— ¡Ricardo!, ¿Todo fué bien? — Preguntó el hermano de Rich mientras bajaba del auto para dirigirse a nosotros. Si no me dijeran que se trataban de diferentes personas, por su voz, creería que son la misma.
— Tampoco es como si en un funeral pudiera ir de maravilla. — Dicho eso, se abrazaron en algo que podría definir como una tremenda tristeza, pero también, alegría por estar juntos. Conocía esa sensación perfectamente.
— Ya lo sé, pero... Me entiendes, ¿No? — Desvió su mirada hasta toparse con la mía. — Este blanquito de aquí debe ser Killer, ¿Me equivoco? —
— Para nada, soy yo. Me llamo Rubén, mucho gusto — extendi mi mano y él la estrechó, yo era un par de centímetros más alto que él, pero de alguna forma me sentía intimidado.
— Llámame Ryan, cuñado. — revolvió mis cabellos un poco, ya sabía lo que Rich sentía cuando se lo hacían a él. — Ricardo me ha hablado mucho de tí, que bueno que pudo encontrar a alguien. Si le haces algo malo, no me importaría volver al Nether con una condena, así que espero lo quieras mucho. — Inmediatamente tragué saliva ante la amenaza.
El menor se puso entre ambos, apartando un poco a Ryan quien, ante eso, rió sonoramente.
— Es que nunca cambias, ¿Y qué es ese nombre?, ¿Ya te dieron los papeles? — el más alto, con una sonrisa de oreja a oreja, le enseñó el sobre que tenía en manos.
— Puedo residir en el overworld legalmente, así que tendrás que hacerme un hueco en tu hogar, hermanito.— Me miró de reojo —bueno, si es que tienes alguno en casa. —
— Ya sabes que si — Luego de eso, un policía nos pidió que nos fueramos a retirar pues la zona se cerraba pronto para evitar desastres. — Bueno, vendré por tí mañana, podríamos pasar a comprarte ropa un poco mejor que eso que traes puesto —
— ¿Qué tienes en contra de los uniformes?, Creí que te gustaban... — Hizo un gesto infantil para después chocar puños con ambos. — Killer, cuídalo, me das buena espina... No cualquiera tendría los santos cojones para querer salir con él — el menor le golpeó el brazo, indignado; él ni se inmutó — ¡Que vaya bien! —
Luego de eso tuvimos que salir del campamento. Decidimos que, a diferencia del camino de ida, la vuelta sería en el transporte público pues ninguno de los dos contaba con auto.
Nos subimos en uno de los buses que retornaban por mi casa; le sugerí al pelinegro pasar la noche conmigo y aceptó. Había poca gente dentro del vehículo así que aprovechamos un par de asientos solitarios hasta el fondo; él se sentó a un lado de la ventana y yo del pasillo.
Con mi mano viajé desde mi muslo hasta su cuello, pasando mi brazo por este para poder abrazarlo, él tomó mi palma quieta y entrelazó nuestros dedos. Yo estaba que me quemaba por dentro; simplemente no importaba que llevasemos un día, una semana, un mes o un año de relación, las sensaciones bajo su tacto me hacían sentirme más joven e indefenso de lo que era.
Él se había convertido en mi mundo entero.
Cerré mis ojos disfrutando de aquel momento mientras éramos alumbrados por la luz del atardecer, estaba tan feliz a pesar de las circunstancias que podría llorar de nueva cuenta.
— ¿Alguna vez te dije que me encanta cuando respiras? — susurró dejando de juntar nuestros dedos para después mover su mano hasta mi pierna — Siempre estás en calma, aún cuando lloras, tu sollozos son tranquilos. —
— No lo sabía — él asintió en un corto movimiento y me miró directamente a los ojos que, para ese momento, ya estaban abiertos.
— También me gusta mucho cuando me miras — bacilo un poco moviendo su pie en círculos — es... distinto a cuando los demás lo hacen. — no aguanté más y le dí un beso en la punta de la nariz.
No dije nada, sinceramente no quería que aquel momento en que sacaba a flote sus sentimientos se apagara. Mantuve mi mano en su mejilla acariciándola de vez en cuando, él me veía con una expresión neutral.
En cuanto llegamos a la parada cerca de mi casa, bajamos del camión mientras yo sostenía su mano para que no se quedase atrás. La nieve comenzó a caer a mayor volumen para después cubrir el piso y los techos de las casas en su totalidad.
Íbamos en un cómodo silencio que únicamente era opacado por el sonido de los autos que pasaban por la calle. En el instante en que estuvimos frente a la casa, Rich me jaló haciendo que tropezara y cayera encima de él sobre la acerca cubierta de nieve que seguramente había amortiguado el golpe. Me tomó del cuello del saco que llevaba y me besó en los labios sin importar si nos veían o no los vecinos.
Le seguí el juego, tampoco me iba a negar. Lo que me dolió en mi pequeño corazón fué cuando el cabrón tomó una bola de nieve sin que me diese cuenta y me la estampó en toda la cara; aprovechó para quitarse de abajo y correr hasta uno de los árboles del vecindario para protegerse mientras preparaba “municiones”.
Yo no me quedé atrás; mientras con una mano tomaba nieve, con la otra me ayudaba a compactarla en una esfera.
— ¡Cabrón, ven aquí! — cuando vió que iba enserio, su traviesa mirada cambió a una un poco más asustada.
— ¡No! — le lancé la bola, quedó estampada en el tronco del árbol. Él contraatacó dando justo en mi cara de nueva cuenta.
Tomé otra, y otra... No supe en qué momento dieron las 8 inmerso en aquella pelea entre la nieve. Cansado de tener la cara más fría que los postes de metal, me metí en la casa sin avisarle al pelinegro; vaya que quedó desconcertado.
Dejó su “armamento” a los pies del árbol en el que se había escondido al comienzo de la batalla y me siguió detrás, seguramente pensando que me había enojado.
Lo sorprendí cerrando rápidamente la puerta una vez ambos estuviésemos dentro y acorralandolo en una de las paredes. Tomé su mentón haciendo que me mirara fijamente y agarré su cadera acercándonos más.
— Necesito calor, ñe — lo dije con una de las voces que solía hacer, él rió nervioso, desviando la mirada a alguna parte que no me importaba demasiado.
— Eres un capullo — acerqué mi rostro al suyo lentamente.
— Soy tu capullo, cariño — nos besamos nuevamente, la cosa fué subiendo de tono y, al acabar aquel acto de amor, se quedó dormido.
Yo iba a seguir sus pasos, pero noté algo que me trajo un bonito recuerdo: las luces decorativas de la casa de Cecililla eran violetas, lograban traspasar la cortina terminando en la espalda del pelinegro.
“Las luces de este lugar hacen que te veas cada vez más radiante”, una vez me dijo.
Besé su frente y por fin dejé que Morfeo me tuviese en sus brazos unas cuantas horas.
Esa noche era bastante fría, pero no sentí la tempestad estando a su lado.
Desde enfermedades cardíacas, hasta migración. Esto es 💜Violeta💜
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𝕍𝕚𝕠𝕝𝕖𝕥𝕒 [ᴋɪʟʟᴇʀʀɪᴄʜ]
Fanfiction𝑷𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒂 𝒍𝒖𝒛 𝒅𝒆 𝒆𝒔𝒕𝒆 𝒍𝒖𝒈𝒂𝒓 𝒉𝒂𝒄𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒆 𝒗𝒆𝒂𝒔 𝒄𝒂𝒅𝒂 𝒗𝒆𝒛 𝒎𝒂́𝒔 𝒓𝒂𝒅𝒊𝒂𝒏𝒕𝒆 [Inconclusa hasta nuevo aviso... nunca] •°Fanfic Killerrich