Un amor sin escape #1 (Completa- Editando)

Capítulo 16 *

ALEXA.

La luz entraba por mi ventana haciendo que abriera mis ojos, un dolor punzante en cabeza se hacía presente y un horrible revoltijo se instaló en mi estómago.

¿Qué me paso anoche?

Lo primero que vi fue la hora, eran las ocho de la mañana.

Era tarde, tengo tantas responsabilidades para esta durmiendo hasta tarde.

Me di una ducha rápida, mientras me arreglaba rápido, me hubiese maquillado un poco, pero lo único que pude arreglar fueron mis pestañas.

Supongo que fue buena idea estudiar ayer en la tarde, aún recuerdo el cuestionario.

Salí de la habitación, aprovechando el poco tiempo que me queda. Llegué a la cocina y buscaba entre la despensa algo fuerte para poder quitarme este dolor tan horrible en mi cabeza.

Para mi mala suerte no había nada, suspiré cuando miré los sobrecitos de té.

Mientras esperaba el agua para el té, me senté para repasaba lo que había estudiado.

Era alguien muy aplicada, me he esforzado siempre en mis estudios. Gracias a mis notas pude ganarme tantos reconocimientos.

Me levante de la silla y agarre una taza para servirme el té y me volví a sentar para empezar a tomar y trataba de recordar que paso ayer.

¿Hice algo de lo que me arrepiento? No creo.

¿Hice el ridículo? Sí creo.

¿Baile como lo hacía antes? No creo.

¿Baile? Sí creo.

Quedé en silencio para pensar y venían esos recuerdos como flashback.

Bebí mucho. 

Me reí como loca.

También recuerdo que baile con Jake.

¡Baile con Jake!

¿Qué más hice?

A ver ¿cómo llegue hasta mi habitación? aún tenía la ropa que llevaba puesta ¿acaso él me trajo cargada?

Vamos Alexa recuerda que más pasó, no pasó nada malo.

Esther y William hablando mucho.

Susan y Javier besándose

Jake y yo besándonos.

Oh, no. Si tengo algo de lo que tengo que arrepentirme.

Como pude llegar a hacer eso.

Unos pasos acercándose hicieron que saliera de esa burbuja de pensamientos.

—Buen días, ricitos. —su voz era ronca, levante mi cabeza, pero sin verlo.

—Hola —dije sin verlo, tengo demasiada pena, no puedo verlo.

Sé que me estoy comportado como una niña inmadura, pero la vergüenza me domina.

Aparte, no sé qué más paso.

—¿Te siente mejor? —pregunto.

—Sí, gracias por preguntar. —dije.

—¿Ya te vas?

—¿Qué haces aquí?

Ambos preguntamos cosas diferentes al mismo tiempo.

—Yo aquí vivo. —contestó.

—Yo ya me voy.

—¿Quieres que te vaya a dejar? —su pregunta me dejo confundida.