55: 𝓘 𝔀𝓲𝓵𝓵 𝓷𝓮𝓿𝓮𝓻 𝓯𝓸𝓻𝓰𝓮𝓽 𝔂𝓸𝓾

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Recuerdo que aquella noche fue la peor que pude vivir.
Me tiré toda la noche llorando, maldiciendo, y rompiéndome como jamás había experimentado.

Le pedí a Josh que me llevara a la mansión de Jaden, aunque él dudó, ya que decía que eso no sería bueno para mi salud mental, solo iba a hacerme más daño, pero se lo exigí.

Me encerré en la habitación que alguna vez fue nuestra y no salí de la cama en tres días, dormía siempre en su lado. Aún podía notar su olor, su presencia.

El primer día no dormí, el segundo concilié el sueño durante solo tres horas y el tercero dormí cuatro.

Cuando me levanté y me miré en el espejo parecía un zombi.
Me veía vacía y se veía a simple vista que no había comido ni dormido bien durante días.
Si os soy sincera, no me importó en absoluto mi aspecto, ya ni siquiera me importaba verme bien, porque se que nadie jamás me verá con los mismos ojos con los que lo hacía él.

Conseguí despegarme de la cama, pero no llegué a salir de la habitación durante dos meses.
Astrich me traía la comida y Josh se pasaba las noches en vela en la habitación de al lado mientras aseguraba que no intentara nada de lo que me arrepintiera.

Caí de nuevo en la depresión y Josh lo sabía, pero le rogaba que me dejara sola, no sin antes haberme quitado todas las cosas con las que quizás podría hacerme daño. Lo hizo porque en aquella casa le conté que más de una vez, cuando en mi adolescencia sufrí de esos ataques, intenté quitarme la vida.

El primer mes lo pasé entero viendo fotos que habíamos hecho juntos y martirizándome durmiendo con sus camisetas de deporte, repasaba su ropa quinientas veces al día y miraba nuestros papeles de matrimonio otras quinientas.
Todavía recuerdo el primer día que lo vi y lo inocente que fui con él, con tanta maldad que albergaba dentro para mostrarme y que me volvió loca.

Incluso soñaba con el jet y cómo se me quedó mirando ese camisón.
Como poco a poco me abría las puertas a su interior.

El segundo mes, empecé a comer algo, gané algo del peso que había perdido y me probaba los conjuntos de lencería que tanto le gustaban.
A veces le imaginaba tumbado en la cama, con su espalda reposando en el cabecero y observándome con su hambrienta mirada.

- No me quedan bien.- soñaba que me veía en el espejo con la boca torcida.

- Estás jodidamente perfecta reina.- se levantó de la cama y se acercó a mí 

Imaginé que ponía sus manos en mis hombros e incluso podía llegar a sentir su tacto.

- Pero podrías estar mejor sin esto.- le observaba mientras jugueteaba con la tira del sujetador y me daba besos en la mejilla.

No podía evitar llorar cada vez que me imaginaba aquellos escenarios productos de mi imaginación.

Una mañana cogí una sudadera negra que tenía y que le encantaba y entonces me vino a la mente.

- Reina.

- ¿Hm? - levanté la vista del vestido para mirarle.

- ¿Te imaginas a un mini mafioso?- sonrió ampliamente.

- No tendremos hijos para que sean mafiosos Jaden.

- Pero estaría bien tener a un monstruito corriendo por la casa.- puso las manos en sus bolsillos.

- Pero no mafioso.

- Bueno, eso lo decidirá él. Para empezar, le quedaría demasiado bien el negro.

- Ni siquiera existe y ya dices que le quedará bien el negro.- rodé los ojos.- Jaden, el negro no es un color para niños.

- Los colores no tienen edad. Imagínate a un mini Jaden, con un mini esmoquin negro, con tus ojos verdes y pelinegro como yo. ¿No te gustaría?

Vi la emoción en sus ojos y no pude evitar formar una sonrisa.

- Claro que sí.- puse mis brazos en su nuca y él posó sus manos en mi cintura.

- Pues tendríamos que ir trabajando ya...- insinuó levantando y bajando las cejas.

- Sería un peligro criar a un niño ahora.

- Yo me encargaré del peligro.

Lágrimas gruesas rodaban por mis mejillas cuando recordaba las veces que él me había dicho lo mucho que le gustaría tener un niño o niña con mis ojos.

- ¿Gabriella? - oí que llamaba Josh al otro lado de la puerta.

Yo le abrí, limpiándome las lágrimas.
Él me miró consternado y habló.

- ¿Qué tal estás hoy?

- El dolor no desaparece.- dije cerrando la puerta para salir de la habitación.

- Tranquila, se pasará.

- Lo dudo.- susurré mirando mis manos.

Ese día dimos un paseo por la mansión, era la primera vez que salía de la habitación, fue por eso que Josh se animó un poco por mi mejora.

- Josh.

- ¿Hm?

- ¿Por qué me cuidas? - recuerdo que le pregunté.

- Le prometí - sonrió tristemente- que te cuidaría si algo le pasaba.

Hubo un silencio sepulcral y una diminuta sonrisa se formó en mis labios.

Segundos después Josh sacó de la funda de su arma una pistola y me la tendió.

- Antes de empezar esa guerra me dijo que te la diera.- dijo observándola.- Quiso que solo tú la tocaras y la usaras porque decía que eras digna de ella y nadie jamás sería capaz de manejarla y matar con ella con tanta elegancia como la tuya.

Observé la pistola atenta y pasé mis dedos por el apellido grabado en el arma.

- Gracias.- le susurré.

10 meses después ya podía comer normalmente, mis ataques disminuyeron y me acostumbré al dolor y al vacío que se había adueñado de mi vida.

Decidí que era hora de vengarme.
Me creía capaz de ello y me sentía lo suficientemente fuerte como para hacerlo y tenía un primer objetivo en mente: Tayler Holder.
Lo tenía todo calculado.

- Lo localicé.- me dijo aquella mañana.

Josh me había estado ayudando a localizar a cada bastardo que estuvo involucrado y lo seguíamos todos los días.
Cada paso que daban.
Ese día Josh se aseguró de que Tayler no abandonaría la casa.
Atacaría con la misma táctica que él tuvo y lo dejaría sufrir a él y su mujer de la peor manera posible.

- ¿Preparada? - preguntó.

- Más que preparada. - salimos de la casa rumbo a la propiedad de Holder.

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Bueno bueno, se vienen épocas sangrientas.
Tayler, agárrate que vienen curvas y Gabriella no está para tonterías.
Traducción del título: nunca te olvidaré.
Besos mafiosos,
Kendal Hossler.

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EL TRATO [BETRAYED #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora