𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟐.𝟒

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45 minutos desde la hora cero.

── Atención. Sois el Primer Pelotón de la VI Compañía de la BRIPAC. ──

Los argentinos se miraron al escuchar las indicaciones que daba el Profesor por el walkie-tokie. El momento había llegado. Ezeiza carraspeo su garganta, preparandola para levantar su voz y dar el anuncio a sus compañeros.

── ¡Escuchen! ¡Somos el Primer Pelotón de la VI compañía de la BRIPAC! ¡Uno seis, BRIPAC! ──

Los demás, al escuchar, se movilizaron rápidamente en busca de las calcomanías que serían puestas en el convoy. Palermo dió inicio a su cronómetro en ese mismo instante, calculando que tanto tiempo tenían.

── ¡Tenemos 16 minutos, 45 segundos! Los quiero con la sangre caliente, mente fría. ¡Vamos! ──

Ezeiza, diferencia de su compañero al mando, ayudó a sus compañeros a subir el armamento que faltaba dentro de los blindados. Palermo, por su parte, caminó de un lado al otro con el cronometro en sus manos a la vez que gritaba apresurando a sus compañeros.

── ¡A la guerra, carajo! ¡Vamos! ──

Todos se subieron en los blindados que les correspondían a cada uno. Una vez dentro, los coches se pusieron en marcha hacia el Banco de España.

Palermo, Tokio y Estolcomo se encargarían de persuadir a la guardia civil haciéndose pasar por tenientes de la BRIPAC. Ezeiza se encontraba dentro de uno de los convoys junto a Bogotá, esperando a que se les cediera la entrada al banco.

── Chicas, estamos entrando. ── Informó Ezeiza mientras trataba de ocultar en lo posible su rostro.

Estocolmo y Tokio se miraron, nerviosas al notar que el teniente Alcázar no tenía intensiones de dejar pasar al convoy. Durante el trayecto, Ezeiza se emocionó al ver la cantidad de gente que los estaba apoyando desde detrás de la baya. Gente con máscaras, con los monos rojos y hasta con fotos del rostro de ella impresos en camisetas. Eran como unas estrellas de rock con sus fans.

La realidad la azotó repentinamente cuando un trabajador de la guardia civil dió ordenes de detener el convoy.

── Che, nos están parando. ── Comentó nuevamente par luego darle una mirada de reojo a Bogotá, quién tenía un expresión sería.

Fue entonces que al cabo de unos largos minutos de suspenso, la guardia civil los dejó entrar al banco. Bogotá soltó una risa mientras miró de reojo a Ezeiza, quien le devolvió la sonrisa.

Lo que aquel grupo de atracadores no podía hacer, ahora lo hacía la Guardia Civil, el Ejército de España y hasta la propia seguridad del banco. Estos se encargaron de reunir a todos los rehenes en el lobby del Banco y proporcionarles las condiciones adecuadas para llevar a cabo el plan. Aikido.

El Robo Del Siglo || LA CASA DE PAPEL.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora