𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟖

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En la habitación quedaron solo Berlín y Ezeiza. Cada uno se sentó frente al otro, en completo silencio por unos segundos.

── ¿Cómo es eso que tenés a una niña atada en tu despacho? ── Preguntó Ezeiza mirándolo sin expresión en su rostro.

── Estaba muy nerviosa, por eso la separé de las demas y la llevé a un lugar más tranquilo. ── Explicó con calma, mirandola de la misma manera.

── Ya. ── Ezeiza mordió su labio inferior, estaba pensando más a profundidad. ── Igual no creo que este menos nerviosa si la tenés atada de pies y manos. ──

Berlín sonrió, sabia perfectamente que la mujer estaba tratando de no empezar una discusión.

── Tienes razón, gatita. ── La señaló con su dedo.

── Luego de que terminemos de hablar, vas a ir y la vas a llevar con las demas. ── Ordenó.

El hombre hizo una mueca, no le gustaba recibir órdenes, y mucho menos si venían de parte de una mujer. Berlín se levantó de su asiento con la intención de salir de la habitación. Sin embargo, Ezeiza volvió a llamarlo.

── ¿Porqué Sergio tenía la fotografía que yo te dí? ──

Berlín se giro sobre su lugar para mirarla. Ella tenía la vista fija en sus manos, evitando el contacto visual, nerviosa por la repuesta.

── Él me la pidió. ── Se acercó de a poco a ella. ── Pero te aseguro que cuando salgamos de aquí, me la devolverá. ── Él se agacho quedando casi a la altura de Ezeiza, que estaba sentada. ── Te lo prometo. ── Dijo mientras agarraba las manos de ella.

Ezeiza asintió con la cabeza, creyéndole. No era momento para armar un escándalo en base a su relacion de Berlín. Ya bastante lo habia causado horas otras con la "muerte" de Mónica Gaztambide.

Él tomó la iniciativa y junto sus labios con los de Ezeiza, en un dulce beso. Eso le bastó a ella para sentirse mejor.

── Tenemos unos minutos libres antes de que pidan pruebas de vida. ── Susurró Ezeiza sobre los labios de Berlín. ── Podriamos... ──

── ¿Tomar café? ── Añadió Berlín, a lo que Ezeiza asintió con su cabeza.

Salieron tomados de la mano en dirección al despacho del señor Román. Al entrar al lugar, un grupo de rehenes se encontraban sentadas sobre el sillón. Una de ellas, Ariadna, fijó su mirada en Berlín. Ezeiza lo notó, era la mujer a la que Berlín le había tomado las manos el primer día. Ariadna sintió una fuerte mirada sobre ella, era Ezeiza. Esta última solo le sonrió burlonamente y siguió su camino hasta la otra sección del despacho.

El Robo Del Siglo || LA CASA DE PAPEL.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora