Capítulo 15: La Dama del Patio Oriental.

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No dejo de reflexionar las palabras de su hermana mayor, no pretendía ser un hombre enamorado, si miraba objetivamente nunca había amado a ninguna de sus concubinas, no había siquiera una favorita entre ellas, esa la mayor razón por la que después de tantos años incluso olvido a su primera esposa, también había sido un matrimonio infantil para él, era solo pocos años mayor que ella, era solo un chiquillo que se creía hombre.

Se rencontró con Zhao Hua Xiang y en tan poco tiempo ya trataban de manipularlos a los dos. Aunque la Gran Princesa Consorte de DongPing tenía razones personales para ello no significaba que sus intereses fuesen tan diferentes que los de la familia Imperial, pertenecía a ella y si su persona caía también se vería afectada. Un hijo de su Honorable Consorte garantizaría mucho más para ellos que un príncipe de algunos de los clanes que se disputaban el poder día tras día. Suspiro, seguía pensando más allá del presente que simplemente no era tan ideal como quisiera.  La crítica empleada por la Emperatriz para ofenderlo en medio de una sonrisa fingida se aplicaba perfectamente y no podía discutirlo, era un cínico calculador.

Tenía que concentrarse en otras cosas, eran las fechas de la muerte del Príncipe Yun y como cada año los hijos del Emperador anterior rendían tributo al hermano muerto, solo que este año tenía planes extras, era hora que Zhao Hua Xiang fuera con su persona a rendir tributo, él era el actual Emperador y ella su Honorable Consorte, pero más que eso, una vez siendo niña fue la persona más cercana al propio Príncipe Yun.

- Su Majestad. – el llamado provenía del Eunuco Guang.

El anciano eunuco había sido el eunuco principal del fallecido Príncipe Yun, se había quedado junto a Zhao Hua Xiang todos estos años. Le presento una caja esmaltada que el eunuco había sujetado fuertemente. No hubo palabras, Shang Ren Jie solo levanto la tapa observo detenidamente los papeles doblados, tenía una esposa inteligente, aquellas eran copias de los documentos, lo suficiente como para apaciguar su temperamento y despertar su curiosidad.

El Eunuco Guang permanecía en el mismo lugar, con la mirada baja, pero esperando.

- ¿Algo más? – este se negó, pero parecía que deseaba hablar. – Habla.
- Mi Señora desea que el Emperador le confiera un matrimonio para una de sus concubinas – Sheng Ren Jie asintió, no era la primera vez que una de sus tantas concubinas era otorgada a sus súbditos, sobre todo aquellas que el mismo no conocía – Para que entre a casa del Duque de Nanjun como nuera.

- ¿Del Primer Ministro? – el emperador sonrió, astuto – se le conferirá el título de Princesa de Xi´an. – los presentes se inclinaron, el mandato era redactado inmediatamente por el escriba. – imagino que mi consorte estará agradecida al magnánimo.

El eunuco no respondió, solo permaneció arrodillado un poco más antes de continuar hablando.

- Este eunuco a cuidado a la consorte por muchos años ya, este sirviente se arrodilla y pide castigo.

Procedió a arrodillarse e inclinarse tocando el suelo con la cabeza en un exagerado arco.  Aquel anciano eunuco siempre fue melodramático, al parecer con los años su actitud solo había empeorado.

- ¿Por qué este Emperador debería castigarte?
- La Consorte Zhao siempre ha tratado de permanecer fuera del ojo público, no pude protegerle de las intrigas de la corte y ahora la Gran Princesa Consorte de DongPing en lugar de ayudarla la ha puesto más en peligro.

El eunuco Guang tenía razón en la última afirmación, si de la existencia de aquellos diarios y cartas la existencia de Zhao Hua Xiang estaría en peligro, a la hora de la verdad solo era una consorte del Emperador, una figura remplazable. Pero si el plan de la Gran Princesa Consorte de DongPing se cumplía el estatus y la posición de Zhao Hua Xiang se consolidaría como la madre del heredero. Shang Ren Jie entro en un dilema, aquellos papeles eran lo que tanto había anhelado para deshacerse de aquellos incompetentes que le rodeaban como buitres y lo creían tonto, mientras por el otro pondrían en peligro la existencia de una mujer a la que le debía mucho. Suspiro, su vida era realmente complicada, al parecer su corte imperial no estaba destinada a ser pacífica.





El aparente tranquilo harem en realidad era como la cueva de las serpientes, aquellas serpientes con bellos rostros solo sabían conspirar y darle problemas al Emperador.

Había una Emperatriz competente pero su estabilidad en el puesto se mantenía siempre cargando de un hilo por culpa de las maquinaciones de algunos clanes, había llegado nuevamente la época del año que aquellas muchas mujeres más temían, cuando la verdadera Ama del Harem comenzaba a limpiar, sí, las botaba como objetos sin valor que solo daban problemas a la dinastía y las cuales eran prácticamente inexistentes para el Emperador.

Cada año aquellas damas que nunca habían sido visitadas por aquel alto y frio marido si no eran inteligentes podían ser definitivamente alejadas de aquella ostentosa vida, solo muy pocas se marchaban voluntariamente, muchas preferían vivir como monjas o simplemente casarse con funcionarios de menor rango antes de morir en aquel frio y despiadado lugar.

Algunas de ellas se mantenían alejadas de toda desenfrenada vida por voluntad propia, habiendo sido enviadas simplemente para ser objetos de sus familias y no dispuestas a aquella vida. La Señora Hao del Patio Oriental era una de ellas, desde su llegada había suscitado desconfianza entre las favoritas del Emperador, era un espécimen hermoso, de una rara y dulce belleza que podía ser comparada con la de los inmortales.

Vivió modestamente durante los últimos años y siendo una de las partidarias de la Emperatriz se había logrado salvar de muchas intrigas que simplemente la habían tomado como una amenaza y deseaban deshacerse de ella. Cinco años, le habían prometido que al quinto año ella sería una de las seleccionadas para salir de aquel frio y horrible lugar que consumía su vida.

La concubina bordaba hábilmente el vestido de novia, junto a ella la carta abierta reposaba inerte tras ser leída una y otra vez mientras el papel comenzaba a arrugarse ya, ya se cumplirían los cinco años desde que entro en palacio y no recibió los favores del Emperador.

La Señora Hao era una dama de gustos sencillos que, aunque tenía una inigualable belleza se negó a seguirle el juego a los demás cortesanos y ni soborno eunucos y mucho menos a los pintores, por esta razón solo contaba con dos sirvientas en sus modestas habitaciones lejos del bullicio del harem. Aquella solitaria vida la había hecho más virtuosa y reflexiva, había comenzado a estudiar los clásicos para cultivar su alma o simplemente matar el tiempo. Tras cinco años en esta monotonía vida voluntariamente había enviado una carta a la Emperatriz para su salida del palacio, aquellas eran las fechas en que comenzaban a estudiarse los gastos del palacio y el propio Emperador predicaba con el ejemplo para recortar los gastos excesivos de las consortes.

- Mi Señora, mensaje de la Emperatriz.

La joven sirvienta mostro el papel que guardaba entre sus manos. Había llegado la hora, el momento que tanto había anhelado.

Honorable Consorte ZhaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora