7 - Contigo

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Narrado por Terry

Abro los ojos, estoy en la cama de mi hotel, al fin amanece, no he podido dormir absolutamente nada, los nervios de volver a verla me están haciendo añicos, tanto física como emocionalmente.

Ayer fui a mostrarle el periódico de la tarde a Albert, las páginas aún estaban calientes, casi me meto a esa estúpida imprenta a exigir la primera impresión, por suerte el chico que contrató mi asistente resultó ser eficiente y montó guardia para entregarme lo más rápido posible la prueba que necesitaba para recuperar a Candy. Alquilé un auto y maneje como nunca hasta llegar a la mansión, se lo entregué a Albert con suficiencia, me había tomado cuatro horas tener una noticia publicada en un periódico de Chicago, de seguro ya para hoy será una noticia nacional. Él me miraba con total tranquilidad mientras yo esperaba ansioso que me autorizara ir a buscarla, es su "padre" y mi amigo, deseaba hacer las cosas bien por ella, de otra manera me hubiera metido a su habitación y la hubiera esperado en su cama, sí, así de desesperado me siento, ansío tanto su piel y sus besos que enloqueceré. Y aquí estoy de nuevo con "la bestia" dura, levantando la sábana como una tienda de acampar, tendré que descargarme y bañarme en agua fría para poder resistir nuestra cita, nuestra primera cita, parece ilógico que esté enamorado de ella hace tantos años y que nunca hayamos tenido una cita real. Pero hoy será diferente, hoy será el inicio de una nueva vida, una feliz junto a mi Pecosa.

Para mi sorpresa cuando esperaba que mi amigo me dijera "Ve por ella" y yo saldría como un demente a arrancarle a Candy a ese niño rico modelo T, Albert echó abajo todo mi plan y me hizo prometerle que la vería hasta hoy, que no podía exponerla a un escándalo en su cita, porque de seguro habrían reporteros tratando de tomar fotografías u obtener alguna declaración; pero lo inconcebible fue cuando me advirtió que si quería su aprobación para casarme rápidamente con Candy, debía dejar que saliera por última vez con el "doctorcillo", me explicó una gran novela dramática de como él había sobrevivido a la guerra, gracias a la esperanza de volver a ver a mi Pecosa, me puse como un cavernícola desquiciado, no quería que saliera con él, la quería para mí esa misma noche y que ningún otro hombre pudiera disfrutar de su belleza, su mirada y mucho menos que fantaseara con su cuerpo. Albert me prometió en "recompensa" que le pediría regresarla temprano y que podría entrar a su habitación y dejarle la nota de nuestra cita mientras ella estuviera en su "salida amistosa", no era mucho, pero al menos le robaría un par de horas a ese tipo obsesionado con mi Pecosa.

Así que llegue en la noche, le dejé la nota y la esperé parqueado a una cuadra de la mansión contando cada minuto para que esta tortura terminara, cuando regresó con el tipo ese, le dio un fuerte abrazo y lo quise asesinar, estaba por abrir la puerta para correr y golpear a ese imbécil, cuando vi a mi muy astuto amigo parado en la puerta esperándola. Sé que desde el principio fue una prueba de Albert, ahora no tengo duda, ayer al final de la conversación me dijo " Terry sabes lo importante que es Candy para mí, quiero que sea feliz y sé que contigo lo será, pero confío en que ya no eres un adolescente impulsivo y que así como Candy te ha esperado estos años, tú podrás esperarla un día" dicho esto lo acepté, ni siquiera era un día, eran solamente unas cuantas horas.

En ese momento la realidad me había caído como un cubo de agua fría, ella era una diosa, una bella y angelical criatura con cientos de pretendientes, y no le había importado sacrificarse, "entregadándome" a otra mujer, creyendo que hacía lo justo y a pesar de eso, se había mantenido fiel a nuestro amor por tres largos años aún sabiéndome hasta supuestamente comprometido con otra y ahora yo solo debía esperar unas horas para tenerla y aguantar unas salidas amistosas, ni siquiera era con su novio, mucho menos con su prometido, me sentí tan hipócrita y cruel porque seguía siendo increíblemente desigual para ella. Candy me esperó hasta que esa maldita le había enviado esa cruel carta y Albert la había convencido para aceptar salir con estos tipejos, o sino, según mi amigo, me hubiera esperado hasta el final, al principio me enojé con él por haberla tirado en brazos de esos hombres, pero recapacité nuevamente cayendo en mi propia hipocresía.

Tu armónicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora