26 "Miedos"

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Desde una ventana del segundo piso en el castillo de Redclife, Anders observaba los jardines interiores. La brisa era agradable y tras un almuerzo satisfactorio, el mago se retiró a sus aposentos para disfrutar de un descanso. Hacía cuatro días que se encontraba en la residencia del Arl y para su sorpresa había sido bien recibido.

Finalmente estaba disfrutando de la buena vida, comiendo como un rey y durmiendo en colchones de plumas.

Lo que más le gustaba a Anders era la hermosa vista del cielo y del mar que encontraba cada vez que abría los ojos. Su habitación se encontraba al final del pasillo y por lo tanto tenía tres ventanas. Dos de ellas daban al la desembocadura del río Calenhad y la tercera a los jardines interiores de la residencia.

Nunca pensó hallar paz encontrándose tan cerca de la Torre de los Magos. Sin embargo allí estaba, disfrutando de su libro mientras bebía té sentado en el alfeizar de la ventana. El fresco que azotaba sus cabellos era tan delicioso que fácilmente se hubiese quedado dormido. Sin embargo, la figura de la pareja que paseaba por los jardines le habían resultado más entretenidas incluso que su texto.

Sonrió cuando Elissa Cousland tropezó para ser recibida directamente en los brazos del caballero a su lado. El muchacho se sonrojó tan profundamente que Anders lo vio claramente desde el segundo piso. Era el otro hombre que viajaba junto a la mujer y Amell en Denerin. Se había presentado como Alistair y aunque Elissa le informó que tenía habilidades de templario no intentó reprimir su magia de manera alguna. Todo lo contrario, se había mostrado simpático y receptivo a sus chistes y su sarcasmo.

Alistair le caía bien. Por eso le resultaba tan extraño que estuviese comprometido con Elissa. Su primera impresión de la mujer fue mala. Se imaginaba que tal vez ella le había engañado para seducirlo. Pero el chico veía tan feliz a su alrededor que le costaba entender cómo lo había embrujado.

Al punto que verles le resultaba gracioso y muy a su pesar, tierno. Recordaba que hubo un tiempo en el que el también deseó tener una relación. Hundirse en el amor.

Y estuvo muy cerca de conseguirlo.

Pero como siempre la torre había destruido sus esperanzas. Los templarios se lo habían arruinado.

No tuvo oportunidad de ahondar más en sus pensamientos.

La puerta del cuarto se abrió y Amell entró con una expresión cansada en su rostro. A sus pies, la gran mabari restregó su enorme cabeza contra la mano de su amo, consiguiendo con ese gesto una mirada dulce del mago.

"Bestia lambiscona" pensó Anders disgustado.

– Bienvenido. – le dijo con una sonrisa falsa. No es que la presencia de Amell le molestase, sino la de su chuco.

Por suerte para él, la bestia dormía con Amell en su cama. Y no se acercaba a su lado del cuarto.

Amell le dedicó una cansada sonrisa antes de apoyar su bastón contra la cama. Aún usaba la armadura de los Grey Wardens. Por más que aquel trapo le resultase asfixiante a Anders, admitía que le asentaba muchísimo más que el traje de pícaro que usaba cuando le conoció.

– Hey – le devolvió el saludo. - ¿Qué tal ha ido tu día? – el sujeto se dejó caer sentado en la cama. Ocasión que aprovechó la mabari para colocar su gran cabeza entre las piernas de Amell.

– No he hecho mucho. Solo leer y dormir. – contestó alzando el libro para que Amell viese la portada. – Aunque se supone que Jowan vino a perjudicar a esta familia, si que trajo muchos libros de magia y preparación de pociones. Resulta difícil creer que no se tomaba en serio la educación de Conner. –

La Profeta de los Grey WardensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora