La «De ayer»

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Es curioso como de un momento a otro las cosas cambian radicalmente, siento como si  la persona que habitaba mi cuerpo ayer fuese otra muy diferente a la que habita hoy; anoche fue sin lugar a dudas la mejor noche de mi vida, sus besos, sus caricias, las palabras que me susurro, cada aroma, cada huella de su tacto estará gravado para siempre en mi memoria.

Pero me siento tan lejana, es como si la noche que viví apenas ayer hubiese ocurrido hace años luz. 

Me siento como en el limbo, no soy capaz de sentirme triste o feliz, simplemente es como si todo lo que sucedió fuese ajeno a mi y al mismo tiempo tan propio que deseo aferrarme fuertemente a ello. 

Pero como todo en la vida, sé que pasará.

Cuando desperté está mañana en una cama ajena con las más impresionantes vistas del centro de la Capital, envuelta entre sabanas oscuras y el aroma que seguramente describe mi «amortentia» creí que estaba en mi propio cielo personal. Sin embargo  mi vejiga me recordó que estaba en la misma dimensión de ayer y por si aún me quedaban dudas el dolor en mis partes intimas y en músculos de mi cuerpo que apenas sabía que existían,  se encargaron de bajarme de la nube y aterrizarme en la realidad.

Quisiera no recordar   lo que sucedió a continuación, pues fue el momento más incomodo de mi vida; no puede compararse siquiera a la vez que dijeron mal mi nombre el día de mi graduación o la vez que un chicle se me pegó a la falda en esa reunión importante de mis padres.

No,  nada fue tan vergonzoso como la escena de ayer en la mañana y más que vergonzoso, nada fue tan doloroso.

Francisco volvió a ser ese hombre hosco e increíblemente inasequible que conocí hace un par de meses y yo me convertí ante los ojos de él nuevamente ante sus ojos en la «niñita» que siempre fuí.

No esperaba despertarme sola, guardaba la esperanza de amanecer entre sus brazos; cuando no encontré a Francisco a mi lado sentí miedo, incertidumbre, así que al ver que no pensaba volver a la cama y escuchando el típico ruido de la cafetera, decidí ponerme la ropa y llenarme de valor para saludar al hombre que amaba  con una sonrisa.

Pero para mi desazón Francisco apenas y pudo devolverme la sonrisa, sin decir palabra me ofreció un café cargado y unos huevos revueltos; la tensión del momento me hizo entender que las cosas no iban bien.

Fue el peor desayuno de mi vida y el mas silencioso, me concentre en no derramar ninguna lágrima y en intentar pasar mi desayuno, no fui capaz de expresar palabra alguna, quería preguntarle que pasaba. Me habría encantado tener el valor de enfrentarlo, de gritarle, de robarle un beso, de exigirle una explicación; pero en lo más profundo de mi ser supe que era inútil, Francisco se había arrepentido y todas la confianza que habíamos construido ayer se derrumbó.

Finalmente, el estómago se me cerró y fui incapaz de continuar allí, me levante lo más dignamente posible y por primera vez le dirigí la palabra.

- Mi hermana me espera para almorzar con su familia- le dije con la voz contenida por las lágrimas

- Ah... Vale, nos vemos en clase Triana. - Me dijo sin siquiera mirarme muy concentrado en su teléfono

Decidí no contestar y dando un portazo salí de aquel lugar que apenas ayer me pareció la tierra prometida y hoy sentí como el mismísimo infierno.

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Después de todo termine cancelando el almuerzo con mi hermana.

Cuando Clara, supo que no iría con mis padres a la hacienda me pidió que almorzara  con ella, pero como entenderán lo ultimo que quería era tener que dar explicaciones de porque mis ojos estaban irritados y mi voz se quebraba cada cinco minutos.

No se que excusa le invente, pero desde entonces he estado acostada analizando las figuras de la madera del techo de mi habitación, mientras siento que el mundo ya no es el mismo y que algo muy profundo se quebró dentro de mi.

Me gustaría volver a ser «la de ayer»

Mi detestable ProfesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora