Capítulo 20: El acto de marido y mujer.

323 36 4
                                    


El cielo podía partirse en dos, la tierra abrirse y la guerra estallar mientras las llamas consumían todo y aun así ninguno de los dos lo notarían.

El olor a incienso recorría el lugar, la cortina bajo, la iluminación era la misma, no había nadie para atenderlos, aquella era su intimidad. Solo un hombre y una mujer que no mencionaban ni una palabra, no podían ni mirarse a los ojos. Él era versado en el arte del amor, pero ahora volvió a ser como un joven inexperto.

- No recuerdo nuestra boda.

- Éramos unos niños – ella menciono – no habían transcurrido ni los 49 días de... - no quiso hablar más.

Recordó aquel momento, cuando aún era una niña, vestida con la túnica y la corona de Fénix, solo sabía que sus ojos se cerraban, aun débil por la enfermedad y los medicamentos, le costaba respirar y fue sujetada en cada movimiento por un par de doncellas.

- No quería hacerlo, me negué y fui abofeteado por el Padre Emperador.

Aquello era nuevo, nunca supo de ese incidente.

- Aquella boda era una estrategia política, no importábamos nosotros. No significa que ahora no te la pueda dar.

Incorporándose se acercó a un grupo de cedas que ella mantenía fuera del arcón, tomando un velo rojo se acercó a ella, cubriéndola con él. Atónita por aquel acto se dejó hacer, le sintió verter el vino en las copas y acercárselo.

- Este es ahora nuestro vino nupcial, ya una vez realizamos los arcos, ahora es momento de continuar las ceremonias.

Se volteó hacia ella y levantó el velo para mirarla detenidamente, como nunca había hecho, acercándole el vino, compartieron esa primera copa con los brazos entrelazados. Tomando las tijeras de su costura ella tomo dos mechones de cabello, uniéndolos como uno solo para atarlo con un cordón rojo.

- ¿Sera un día auspicioso?

- Qué más da si lo es o no, este Emperador dice que lo es y lo es.

Autoritario y mandón, pero no pudo dejar de reírse con esa afirmación. Aquel lado de Shang Ren Jie tan divertido y coqueto no era algo con lo que estuviera familiarizada, le gustó mucho.

Aquella burbuja permaneció durante un rato, con un poco de risa y humor, solo ocurrió un pequeño roce, una mano toco la aterciopelada piel de la mujer, aquella mejilla, la mano permaneció allí, colocada simplemente mientras solo se miraban.

- ¿Tienes miedo? – le tuteo, no se refirió a sí mismo como tercera persona, aquel era un acto de cercanía.

Se negó, en su mirada había un deje de vacilación, aquella noche seria esposa.

- Nunca debes temerme.

- Aquí y ahora.

- Siempre existe algo más que un aquí y un ahora.

Una sonrisa triste.

- Nunca en nuestro caso.

Le beso, un simple y corto beso, primero en los parpados, luego en las mejillas para luego besas aquellos labios. Sin saber que había pasado, se dejó guiar, lentamente la ropa callo, arrastrada, poseída.




***



La triste ironía de la vida, la Emperatriz Chen permanecía en aquella solitaria reclusión, bebía la decocción de medicamentos, junto a ella su eunuco de confianza no podía esconder el nerviosismo, inquieto por las noticias esperaba la reacción de su Señora.

Aquella era una noche atípica, la Consorte Zhao fue convocada por el Emperador y le serviría aquella noche, según las palabras de algunos los días de la Emperatriz en el trono estaban contados. Solo que en aquel salón las noticias eran indiferentes para Chen Zhi Xin, nada podía perturbar a la Emperatriz, ni la simple idea de ser depuesta.

Solo los obtusos aun creaban rumores innecesarios que perturbaban su deseada paz.

- ¿Cuál es la reacción de Zhan Peng Jie?

- Nadie ha salido de su palacio en la última hora, tampoco se siente sonido alguno.

- Tanta ira contenida, - sonrió – un mal necesario, hay que presionar un poco más. Los rumores deben llegar a las puertas del palacio.

- Su Alteza, es peligroso.

La sonrisa irónica pero enferma de Chen Zhi Xin era cruda y oscura. No existía miedo a nada, ya no.

Dejando a un lado la amarga decocción alargo su mano para sujetar fuertemente el rostro del eunuco.

- Ni una sola palabra debe salir de esos resbaladizos labios tuyos.

Violenta, la verdad era violenta, perder la fe y la esperanza hacía de la Emperatriz Chen una adversaria violenta, aquella que ya no le temía a nada estaba dispuesta a todo. 

Honorable Consorte ZhaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora