|| Luego de formar parte de unos de los robos más importantes de Argentina, Candelaria Araujo no se veía en la necesidad de robar nunca más.
O eso creía, hasta que Sergio Marquina le propone formar parte de un prometedor atraco.
Fecha de inicio: Ju...
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── Hola, ¿Me puedo sentar? ──
El Profesor se encontraba frente a una pizarra, en ella estaban plasmados todo lo que había que tener en cuenta para la entrada a la fábrica. La habitación que solían usar como salón de clases estaba vacía, los únicos ahí eran Ezeiza y Sergio.
── Sí, claro. ── Respondió el hombre para luego volver su mirada al frente. Anotó un par de cosas, movió algunas imágenes, y luego se sentó frente a la chica.
── Decime, cuándo no planeas un golpe, ¿Qué haces? ── Preguntó la chica mientras apoyaba su cara en su mano.
── ¿Dices en mi tiempo libre o algo así? ── Acto seguido, Sergio acomodó sus gafas con su dedo. Un tic nervioso.
── Ajam...── Él se acomodó en su asiento, la verdad es que no hacia mucho de no ser por el plan. ── ¿Salís al boliche, te juntas con tus amigos a cenar...? ──
── No, no, que va. No tengo el más mínimo sentido del ritmo. ── Comentó ignorando parte de la pregunta. No tenía amigos.
── ¿Alguna novia? ── Sergio apartó su mirada del libro por unos segundos. ── ¿Esposa?, ¿amante? ──
── Ya, habíamos dicho que nada de información personal. ── Sergio la miró rogando que aquel interrogatorio acabase ahí.
── Es sólo una pregunta, nada más. -- Ezeiza colocó una de sus piernas arriba de otra, provocando que su falda se subiera un poco. Sergio no pude evitar bajar la mirada y, luego de notar aquello último, volvió a subirla avergonzado. ── ¿No la pusiste? ──
── ¿Perdona? ── Sergio la miró confundido al no entender las frases de la argentina.
── Qué si sos virgen, ¿lo sos? ── Una risa salió de la boca de la chica, Sergio volvió a acomodarse los anteojos.
── He tenido relaciones. Varias. No han sido muchas ni tampoco duraderas, pero he tenido. Relaciones... bueno, pues esporádicas. Con esporádicas no me refiero a prostitutas, no me malinterpretes. ──
── Ya, ya. Tranquilo, que tampoco tiene nada de malo que hayas salido con prostitutas. ── Ella encogió los hombros divertida ante la situación. ── Con Tokio nos pusimos a pensar que a la gente le parecen sexys un montón de cosas. Bailar, los músculos, el pelo rubio, el acento francés. ── Sergio miraba a su alrededor buscando algún tipo de excusa que lo sacará de ahí. ── ¿Sabes lo que me parece sexy a mi? La inteligencia. Los hombres que te hablan y no puedes evitar admirarlos. Me calienta mucho que me hablen de cosas que no sé. ──
