15 RedCliff

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En el transcurso de unos pocos días, Aedan tenía bolsas bajo los ojos. No solo sus noches habían empeorado, sino que también las de sus compañeros Grey Wardens. Luego de su pesadilla comenzaron a caer los gritos sobre el campamento. Uno a uno, sus hermanos de armas se despertaban sobresaltados a cada descanso. En ocasiones, cuando Alistair salía de su tienda para el cambio de guardia encontraba a más de uno sentado junto al fuego. Aedan había terminado durmiendo muy pocas horas y aumentando su ritmo de entrenamientos.

En consecuencia, levantaban antes el campamento y al amanecer ya estaban en movimiento. Por petición de Sereda, Bothan les permitió a las mujeres dormir un poco más en el carro de las mercancías. Y aunque algunas se quejaron, solo Leliana termino manteniéndose firme ante la sugerencia.

El camino real se volvía cada vez más estrecho. A su alrededor el bosque decaía. La tierra roja, que debía señalar la abundancia de minerales, se mostraba desnuda de vegetación. En el horizonte se apreciaba la silueta del castillo del Arl. Aedan nunca había estado en RedCliff, a diferencia de su padre, que era un amigo personal de Eamon. Fergus, quien avanzaba a su lado en una pose erguida para disimular la incomodidad de sus recién sanadas heridas, había tenido la oportunidad de conocerle.

– Es un hombre de mucho carácter. – dijo su hermano al grupo de Grey Wardens. – Padre le respetaba por su rectitud. Sin embargo, siempre le guardó cierto recelo.

– Con razón – intercedió Cailan. El rey avanzaba junto a Darrian, y aunque estuvo intentando distraerle de la conversación de los demás, ahora era él quien resultaba interesado. – Mi tío puede llegar a ser realmente muy molesto. Si las cosas no se hacen como quiere habrá graves consecuencias. Hay muy pocos que han vivido para verle su lado malo. –

– Bueno... - murmuró Alistair – no puede ser tan terrible. – los ojos de Cailan se clavaron en él. – Digo... el pueblo lo ama. Eamon es muy popular con la gente. –

– Su poder político no necesariamente implica que sea una buena persona. – intervino Sereda. – Solo que es un buen jugador. –

– Hasta donde sabemos, ese tal Eamon puede ser un corrupto. – intervino Amell. – un viejo corrupto embrujado por su hijo invocador de demonios. Es una linda oración. –

– A mí me parece un humano noble como cualquier otro – terció Darrian, ganándose una mirada desaprobatoria de la enana.

– Eeeeeh – protestó Cailan – Y yo que pensaba que nos estábamos llevando bien. – Darrian desvió la mirada.

– Yo nunca he dicho eso. – su voz sonó molesta, pero su expresión permaneció neutral.

– Les digo que no. Eamon es un buen hombre – intercedió Alistair. – Él... -

– Es una víctima de Loghaing – les interrumpió Aedan. Su vista fija en el sendero que transitaban – Tiene suficiente poder político y militar como para proteger al rey y reunir a los nobles. Con eso me basta para buscar su ayuda. –

– Y si de paso nos termina debiendo unos cuantos favores, pues mucho mejor. – concluyó Amell con picardía, obteniendo a cambio una mirada aprobatoria de Aedan.

– Sin embargo, hay algo que me intriga. – Aedan se sobresaltó al escuchar la voz de Zevran a su lado.

En los últimos días se había adaptado a la presencia del asesino. Incluso le había escogido como compañero de entrenamiento. Pues aún no se limpiaba la derrota de la noche del ataque. No obstante, aún no conseguía localizarlo cuando entraba en modo sigilo. Mucho menos percibirlo cuando se acercaba en aquel tipo de situación. Agradecía a su madre por su temple. Pues a diferencia de Amell no se sobresaltó y gritó como una nena cuando Zevran salió de las sombras de unos arbustos para venir a pararse junto al chico Cousland.

La Profeta de los Grey WardensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora