Los «Quemados» Parte 1

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Llegué cinco minutos tarde a mi «cita» con Francisco, en mi defensa fue el tiempo que tarde de más en elegir que conjunto de ropa interior usar. Sentía que ninguno me favorecía y tuve que tener una sería conversación con mi yo del espejo para convencerme, que soy hermosa!

Luego de enfrentar mis serias dudas existenciales y lograr encontrar con ayuda de mi gps, el famoso planetario. Me encontré con una vista que me dejo en trance.

Francisco estaba sentado sobre uno de los escalones de la entrada del planetario y se veía «increíble» traía una chaqueta de cuero café, que nunca le había visto y sus típicos jeans negros; una camiseta blanca ajustada a sus músculos y la expresión de un niño perdido. Nunca le había visto usar nada que no fuera negro y pensé que de esa forma se veía más «joven» no que fuera taaan mayor a comparación mía pero igualmente nos llevábamos ocho años y sobretodo casi una década de diferencias.

Creo que me lo comí con la mirada, se veía tan sexy y a la vez tan tierno que me sentí muy afortunada por saber que era a mi a quien esperaba.

Habría seguido admirándolo por horas si no fuera por que un adolescente de unos 14 años que se me acerco y me dijo;

- Cierrre la boca, se le van a entrar las moscas... babosa! - sus amigos se rieron con el y siguieron su caminó

Después de tremendo «oso», respire profundo y decidí saludar, no se me olvida que Francisco «detesta» la impuntualidad.

- Hola - dije de forma tímida e inmediatamente Francisco se levantó y clavó su mirada en mi, fue la primera vez que pude definir el color de su mirada oscura.

-Hola, ¿Entramos? - Me dijo de forma nerviosa y asentí tímidamente.

El silencio que le siguió mientras entrábamos al planetario fue «incómodo». No podía dejar de pensar en la canción que le había dedicado, en sus besos y en que esté hombre super guapo era mi profesor. Sin embargo a pesar de la timidez y miedo, me moría de ganas por darle la mano y que me besara profundamente.

A medida que fuimos interactuando en el planetario y que empezó a enseñarme sobre un montón de cosas de astronomía que no tenía idea, empezamos a dejar la timidez, Francisco se notaba tenso y nervioso, pero en algún momento tomo mi mano sudorosa y las mariposas en mi estómago se alborotaron, la tarde se me paso en un suspiro y terminamos viendo un espectáculo de luces como tributo a alguna banda de rock que a ambos nos gustaba.

-Aun es temprano,¿Quieres ir por algo de comer?- Me pregunto

Aunque algunas veces puedo llegar a ser algo «inocente» y despistada, la forma en que me miro me dio a entender que en realidad, sí, decía que «si» íbamos a hacer algo más que comer. Pero no por nada pase más de media hora eligiendo que conjunto de ropa interior ponerme, así que con toda la valentía que fui capaz de encontrar decidí que está noche simplemente me iba a dejar llevar sin pensar en las consecuencias «Carpe diem»

Pasamos un rato agradable lleno de risas que jamás pensé podría compartir con alguien como Francisco que parecía tan estirado y presumido, no obstante sus comentarios sarcásticos y su humor negro me tenían embelesada. Llegó un punto donde estoy segura ambos podíamos sentir la necesidad apremiante del otro por tocarnos, por sentirnos; la tensión y el magnetismo eran insoportables, me moría de ganas porque me besara, por sentir su aliento rozar mi piel; sentía calor y una sensación de pesadez que sentía sólo podía calmar entre los brazos de Francisco. Sin embargo estábamos en un lugar público y aunque la mirada de mi profesor se sentía ardiente era momento de dar el siguiente paso.

- Mi apartamento está cerca... - A pesar de que nuestras miradas se decían todo lo que no éramos capaces de decir con palabras, Francisco se veía incómodo y algo apenado por las palabras que estaba implicando

- ¿Quieres que vayamos a tomarnos algo... aquí... aquí hace mucho calor... y... bueno...

- Si - dije más alto de lo que pretendía con voz ahogada y sin dejarlo terminar su idea, creí que era mejor no pensar y sólo actuar, dejarnos de ir por el instinto.

Seguramente la reacción de Francisco se vio cómica si la analizas con cabeza fría, ya que inmediatamente se paro y tropezó con un hombre lleno de tatuajes que traía un par de cervezas y volcó sobre nosotros pero que sin embargo al ver la expresión ofuscada de mi acompañante se limitó a ofrecernos una disculpas y a marcharse. Francisco me consiguio algunas toallas de papel y canceló lo más rápido que pudo la cuenta y como si estuviéramos en medio de un simulacro salimos lo más apurados de aquel lugar.

El aire frío de la ciudad sumado a la cerveza helada que aún reposaba sobre mi pecho, hizo que empezará a temblar, pero los brazos de mi profesor se convirtieron rápidamente en mi refugio, de esa forma ma, caminamos en silencio hasta su edificio.

Francisco vivía en pleno centro de la ciudad en un edificio antiguo y bien cuidado, tenía toda la pinta de ser uno de eso edificios de «patrimonio histórico» con balcones coloniales y retoques finos de pintura. Al llegar tomo mi cara y me miro fijamente como preguntándome si quería continuar adelante con lo que ambos éramos conscientes que estaba a punto de suceder, no dije nada, me quedé en silencio, Sin embargo estoy más que segura cuál fue la respuesta que Francisco pudo leer en mis ojos, pues nunca había sentido tal necesidad y tal confianza con alguien, en ese momento lo único que podía pensar era que «él» era todo lo que «necesitaba» y todo lo que «quería»

El beso que me dio a continuación fue uno de los besos más dulces, necesitados y tiernos que nunca recibí. Un beso que se sintió como una «promesa».

Subimos en silencio usando un ascensor lleno de espejos y detalles hermosos, Francisco me tomo todó el tiempo de la cintura como un acto que se sintió casi natural.

Al llegar a su apartamento, no obstante, la actitud tierna y casi protectora que durante el camino me profeso, se convirtió en necesidad de mas, Francisco me arrincono contra una mesa y me beso como si quisiera «comerme», nunca había sentido tal necesidad en alguien e inmediatamente mi cuerpo se sintió ligero y ardiente, el fuego empezó a consumirnos y pronto se instaló un dolor dulce en mi bajo vientre que me obligó a intentar pegarme lo más que pude a mi profesor, sentí la necesidad de fundirme con él. Sentí que me quemaba...

Mi detestable ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora