La «¡Embarazada!»

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No puedo seguir con esto.

¡La duda me está matando!.

Frente a la farmacia, del centro comercial y aún dudando sí entrar, me doy cabezazos contra el bolso.

Debo parecer desquiciada.

Y un poco, sí, que lo estoy!.

¿Por que tenia que contarle a Francisco, sobre mi retraso?

Después de mi confesión, el pobre se quedó atónito. Y al reaccionar, luego de que María Lucia, se ofreciera a llevarme a casa (pues con el mareo de la mañana, no había llevado auto), Francisco invento una excusa para acompañarnos, no obstante, yo también invente, que mi madre estaba en casa, para que no intentará quedarse conmigo.

Se veía ansioso porque hablaramos.

Tuve que bloquear su número, para no seguir escuchado el celular.

No me atrevo a hablar con él, al menos hasta confirmar mis sospechas.

¡Bueno! - Me encojo de hombros - Por su actitud, al menos, no parece que piense que el bebé no es de él.

Un problema menos.

Sacudo la cabeza - Tengo que dejar de sacar conclusiones apresuradas.

Me levantó y dándome ánimos, como lo hacen en los programas asiáticos, me encaminó a la farmacia

- fighting!! - Me digo y un par de abuelos, se burlan de mi. Mientras funcione, ¿Que importa, sí, alguien cree que estoy loca?

La farmacia es enorme, tengo que pasar el área de pañales, teteros y las infinitas fórmulas de leche que existen para bebés; para ¡por fin encontrar lo que estoy buscando! ¿Estará organizado así, para prepararte para lo que te espera?

¡Que pésima estrategia de marketing!

Existen un montón de marcas diferentes de pruebas de embarazo.

Leyendo las fichas técnicas para decidir cuál llevar, no me percató de la presencia de la persona que se sitúa a mi espalda.

-¿Que haces con eso?- La inconfundible voz de mi hermana, me deja helada y terminó botando la prueba que está en mis manos.

Me volteó lentamente para encontrarme la aterradora imagen de Clara; más baja que yo y notablemente más sofisticada; mirándome seria.

Ahora entiendo lo que sienten sus empleados; con razón, siempre que ella está presente no se escucha ni el sonido de una mosca.

-Te hice una pregunta Paula -

-¿Ehhhh?

- Sabes que? ¡olvidalo!. Toma dos de cada una y vamos a pagar que tengo afán - Ordena, dejándome descolocada, pero sin ánimos de contradecirla, le hago caso y tomo las pruebas lo más rápido que puedo.

La cajera nos mira con una ceja alzada y una sonrisita en los labios; advirtiendonos, que no es necesario hacer «tantas» pruebas y que la cuenta saldrá por «un ojo de la cara».

- Eso no es problema suyo - Clara habla segura y cortante - Haremos un experimento, así que apurese que nuestro tiempo, sí, que es valioso - añade

La pobre cajera baja la cabeza y nos despacha rápidamente.

Clara, con su escaso metro cincuenta y sus ojos claros, puede llegar a ser temible.

Y «Yo» ¡estoy aterrada!.

No era así, como me imaginaba que saldría de la «duda».

Mi hermana me exige que la siga y durante el camino, lo único que se escucha, son los suaves sonidos del auto último modelo que permanece como siempre impecable.

Mi detestable ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora