31 "Posesión"

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Por enésima vez esa tarde Aedan recuperó la conciencia. Su cuerpo comenzaba a recobrar la sensibilidad y la cabeza ya no le daba vueltas. El silencio era ensordecedor. Por lo que asumió que el ritual debía de estar en movimiento, o haber concluido.

Observó la habitación. No sabía qué hora era, la luz ya se había esfumado de las ventanas. Al igual que la iluminación, los magos se disiparon. En la habitación solo quedaban Bethany y la bruja del círculo Wynne.

A la sobra de las antorchas, Aedan casi confunde la espalda de la anciana con la de su madre. Eleanor tenía la misma estatura, y aunque era algo más joven que Wynne, poseían caracteres muy similares. El Grey Warden sonrió ante el recuerdo. Reteniendo en su pecho el añoro que sentía hacia su progenitora.

Ambas mujeres charlaban tranquilamente en el extremo opuesto de la habitación. Por lo poco que Aedan pudo captar, hablaban de como la joven bruja tenía cualidades para la magia curativa.

Wynne le aconsejaba que no dejara de lado su entrenamiento. Y la joven se mostró entusiasta.

Aedan no pudo evitar sonreír. Le agradaba que los miembros de su equipo se llevasen bien. Sobre todo Wynne que era una adquisición tan reciente.

Lamentó la ausencia de Zevran.

El elfo se quedó a su lado hasta que quedó inconsciente. Se había sentado junto a su lecho, acariciándole el antebrazo y susurrándole en aquel suave tono que le embelesaba. Contándole historias de Antiva y sus misiones como asesino.

Sonrió ante el recuerdo de la torpeza del asesino. Zevran más que maña era un sujeto con mucha suerte. A través de sus historias descubrías su evolución y el Grey Warden no podía evitar pensar como los acercaban esos cortos momentos juntos.

Aedan se admitiría a si mismo lo mucho que le gustaba el acento de Zevran. Lo peor era que sabía que aunque conociese a mil como el, jamás se sentiría tan atraído. Zev tenía algo distinto que Aedan no podía descifrar. Y a esas alturas tampoco quería hacerlo. Sentía que tenían una conexión y no quería estropearla.

Suspiró, complacido de poder formular pensamientos completos.

Justo cuando pensaba que podría regresar a dormir escuchó pasos atravesar el corredor. Se detuvieron frente a la puerta, llamando con fuerza. Inmediatamente Wynne se levantó. Sus ojos chocaron con los de Aedan y le sonrió con dulzura.

–        Bethany – dijo, haciendo que la joven bruja se alzara sobre sus piernas para ir junto a Aedan.

–        ¿Cómo te encuentras? – preguntó la jovencita. Extendió los brazos sobre el cuerpo de Aedan, permitiendo que un vapor azulado brotara de sus palmas.

–        Cansado. Pero bien. – contestó, sin poder evitar comparar la magia de la joven con la del mago que le sanó.

El hombre llamado Anders había desplazado a Amell de su rol como sanador. Mostrando conocimientos y magia sanadora superiores. Si lo pensaba adecuadamente, ninguno de los sanadores presentes podía producir esferas plateadas como las que Anders hizo para sanarlo. Ni siquiera Wynne.

Apenas se asió a esa línea de pensamiento cuando Fergus apareció en la estancia. Aunque su hermano era casi del tamaño del marco de piedra, Aedan comprendió que había alguien tras él. 

–        ¿Aedan está despierto? – le preguntó el mayor de los Cousland a la sanadora.

–        Así es pero necesita descansar – se apresuró a responder la anciana. Aedan supo por el rostro de Fergus que había noticias importantes que debía escuchar. Iba a intervenir cuando otra persona se abrió paso entre ellos.

La Profeta de los Grey WardensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora