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El camino a la heladería fue muy corto, sólo alcanzamos a intercambiar algunas palabras. Él pidió un helado de chocolate amargo y yo una gaseosa con pajilla, pagué y luego de eso nos sentamos en una banca a comenzar a comer. Estábamos en silencio, solamente opacado por el cantar de los pájaros, las pisadas insistentes y las abejas que regresaban a su panal; no era para nada incómodo, en el poco tiempo que lo conocía ya habíamos formado lazos fuertes como para no sentirnos así. Tenía el cuidado suficiente para evitar que la mascarilla se moviera al consumir la soda pasando el popote por debajo.

No me dí cuenta cuando mi estómago empezó a rugir de hambre, no había comido nada desde ayer en la tarde y ya estaba empezando a pasarme factura.

— ¿Tienes hambre? — preguntó Killer, no podía negarlo así que solamente asentí. — Hay un pequeño restaurante cerca de aquí, la comida es barata y rica, si quieres vamos.— medite durante unos segundos; no podía arriesgarme a qué las marcas de plumón se vieran, sería vergonzoso. Tampoco podía negarme, quizás él se lo tomaría a mal y me dejaría de hablar o algo así.

— ¿Te parece si mejor vamos al cine?, Yo invito. — era la excusa perfecta, con la poca luz del lugar apenas y se notaría todo lo que escondía. Miré que se puso nervioso al instante, así que seguí hablando. — En plan colegas, claro. — relajo sus hombros y me sonrió, al parecer le gustó la idea, pero seguía igual de intranquilo.

— Tú te la has pasado invitandome cosas, yo no te he dado nada a cambio. Eso no es muy wendingo de mi parte. — rascó su nuca con las yemas de los dedos.

— Me hace falta compañía, a parte quiero que me sigas llevando a casa cuando me pase de copas en el bar. ¿Te parece si te pago así?, Claro, si tienes tiempo. — miré a Killer y aunque no pudiera distinguir mi gesto le sonreí.

— Vale — Sostuvo la a unos segundos como si se estuviera convenciendo a sí mismo.

Fuimos al cine, vimos una película y me dí cuenta de lo mucho que le fascinaba el séptimo arte. Me apena decir que incluso nos aventuramos en el arcade que estaba en la misma cuadra, dejándolos vacíos pues a ambos se nos daba bien aquellos juegos infantiles; también, nos pasamos por la rueda de la fortuna al verla vacía en pleno centro.

En ningún momento me quité la mascarilla ni los lentes del todo cosa que ya me estaba fastidiando bastante. Justo cuando nuestra canasta iba a subir a lo más alto ví que las luces que adornaban las uniones eran violetas y aprovechando que la noche estaba llegando me decidí a quitar mi cubrebocas y las gafas de sol por fin pues la tinta quizás estaría camuflada.

Pude ver un brillo singular en los ojos del albino, también como los agonizantes rayos de luz reflejaban en su blanca piel un brillo tenue.

— Te ves muy bien — dije y sus mejillas se tornaron rosadas, un cambio apenas perceptible.

— ¿De verdad? — preguntó algo avergonzado.

—Si — le miré directamente a los ojos, sonriendo — porque la luz de este lugar hace que te veas cada vez más radiante. —

Repetí lo que acababa de decir en mi mente, sin duda alguna era lo más atrevido que había hecho hasta la fecha.

No conocía mucho a Killer, de hecho apenas y sabía cosas acerca de él, pero me sentía extrañamente en una tranquilidad inquebrantable, tan cómodo que apenas y recordaba que aquel que tenía enfrente no era nadie más que un conocido, el bartender cuya convivencia no rebasaba dos días completos.

Aún así me sentía en confianza.

— Eh... Gracias. — su voz suave sonó baja, quizás no sabía qué más decir o, por el contrario, reprimía una frase que quería salir. Cuando la rueda finalizó su camino y nos tocó bajar un silencio sepulcral reinó entre nosotros; Killer me dirigió una mirada avergonzada y luego le prestó atención a el reloj sobre la mesa del maquinista, casi se le sale el alma del cuerpo al ver la hora. — Mierda, ¡Tengo que correr! —

Habíamos pasado tanto tiempo juntos, pero se sentían como si apenas fuesen segundos; no nos dimos cuenta. Él me miró alarmado y luego, sin decir nada, comezó a correr. Por inercia lo seguí.

— ¡Oye, espera... Si quieres pido un taxi y que te lleve a donde tengas qué... — no pude continuar, me interrumpió antes de dar la vuelta por una esquina.

— ¡No creo que quieras ir por ahí sin la cara tapada, gracias por todo, nos vemos en el bar! — me quedé quieto mientras desaparecía de mi vista. Se me había olvidado completamente cubrirme de nuevo la cara.

Él había visto los trazos en mi rostro, y aún así no dijo nada ni se burló de mí, quizás no le importó ni lo más mínimo por lo que no debería preocuparme, pero menuda vergüenza.

— Me cachis... —

𝕍𝕚𝕠𝕝𝕖𝕥𝕒  [ᴋɪʟʟᴇʀʀɪᴄʜ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora