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Los pétalos de las flores rosadas de los cerezos caían delicadas sobre aquella caja de madera que resguardaba del frío al inerte cuerpo de Nia.

El llanto estaba presente en silenciosos quejidos por parte de los presentes; era yo uno de ellos.

Sostuve con firmeza la mano de Killer, él ya no lloraba, pero las tonalidades rojas de su rostro dejaban en evidencia que lo había hecho mucho las últimas horas; a su lado, en una silla de ruedas, se hallaba Kolo quién no se cansó de rogarle a Bagettita para que le dejase venir.

Cuando la tierra cubría el ataúd para poder dejarlo seis metros bajo el precioso pasto que después colocarían, una canción sonó de fondo obra de aquellos músicos que alguien previamente había contratado. Me descoloque bastante cuando Kolo dijo algo que apenas logré escuchar.

— Debería ser yo quién esté muerto — murmuró — Nia no se merecía esto —

No podía negar la inmensa culpabilidad que sentía, junto a mi hermano que estaba el campamento pues tenía que seguir resguardado hasta que todo el tema de la guerra se viese resuelto. Yo, inmerso en una perfectamente escondida agonía, me situé detrás del castaño posando mis manos sobre sus hombros. Hablé lento y en voz baja.

— Nadie merece morir, tanto tú como Nia. Ella falleció haciendo algo que amaba con toda el alma, salvó tantas vidas... Y la tuya es una de ellas. — Killer me vió de reojo, Kolo únicamente se quedó en silencio. — No digas que su trabajo fué una pérdida de tiempo; su hora llegó y lo único que nos queda es llegar a la pronta resignación... Ella se fué feliz sin deber nada pues hizo todo lo que quiso a tan corta edad. No hay mejor forma de honrar su memoria que vivir, porque tarde o temprano, la encontraremos dónde sea que haya ido. — suspiré. Sentí los fríos dedos de mi cuñado rozar con los míos.

No pasó mucho para que el funeral concluyera, habíamos llegado en el auto de Kaumaru así que él sería quién nos llevaría de regreso a casa.

— ¿Gustas comer con nosotros?, Santiago tiene hasta las 6 para volver al hospital, apenas son las 12 — cuando nos alejamos, preguntó Killer y yo asentí. El corto camino fué en silencio, yo estaba de copiloto y los gemelos en la parte de atrás.

Una vez en la casa de mi pareja, Kau fué el único que no se bajó del auto.

— Tengo que ir a llevar el casco con Tonacho para que lo repare, el sonido volvió a fallar. Lamento no poder acompañaros — Se excusó señalando uno de los costados de su artefacto.

— No hay problema, otra ocasión será. Que vaya bien — el de ojos grises sonrió y dió media vuelta empujando la silla de su hermano quién, de igual manera, se despidió.

— Por cierto... Rich, no te olvides de pasar a la casa de Nia por los álbumes y esas cosas, a menos que quieras que se vayan a la caridad. — Sugirió para después volver a poner en marcha al auto.

— Claro, iré luego. — dicho eso, me despedí y, junto al par de hermanos, me adentré en la modesta casa.

— Joder, hace mucho que no la veía... — Kolo recorría con la mirada cada rincón, tenía una evidente nostalgia — está tal cual la dejé —

— Lo sé, si quieres prendo la televisión, aunque ya poca cosa buena hay ahí. — sugirió mi novio al tiempo que revisaba qué había en el refrigerador para poder cocinar.

— ¿No tienes los viejos discos de papá?,  De esos raros que daban los monstruos. — Esperanzado, preguntó.

— Los vendí cuando recién te internaste, para pagar los análisis. — Sacó unos cuantos tomates, lechuga, cebolla, zanahoria, entre otras cosas.

Al ver la cara triste del castaño, saqué mi celular y busqué entre todas las carpetas de música la que contenía las canciones grabadas de los vinilos. Se lo pasé e inmediatamente se puso más contento haciendo que sonará a todo lo que la bocina de mi teléfono podía.

— ¡Ey, Rich!, Ayúdame con la ensalada. — Killer marinaba filetes de pollo para poder asarlos, yo hice caso y me fuí a la cocina para poder ayudar.

Me pasó una tabla para picar y un cuchillo, rápidamente comencé a cortar las verduras tan finas como podía. A mi lado, preparando el plato fuerte, Rubén ponía la sartén en la lumbre.

Justo cuando puso una de las pechugas finamente cortadas sobre el caliente metal, dió un paso para quedar detrás de mí y me abrazó pasando sus brazos por mi cuello y reposando su cabeza sobre uno de mis hombros.

— Gracias por hablar con Kolo, sé que también para tí es duro... — beso mi mejilla y, en un movimiento rápido, sus manos viajaron hasta las mías haciendo que soltará el cuchillo.

— Nadie merece pensar en eso, aún cuando se trata de una etapa del duelo... Sé que él es toda tu familia y me duele verlo sufrir tanto como cuando te veo a tí en la misma situación. — Me voltee quedando de frente, él hizo a un lado la tabla y me elevó de los muslos para que pudiera sentarme sobre la barra.

— Tú también eres mi familia, cabrito. — luego de eso, me dió un beso en los labios que no duró mucho pues había que voltear el pollo — tengo entendido que a Santiago lo dan de alta en una semana, y tu hermano no tarda en ser liberado... ¿Te gustaría salir por ahí con ellos?, Sería wendingo. —

— Me parece bien. Estamos a nada de que sea año nuevo, ¿Y si salimos a acampar en la montaña para ver más de cerca los fuegos artificiales? — sugerí, habíamos decidido no celebrar Navidad después de lo que había pasado, así que no estaría mal pasar un rato fuera de la ciudad para reanimarnos.

— ¡Si, tío! Nos la pasaremos genial — Luego de eso, cada uno continuó con lo suyo hasta que terminamos de hacer la comida.

En aquella mesa para cuatro, nos sentamos uno en cada lado disfrutando de los alimentos preparados anteriormente. Había cierto silencio incómodo, pero nada que no pudiese amortiguarse con la música de mi celular.

— Bueno... ¿Cuándo piensan casarse y tener hijos? — preguntó inocentemente el castaño; mi respuesta más rápida fué atragantarme con una rodaja de tomate. — Oh, vamos, quiero sobrinos si o si... Ya sean o no de sangre. — Killer se quedó mirando a su gemelo con una ceja levantada.

— ¿No 'stas viendo que estoy chiquito?, Además, deja aunque sea que cumplamos un año — yo, ya más relajado, comencé a beber del agua que me había servido hace poco — O quizás... ¿No estás embarazado, Richito? — escupí el agua, aquellos dos se habían puesto de acuerdo para molestarme.

La tarde pasó igual de amena, platicamos, reímos e incluso recordamos el pasado junto a la doctora hasta que llegaron las 5. Decidimos ir caminando hasta el hospital puesto que teníamos suficiente tiempo. Kolo disfrutaba de ver el exterior por encima de su bufanda y nosotros dos de la compañía de ambos.

Bagettita nos recibió una vez ahí, tomó la silla de ruedas de Kolo y lo regresó hasta cuidados intensivos. Una vez nos despedimos fuimos hasta el campamento para poder visitar a mi hermano quién estaba fumando arriba de uno de los autos. Estaba vendado y en su regazo tenía un sobre con diversos papeles, ajeno al frío que hacía, aunque esté le hiciese daño.

𝕍𝕚𝕠𝕝𝕖𝕥𝕒  [ᴋɪʟʟᴇʀʀɪᴄʜ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora