24 "Extorción"

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Despertó de la misma forma en que calló inconsciente. Por un fuerte golpe en la nuca.

Darrian apretó los ojos. Intentando aguantar el insoportable dolor de cabeza. Las imágenes rondaban por su mente como fantasmas en la tempestad. El rostro de Cailan lleno de sangre y sus palabras le asechaban como pesadillas. Demasiados reales para esfumarse entre la bruma de sus pensamientos.

Terriblemente caóticos como para apaciguarlo.

"Creo que te quiero"

Jadeó al recordar aquellas palabras.

¿Cómo podía creerle? Si el mismo no estaba seguro. Y aunque la duda estaba sembrada en su interior, el cómo se había levantado incontables veces para acudir a su lado le perturbaba.

Pero nada le asustaba más que lo que el destino le depararía ahora que estaba contaminado por la maldición de las bestias.

Bestias que le rodeaban.

Podía sentir el peso de sus ojos sobre la espalda. Escuchaba claramente los jadeos de sus respiraciones. El olor de aquellos cuerpos que sudaban por la boca como perros era horrendo. Le revolvía el estómago y las entrañas. Pero más que nada acrecentaban su disgusto.

Escuchó entonces el susurro de una figura más ligera moverse entre aquellas bestias. Se deslizaba tan suavemente sobre el suelo que apenas emitía sonido alguno. Sin embargo, a su paso iba apaciguando los jadeos de los werewolf.

Darrian abrió los ojos, siguiendo la dirección de aquel avance silente.

Y allí estaba.

Esbelta, derecha, erguida como un árbol en el medio del bosque. Su cabello largo, tan oscuro como las piscinas de sus ojos circundaba las delicadas fracciones de un rostro que se le antojaba precioso.

Demasiado suave para ser malvado.

Terriblemente sereno para pertenecer a un demonio.

– Me reconforta que hallas despertado, "mortal". – cuando habló, Darrian percibió un eco en sus palabras. Era como hablar dentro de la capilla, donde la amplitud de las paredes agravaban el tono y la frecuencia de la voz. Solamente que parecían ser sus cuerdas vocales las que imitaban el efecto.

El elfo se incorporó lentamente. Sus ojos recorrieron el sitio donde se encontraba.

La sala era amplia y de amplio puntal. Las paredes estaban agrietadas a cada pocos pasos. Por cada pequeño agujero un árbol colaba sus raíces, como si buscasen agua entre las baldosas de piedra de la antigua construcción. Claramente el edificio era parte de algunas ruinas de Tevinter que aún se mantenían en pie por todo Ferelden.

Desde su posición contó tres puertas. Por la aglomeración de werewolf dedujo que la que quedaba justo en frente suyo debía ser la salida. Sin embargo contó más de diez bestias y seis árboles de aquellos que se movían. Los mismos que les habían estado incordiando desde su entrada a los bosques.

Camufladas en el piso identifico siete placas de presión. Cada una conectada a una trampa, probablemente. Había además un par de trampas para osos. Cualquier desgraciado que metiese su pierna ahí sin armadura estaría cerca de perderla.

La luz del sol atravesaba el enorme agujero en el suelo, dándole a entender que había estado inconsciente hasta el amanecer. Ya era de día, pero ¿Cuánto había pasado desde el ataque? ¿Días? ¿Horas? La duda se lo estaba comiendo vivo.

Al incorporarse extrañó de inmediato el peso de sus dagas a la espalda. También le faltaba su mochila, su monedero y algunos accesorios encantados que le potenciaban la velocidad.

La Profeta de los Grey WardensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora