33 "Desacuerdos"

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La biblioteca de la capilla parecía pequeña con tantos hombres y mujeres amontonados en el interior. Aedan había llamado a los Grey Wardens, pero había rostros que no podían faltar dentro de su pequeña reunión.

El jefe de los Grey paseó la mirada por el pequeño espacio que se les había ofrecido. Un cuarto circular con ninguna puerta más que las rígidas espaldas de dos soldados dispuestos para impedir la entrada a los curiosos. Libreros bañados con tomos repletos del conocimiento y la historia de la capilla rellenaban el espacio, rodeando la antigua mesa de olmo sobre la que descansaba un mapa de Ferelden.

Aedan trazó con sus dedos el sendero que habían recorrido mientras venían a su mente atisbos del inicio. El camino desde su hogar a Ostagar, los bosques de la espesura, el sendero a Lothering, el camino real hasta Redcliffe. El trayecto hasta el lago donde se erguía la torre de los magos y el paso por el bosque de los elfos. Tanto camino recorrido... y tanto que faltaba por recorrer.

Habían avanzado. La prueba residía en los enviados de aquellos que aceptaron acogerse a los tratados. Habían ganado aliados. Algunos de formas con las que Aedan no se sentía cómodo. Pero el Blight no comprendía de injusticias.

Alzó la vista, observando el rostro oculto del Rey de Ferelden. A su derecha, Darrian seguía de cerca sus movimientos, como si esperase que le lanzase un cuchillo o sacara algún bichejo de bajo la manga. Al otro lado de Cailan aguardaba Alistair. El joven templario llevaba los brazos cruzados sobre el pecho en una pose trancada. Estaba tenso, pero su inquietud no era causada por aquella reunión, sino por la mujer que no dejaban de buscar sus ojos.

Aedan percibió a su hermana acercarse. Elissa le acarició el hombro con su delicada mano blanca, evocando en él la paciencia que tanto le costaba mantener en aquellas reuniones. Ella mejor que nadie sabía cuánto debía contenerse. Mucho más después de haber escuchado el informe de Zevran sobre los acontecimientos en el bosque de los Dalish.

Fergus también avanzó a su lado, dedicándole una sonrisa apaciguadora. A su derecha, Sereda, Amell y Surana esperaban pacientemente que el hielo se rompiera. Cada uno con una expresión más vacía que el otro. Amell estaba claramente obstinado de aquellas reuniones, mientras que a su aprendiz nunca le habían interesado. Solo la enana permanecía estoica en su puesto.

Aedan suspiró.

–        Hasta ahora hemos reafirmado los tratados con los Magos del Círculo y los Dalish. – comenzó, irguiéndose cual alto era. Su voz hizo eco en el techo de la capilla, haciéndole parecer más tosco de lo que realmente era.  – Con ambas alianzas aseguradas y el asunto de Conner zanjado, podemos proceder a localizar las Cenizas Sagradas de Andraste. –

Extendió su mano al mapa de Ferelden, circulando las montañas heladas representadas al suroeste. 

–        En nuestra última reunión Elissa señaló esta región como el territorio donde se alza el templo que las contiene.  – sus ojos buscaron una vez más a su hermana. - ¿Conseguiste su localización exacta en tu viaje a Denerin? –

Ante su pregunta la joven sonrió. De un bolsillo de su vestido extrajo un pequeño diario forrado y un carboncillo. El cuero color café estaba manchado de sangre, pero aparentaba permanecer en buen estado. Elissa abrió el libro, descubriendo sus hojas amarillentas por el tiempo y la exposición a la humedad.

Como si ya hubiese registrado aquel material, Elissa escudriñó desde la portada posterior hacia adelante. Le tomó unos instantes encontrar lo que buscaba. Pero cuando lo hizo se colocó junto a su hermano en la mesa y dejó reposar el cuaderno junto a la región que Aedan había señalado. 

–        Lo que buscamos es un pequeño poblado llamado Heaven, construido en la cima de estas montañas. – explicó la joven con voz sedosa. A diferencia de las ocasiones anteriores, sus ojos no vagaron por la habitación. Como si desease evadir la mirada de algunos. – Estas tierras pertenecen a un Marqués Orleciano que contrajo nupcias con una noble Fereldiana. Actualmente desconocen de la existencia del poblado o el templo por lo que no podemos pedirles ayuda. Afortunadamente el Hermano Genitivi convirtió el templo de las cenizas sagradas en el objetivo final de su vida. – Finalmente alzó el rostro. Su mirada se paseó por sus hermanos, los magos y Sereda, pero nunca fue hacia adelante. – La gente que vive aquí es muy reservada. No aceptan a los extraños. En parte por el tipo de religión que profesan. –

La Profeta de los Grey WardensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora