𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟐.𝟏𝟐

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── Señoras y señores, ha sido un placer. ──

Palermo caminó hasta el botón que abría las puertas de la fábrica. Llevaba un esmoquin negro y el cabello peinado, su rostro seguía con algunos lastimados pero ya no llevaba el parche. En una de sus manos cargaba un maletín de cuero oscuro, su salvoconducto. Matías, quien justo estaba haciendo su turno en el lobby, vió cómo el argentino colocaba dos minas claymore frente a él y los rehenes. Palermo tragó saliva con una expresión de preocupación en su rostro, temía por lo que fuese a sucederle una vez fuera. Su mano libre descendió lentamente con intenciones de presionar el botón que abría la puertas, pero un tiro lo impidió. Ezeiza y Tokio lo miraban desde lo más alto de la escalera, siendo esta última la que le propinó el disparo que lo detuvo.

── ¿Te ibas a ir sin despedirte de mí? ── Preguntó Ezeiza mientras bajaba lentamente junto a Tokio la escaleras. ── Palermo, ¿qué estás haciendo? ──

La respiración de Palermo aumentó, estaba en una situación complicada. No quizo despedirse de Ezeiza porque sabía que no podría salir del edificio sin que una parte de él se sintiera mal al respecto. Su otra parte era lo contraria, no iba a dar un paso atrás porque lo hecho, hecho estaba. Y su orgullo era demasiado grande cómo para quedarse por petición de ella.

── Palermo, vamos a hablar tranquilamente. Pero irte, no te vas a ir. ── Tokio dejó de apuntarlo una vez que ambas se posicionaron frente a la puerta, cada una con una mina apuntandole directamente.

Las palabras de Tokio no hicieron más que enojar a Palermo, quién siguió movimiendo con lentitud sin cortar contacto visual con ambas. Nuevamente, intentó presionar el botón pero los reflejos de Tokio fueron mucho más rápidos, disparandole muy cerca de la mano. Palermo logró quitar rapidamente su mano, salvandose de una dolorosa herida como la de Ezeiza.

── ¡Me hiciste un golpe de estado, hija de puta! ¡¿Qué mierda querés?! ── Gritó con furia, dirigiéndose a Ezeiza quien lo miraba negando con la cabeza.

── Nosotras llevamos el mando militar. Vos, el técnico. ── Explicó Ezeiza dejando unos silencios entre cada oración. Si ella se exaltaba, él también lo haría.

── El técnico. ── Repitió a la vez que asentía con la cabeza. ── ¿Qué clase de órdenes voy a dar ahí abajo? Ahora se funde, ahora no se funde. Inmersión, emersión. ¡¿Quién carajos te pensás que soy yo?! ¡No estoy para esta mierda! ──

── Ay, Palermo. Tan maduro para unas cosas, tan infantil para otras. ── Ezeiza colocó sus manos en su cintura, en una posición de empoderamiento pero también en una en la que le fuese más fácil agarrar su pistola si las cosas se complicaban.

El Robo Del Siglo || LA CASA DE PAPEL.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora