Los «Enamorados» Parte 1

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Los rayos del sol se sienten inclementes sobre mi piel, me despierto incomoda pero con una sensación de paz que no había experimentado en mucho tiempo.

Francisco me abraza por la cintura mientras  su aliento roza la piel de mi cuello, allí donde está sensible por los besos que anoche repartió entre caricias haciéndome suspirar de amor.

En algún momento entre los besos, las palabras dulces y apasionadas, nos quedamos dormidos y aunque estoy bastante segura de que todos los músculos de mi cuerpo están en desacuerdo, anoche fue la mejor noche de mi vida.

Al girarme un poco, puedo apreciar su rostro y aprovecho para grabar su imagen en mi retina. Su piel es clara un poco más oscura que la mía y no está cubierta por millones de pecas, pero tiene unas cuántas poco visibles sobre la nariz que le otorgan un aire de ternura, también tiene un lunar bajo el labio a la altura de la quijada que me provoca unas ganas enormes de besar, sus ojos cerrados muestran unas bonitas y largas pestañas oscuras y un par de líneas de expresión alrededor de sus párpados le conceden «ese» aire de sabelotodo que muchas veces me saco de quicio pero que hoy encuentro tan sexy, sin embargo lo que  hace que me enamoré un poquito más está mañana es su barba descuidada y su cabello despeinado porque muestran que Francisco no es perfecto, es una persona vulnerable y llena de matices que espero descubrir junto a él.

Y es que no puedo negar que mi «detestable profesor», es endemoniadamente guapo ; sin embargo, sé en lo más profundo que, aún, sí su rostro y su cuerpo no fueran convencionalmente bellos, yo seguiría viendo un rostro hermoso y su cuerpo seguiría atrayendome como el imán al metal.

No sé, sí por la intensidad de mi mirada Francisco empieza a despertar, sus ojos de un color azul profundo y oscuro me miran atentamente mientras una bonita sonrisa empieza formarse en sus labios

- Hola Amor, ¡Que guapa amaneces! - Su comentario me llena de una vergüenza que no conocía, pues inmediatamente pienso en que a esta hora mi cabello debe ser un desastre y mi rostro debe lucir un poco hinchado, no obstante me gusta sentir que junto a el puedo ser yo misma.

- Tu también estas guapísimo - Respondo sonrojada y una risita se escapa de sus labios, sé por su expresión burlona que va a añadir algo «más» y me preparo para contraatacar, pero antes de que alguno de los dos pueda refutar algo el sonido de un celular nos interrumpe.

- Es el mío - exclama apesumbrado mientras se levanta a revisar el aparato.

-¡Joder! En una hora tengo que reunirme con Diego!-

Su comentario me devuelve a la realidad una donde en media hora debería presentarme con mi jefe de voluntariado.

- mmmmm... De vuelta a la realidad - Me quejo

- Vamos guapa! Tenemos mucho por hacer!

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Por fin la tarde empieza a caer, lo que significa que pronto podré ver a mi mujer.

La ansiedad por verla me está matando desde el momento en que nos separamos cerca de su campamento.

Nunca entendí la necesidad de las parejas a mi alrededor de estar juntas, de tocarse aunque sea con un ligero roce o incluso compartir las horas de sueño. Mi cama siempre fue «sólo mía», jamás dormí con una mujer luego de "estar juntos", la sensación de calor del cuerpo ajeno, el hecho de no tener la cama ordenada y sólo para mi, el hecho de perder mi intimidad a la hora de descansar siempre me molestó. Pero inexplicablemente compartir anoche con Paula (aunque mi espalda no esté muy de acuerdo), es una de las sensaciones más increíbles que he experimentado, despertarse con el tacto de su piel, su aroma y su cabello despeinado, dormir escuchando su corazón y sintiendo su cuerpo tan cerca, es el mejor elixir para el estrés, lo más cercano al cielo que he experimentado.

Mi detestable ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora