08 "Fragmentos"

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Elenor aguardaba en su habitación de la posada. Desde su llegada a Lothering había ordenado a ser Gilmore que expulsara a los bandidos de la entrada y ayudase a los templarios a proteger el poblado. A su llegada habían escuchado que Teyrn Loghain se había llevado a la mayoría de los soldados que había en aquel pueblo. Que a su parecer ni serían muchos ni estarían bien entrenados. Ahora solo le quedaba aguardar por su esposo y sus hijos. Rezaba cada día a Andraste para que se los devolviese sanos y salvos, pero no tenía tiempo para derrumbarse ella también. Debía cuidar de Oren, su nieto, quien a pesar de seguir deprimido por su madre había encontrado otros niños con quien jugar.

Sintió unos pasos ascender por las escaleras, pasos de un hombre que portaba armadura. Tocaron y ella permitió el paso. Frente a sus ojos había un sonriente ser Gilmore.

– Una carrosa con el emblema del rey ha llegado mi señora. –

Inmediatamente Eleonor se desperezó, alisó la falda de su vestido y bajó las escaleras con una dignidad que poco mostraba su prisa. Nada más abrir la puerta de la taberna encontró a los soldados ayudando a su marido a bajar del carruaje. Bryce tenía un vendaje en el costado, pero sus mejillas estaban coloridas y sus ojos brillantes. Al verle se apresuró a su lado, rodeándole con sus brazos. Le besó con dulzura, traspasándole su angustia y sus ansias y aunque el Teyrn le respondió torpemente ella se dio por satisfecha. A sus pies el mabari movía la cola, claramente complacido de verla. Eleonor le acarició la cabeza y dio indicaciones de que subiesen a su marido a su habitación y solo entonces, observó nuevamente el rostro de su hija.

Elissa se bajó apresurada del carruaje y corrió a abrazar a su madre. La rodeó con sus brazos y la apretó con una fuerza impropia de una dama. Sin embargo, cuando le sintió jadear contra su cuello Eleonor no tuvo el valor de regañarla.

– Bienvenida – le susurró con dulzura, acariciándole el cabello cubierto del polvo y los olores del camino. – Shuu, - le susurró – te prepararemos un baño y te sentirás como nueva. No temas mamá está aquí. – ante sus palabras Elissa la apretó aún más fuerte, aunque sus jadeos disminuyeron.

– Debe estar aterrorizada, pobre chica. – Eleonor reconoció inmediatamente la voz de la hermana Leliana. La joven había sido de gran ayuda en esos días que había pasado sola en Lothering.

Leliana le dio palabras de apoyo y consolación, incluso consiguió calmar los temores y llantos de Oren. Era una chica atenta y dulce, y aunque era una excelente iniciada, Eleonor lamentaba que no se convirtiese en madre. El conductor del carruaje desmontó y se acercó a comunicarle los deseos del rey. Sin embargo, Eleonor le disuadió de esperar unos días, pues el estado de su hija no admitía más viajes. Además, debían preparar a Oren para partir. Dicho esto y con ayuda de Leliana tomaron una habitación de la posada y la prepararon para Elissa. Bryce, el mabari subió tras ella, quedándose dentro, observando a las tres mujeres.

Ser Gilmore bajó los suministros del carruaje mientras las mujeres subían, y aunque su rostro se llenó de duda no tuvo el valor de preguntar. No así Eleonor, que nada más su hija se hubo calmado preguntó por su hermano.

Por primera vez, Elissa se dio cuenta de que su madre no había estado presente cuando Aedan se comprometió con los Grey Wardens. Con una profunda inspiración le relató a su madre los sucesos desde que se había marchado del castillo... su hogar. Eleonor sintió como el frío la recorría y el dolor la devoraba. Sin embargo se mantuvo impasible, inalterable. Podría haber perdido a sus varones, a sus bebés, pero aún tenía a su pequeña y Elissa la necesitaba. Oren la necesitaba.

Entre ella y Leliana le lavaron el cabello y el cuerpo, dejando la piel lisa y blanca. Luego la vistieron con adorables vestidos y le dieron de comer. Poco después le llegó el turno al mabari, que aunque protestó dejó que los criados le bañaran como a un buen perro. Habiendo terminado se subió a la cama, recostándose a las piernas de Elissa. Eleonor le miró con desaprobación, pero al ver que Elissa le rascaba y Leliana sonreía los dejó hacer. Al poco rato se retiró a su cuarto, donde su marido le esperaba.

La Profeta de los Grey WardensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora