23 "Amanecer"

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Cuando Cailan montó el campamento tenía una larga lista de asuntos a considerar. Había ordenado apilar las tiendas juntas para mayor protección y aunque Morrigan había protestado, concluyó por obedecer sus órdenes.

Comenzaba a caer la noche y ellos no podían encender un simple fuego por temor a atraer a los hombres lobo.

Cailan había escuchado atentamente las palabras de Elissa. Había prestado más atención a ellas que a cualquier clase que le diesen de joven o a las estrategias de Loghaing y hasta ahora, parecían ser verdad.

Suspiró, dejándose caer al suelo junto a su tienda. Se había quitado el casco y la armadura por unos momentos, sintiéndose agotado. Habían pasado todo el día dando vueltas en aquel condenado bosque luchando contra los mismos árboles. Pero además de un árbol parlante anciano y algunos werewolves, fueron incapaces de localizar al "Witherfang" de Satrian.

Aunque si lo miraba por el lado bueno, habían conseguido devolver la semilla de aquel viejo sauce y mediante algún raro encantamiento la mitad de los habitantes del bosque decidieron dejarlos en paz.

En la penumbra divisó una silueta aproximándose. Sus músculos se tensaron, y decidió que había sido una tonta idea no encender el fuego. No fue hasta que Darrian se dejó caer a su lado con un trozo de pan en la boca que respiró aliviado.

Una sonrisa suave se dibujó en sus fracciones al verle comer tan despreocupadamente a su lado

– ¿Recién regresaste? – preguntó hurgando en su propia mochila. No se sentía hambriento, pero era mejor llenarse el estómago en un momento de paz.

– Sí. Ya recogí la dichosa madera que necesitaba el herrero. – contestó Darrian bebiendo de su cantimplora.

El humano quedó sorprendido de si mismo. Sus ojos habían quedado prendados de la suavidad con que se movía la nuez de Adan cuando Darrian bebía. Una gota de agua se escurrió por la comisura de los labios del sujeto y Cailan no pudo evitar relamerse. Alzó las cejas y desvió la mirada

– ¿Has decidido qué quieres que te hagan? Tengo entendido que los arcos de los dalish son los mejores que se pueden encontrar en Ferelden. – comentó intentando sonar desinteresado.

– Puede ser – respondió el elfo, extendiéndole su propia cantimplora para que bebiese de ella. – Sin embargo mi especialidad no son los arcos. Soy un ladrón de poca monta y lo sabes. –

– ¿Pedirás por una daga? – Cailan aceptó la cantimplora, interpretando aquel gesto como que Darrian pensó que se humedecía los labios por la sed.

– Veré qué oferta. Ahora que tengo la madera imagino que no se pondrá exquisito con los precios. –

– Bueno, si lo hace, siempre puedes usar esa lengua tuya para hacerle cambiar de opinión. – Cailan rió por lo bajo, vanagloriándose de su propio chiste.

– Prefiero rajarle la cartera después de haberle pagado. – contestó el elfo con naturalidad.

– Ya. Muy astuto. Pero no vinimos a hacernos enemigos de los elfos ¿Te acuerdas? – se burló Cailan.

– Sí. Y también recuerdo que habíamos quedado en convencer al palurdo de Zatrian y arrastrarlo a los bosques con nosotros. Sin embargo en todo el rato que estuvimos en la aldea te limitaste a escuchar y asentir como un estúpido a toda la mierda que te dijo. –

– Auch – se quejó Cailan, como si las palabras de Darrian le hubiesen herido físicamente – ¿sabes cuantas veces me has insultado en esa oración? –

La Profeta de los Grey WardensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora