38 "Interludio"

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Elissa estaba atormentada.

A pesar de la simpleza de las pruebas y el que consiguieran las cenizas para Eamon, el dragón demostró ser todo un desafío. La profeta pidió a cada miembro del grupo que tomase su propio puñado de cenizas y les entregó unas pequeñas bolsitas individuales para que las resguardaran. Aquel cambio no pareció molestar al Guardián, pero cuando salieron de la torre, el dragón los aguardaba al pie del barranco, en vez de permanecer dormido en la saliente.

La lucha se volvió voraz.

Morrigan no daba abasto para mantener en pie a los cuatro hombres que formaban el muro defensivo. Las flechas de Elissa, encantadas con hielo, apenas infligían efecto alguno sobre las escamas de la bestia volviéndola un personaje prácticamente inútil en el encuentro.

El dragón saltó, impulsándose con las alas en su dirección.

– ¡Cuidado! – gritó Alistair envolviéndole en un abrazo y empujándole fuera del camino.

La espalda de la joven golpeó el suelo mientras los brazos del templario le protegían la cabeza y él le cubría con su cuerpo.

Bryce salió en su defensa para quedar colgado de la cola del dragón, y aunque era zarandeado de un lado al otro, su mandíbula se afincó con tal fuerza que la bestia no fue capaz de librarse de él.

– ¿Estás bien? – preguntó Alistair apartándose lo suficiente como para examinarla. Elissa fue a contestar, pero Morrigan llamó por ellos.

– ¡Déjense de cursilerías y a trabajar!

La profeta se rio por lo bajo, trayendo una sonrisa a los labios de su prometido. Él le ofreció una mano para ayudarla a levantar, pero cuando ella la tomó Cailan pasó volando junto a ellos. Se estrelló contra las paredes del barranco y cayó al suelo.

Inconsciente.

Alistair se precipitó en su ayuda, pero Elissa se interpuso.

– Ve con los otros. – le dijo – Morrigan y yo nos haremos cargo.

A la muchacha no le pasó por alto la duda en los ojos del templario. Sin embargo, Alistair asintió y corrió en dirección al dragón. La bruja llegó junto a Cailan antes que Elissa e inmediatamente repasó con sus manos el torso del rey.

Notó que el inventario de Cailan estaba abierto y sus pertenencias esparcidas por el suelo. Lo hubiese dejado pasar de no haber notado las pociones que imitaban el efecto de la sangre de The Lady desparramadas por el suelo. Solo una quedaba intacta y había rodado muy cerca de las patas del dragón.

– Maldita sea – murmuró.

– ¡¿Qué crees que estás haciendo?! – gritó Morrigan al verla salir corriendo.

Pero Elissa no la escuchó. Aprovechó que sus hermanos tenían la atención del dragón y se deslizó bajo su pata. Su cabeza rozó las escamas de la bestia, rasgándole la piel de la mejilla y con el impacto el moño se le soltó, esparciendo la mata de cabello cenizo sobre sus hombros.

– ¿Eli? – escuchó decir a Aedan a la distancia.

Pero ella solo estiró la mano y agarró el vial de cristal. Rodó a un lado, viendo las garras caer a su lado. Una rasgó la manga de su brazo, lacerándole la piel. Elissa apretó los dientes, levantándose tan rápido como pudo para regresar junto a Morrigan. Pero el dragón la había fijado y trató de aplastarla.

Esta vez Fergus se interpuso, desviando el golpe con su escudo.

– ¡Alistair! – llamó el heredero de los Cousland.

La Profeta de los Grey WardensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora