𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏𝟔

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Luego de la partida de El Profesor, Berlín y Ezeiza se juntaron en el despacho de Arturo Román.

── ¿Porqué tan animada? ──

Berlín y Ezeiza se sentaron en el sillón, enfrentados uno al otro, ni tan cerca ni tan lejos. Tenían unos cuantos minutos libres para hablar, luego tendrían que volver al trabajo.

── Sergio me dijo que consiguió un lugar en Italia para nosotros. ── Explicó emocionada Ezeiza, le hacía mucha ilusión pasar sus próximos años junto a Berlín en Italia.

── ¿Italia? ── Preguntó con una sonrisa sincera en el rostro, ella asintió. ── Martín está en Italia. O eso fué lo último que supe de él. ──

Meses atrás ambos habían hablado sobre Martín Berrote. Ezeiza le había cómo lo conoció y poco más. Berlín también fue reservado, le contó que ambos habían preparado un plan que no dió frutos. Evitó nombrar todo lo que Martín sentía por él, también el día que lo abandonó por irse con Tatiana.

Ello lo observó, tratando de decifrar en que pensaba basándose en sus expresiones. Sin embargo, no lo logró ni lo lograría. Berlín era un experto en ocultar lo que realmente pasaba por su cabeza, todo un artista.

El español agarró la mano izquierda de la argentina y, con la yema de sus dedos, comenzo a trazar sobre sus tatuajes. Solía hacer aquello cuándo estaban en Toledo, acostados desnudos en la cama de Berlín.

── Hace tiempo que no bailamos. ── Ezeiza lo miró pero él seguía con su vista en las manos de ella. ── ¿Me concedes un último baile? ──

Ella sonrió extrañada ante el término que utilizó. No obstante, no dijo nada y accedió con gusto a bailar con él. Ambos se pararon de su lugar, Berlín no tardó en colocar un disco en el viejo tocadisco que se encontraba en una esquina del lugar. Après la pluie de Satie sonó.

Ezeiza pasó su brazo por la nuca de él, Berlín posó su mano derecha en la espalda baja de ella. La cercanía entre ellos hacia que aquel momento fuese íntimo para ambos, se sentían únicos en aquella fábrica. Él y ella. Nadie más.

Se movían sin prisa, como si tuvieran todo el tiempo del mundo a su disposición. Berlín la miró a los ojos, ella sonrió con un brillo especial. Ezeiza tuvo la necesidad de llorar, no por que estuviera triste, sino emocionada. Estaba a unas horas de salir y pasar el resto de su vida con la persona que amaba, o eso creía ella. Berlín también quería llorar pero se contuvo, extrañaría todo de ella.

── Estoy orgulloso y agradecido de haberte tenido a mi lado en este atraco. ── Ezeiza se acurrucó en el pecho de él, sintiendo como su pecho vibraba cada vez que hablaba. ── Nunca te lo dije por orgullo y ego. Ya sabes cómo soy. ── Admitió.

El Robo Del Siglo || LA CASA DE PAPEL.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora