrarla hasta adentro, ella grita fuertemente y me detengo dudoso, no sé si fue un grito de dolor o de placer.

Tu armónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora