Capítulo 28: No hay perdón para los traidores.

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Todo se desarrollaba de alguna forma diferente a lo habitual, las dos personas que más se odiaban en aquella poderosa familia se encontraban en el mismo lugar, los depredadores más fuertes se daban aires para ignorarse el uno al otro con una extraña y toxica diplomacia, que de no ser por la situación en la que se encontraban Zhao Hua Xiang ya se hubiera marchado de aquella habitación.

Ir a reunirse con la Emperatriz Viuda Jianxing fue una medida desesperada, su tía real no le negó nunca ninguno de sus deseos, pero siempre pago por ellos, nada es gratis en esta vida. 


El palacio de la emperatriz viuda Jianxing era suntuoso y tranquilo, los jardines fueron decorados para mantenerse frescos y ocupara varios espacios con sombra para caminar en los días de verano, nada que ver con la extravagante vida que pensaban que vivía. Aun y con todo esto la misma Zhao Hua Xiang no tiene por costumbre ir a por su tía mayor cuando esta reside en el palacio.

La mujer lo cuestionaba todo, cada uno de los pasos que la consorte daba en su vida desde su niñez fueron ordenados por ella, cada movimiento tenía un propósito, hacerla la emperatriz, hasta que todo eso no fue más que una ilusión en las manos del actual emperador.

Ir a por ella para rogarle su ayuda era como autoinmolarse.

- ¿Por qué debería?

- Tía, esto no tiene nada que ver con el Emperador.

- Todo tiene que ver. Esa chica Chen es la que tomo tu lugar.

Ahí era la cuestión en la que no quería llegar.

- Estoy segura que sabes bien lo que ocurriría si tomaba el título. No es más que una excusa, dime la verdad, ¿sabes quién fue?

- No lo sé. Pero lo imagino.

- Esta consorte también lo imagina. – se acercó a ella lentamente, con pasos cortos – Si redactas el decreto tendré un hijo con el emperador.

La viuda bufo, ella no era tonta, aun y cuando recién llegara a palacio tras vivir varios meses en el templo no significaba que no estuviera al tanto de lo que ocurría.

- Claro que tendrás un hijo. Para algo se acuesta contigo cada noche.

- El heredero solo nacerá de mi seno.

Eso sí era nuevo.

- ¿Segura?

- ¿Tiene que venir el Emperador para que lo creas? Solo escribe el decreto. – despectiva y ya cansada de complacerla.

Demasiado parecidas eran.

- No planeo entorpecer tu vida, no voy a redactar ningún decreto. Esta anciana mantiene una buena relación con la abadesa, antes que incluso pensaras en ella esta anciana envió una carta.

Siempre un paso a delante de sus propias expectativas, la viuda no hacía nada sin cosechar su propio beneficio, algo querría.


Ahora llegaba el momento de la verdad, en realidad la abadesa no vino, envió a alguien más, el medico de joven apariencia y rasgos nobles no se identificó a si mismo bajo ningún nombre, se refirió a sí mismo como Doctor Piadoso.

Con solo la recomendación de la abadesa no tenían nada que perder.

Las objeciones no faltaron de parte de los letrados médicos ahí presentes, no conocían al joven médico ahí presente.

- Matasanos metiches que no hacen nada productivo en momentos en los que realmente se les necesita.

Las murmuraciones de la consorte al jefe de los médicos imperiales no paso desapercibida por el emperador cercano a ella, no podía dejar de sorprenderse cada día mas por aquella mujer, de la nada se transformaba en alguien de armas tomar y dispuesta a ofender al que fuera.

- Alteza, no podemos dejar que simplemente atienda a la Emperatriz, no sabemos nada de ese hombre.

- ¿El Gran Doctor tiene alguna solución mejor? – no recibió respuesta – Aquí el joven sabe que su propia vida pende de un hilo y mírale, tranquilo. – se volvió a mirarle – Espero que entienda, si la Emperatriz vive usted será recompensado, si ella perece le acompañara a la otra vida.

Si, el medico era consciente de su propio destino.

La noche paso y dio paso al día, la noticia se extendía como agua a la vez que llegaba el momento de que el Emperador se reuniera con sus ministros.

- Déjalos que vean. – fueron las únicas palabras que pronunció la viuda delante de Shang Ren Jie.

La tención más grande entre ellos podría ser el hecho de estar en la misma habitación, solo que la situación de vida o muerte no ayudaba mucho. Quería negarse, solo por ser ella, pero tenía razón, hay cosas que no se deben ocultar por muy difíciles que sean.

La tensión en la corte siempre era un arma de doble filo, debían atacar antes si querían tener alguna ventaja.

No podían creer lo que veían, la viuda del anterior emperador en la misma habitación que su hijastro, el mismo que prácticamente le hecho de palacio el mismo día que fue coronado. Mujer comedida que al paso de los años no dejo nunca de darle guerra al Emperador, por generaciones las mujeres Zhao ostentaron el título de Emperatriz, ahora Shang Ren Jie se lo negó a Zhao Hua Xiang, entonces ¿Por qué?

- El tratamiento está terminado.

La voz masculina al otro lado de las habitaciones se escuchó fuerte y segura. Todo sonido se detuvo ante a abrupta interferencia y pronto la silueta del médico fue visible para los recién llegados.

- ¿Su Majestad está bien? – la consorte fue la primera en hablar.

- Aún no. El veneno casi llega a sus huesos.

Miro a los presentes, no había forma de que el medico hablara del tratamiento realizado sin escandalizar a toda esa gente. Emperador y consorte estaban al tanto, baños medicinales durante casi toda la noche y aplicaba acupuntura, obligando al cuerpo en coma a reaccionar, cuestión casi imposible en el nivel de letargo en el que se encontraba.

- Rápido, preparen habitaciones para que el medico se refresque y descanse – miro a las damas de palacio a su lado – proporciónenle cualquier cosa que necesite.

- Si Alteza.

Algunos de los presentes respiraron aliviados por la pequeña buena nueva, otros permanecieron sin opinar o dar muestras de satisfacción, diplomáticos todos, supieron controlar las emociones aquellos que era obvio no se encontraban encantados.

- Ha llegado el momento – el propio Emperador hablo – Los juicios e investigaciones comenzaran, todos y sin excepciones serán considerados sospechosos. Eso los incluye también mis queridos ministros.

- Su Majestad, ¿Todos? – fue el primer ministro quien extrañado dio el paso al frente.

- He hablado – se volteó, una mirada cómplice, la viuda asintió – Incluso si la Emperatriz sobrevive a esta tribulación las consecuencias serán devastadoras para todos los implicados, no hay perdón para los traidores.

Honorable Consorte ZhaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora