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El auto iba a una velocidad moderada, estaba todo fríamente calculado para hacer de este día el mejor de nuestra vida, por lo que incluso el tráfico estaba contemplado... Bueno, todo a excepción del temperamento de Tonacho.

— ¡Muevanse hijos de la gran puta! — gritó, espantandonos a los otros tres dentro de ese vehículo. Killer le cubrió las orejas a Violeta para que no escuchase.

— ¡Calla, capullo, que vamos a buena hora! — Grité, mirando mi reloj. Violeta, que estaba sentada entre los dos en el asiento de atrás, me miró confundida.

— Creí que los novios iban en una limosina a su boda... Y que no se veían antes de la ceremonia— Killer suspiró, pues ya se esperaba esa pregunta.

— A quien no se le ve antes de la boda es a la novia, y como somos dos chicos, tampoco es como que interese mucho... A parte, prácticamente es el mismo traje pero de distinta medida y color. Sinceramente ¿No crees que una limosina es demasiado?, Hay que ahorrar gastos para tu universidad. — Tonacho se descojono, pues sabía la realidad.

— Que fue porque no había ninguna en la que entraras, porque mides lo de un poste y la única agencia que renta limosinas es propiedad de la misma vieja que nos rentó el terreno aquella vez. No le mientas a la niña. — Aguanté la risa al tiempo que Rubén miraba al piloto como si quisiese ahogarlo.

Poco tardamos en llegar. En el recinto ya estaban la mayoría de los invitados, al igual que nuestros hermanos esperando pacientemente por nuestra llegada. Como los padres de ambos estaban en el más allá, la persona que nos entregaría a los dos en ambos casos serían nuestros familiares más cercanos, pues lamentablemente no habían dos Kaumaru. 

Miramos el altar una vez bajamos del auto, apegado a una idea católica sin serlo, pues por ser dos hombres no podíamos casarnos “bajo la palabra de Dios”. Cada uno de nuestros hermanos nos llevó a un lugar diferente para arreglar detalles del traje y otras cosillas mínimas como el cabello.

Violeta se fue con Cecililla, pero en cuanto Ryan le hizo una señal, llegó conmigo pues ella había hecho coronas de flores para ambos. Las dos de color blanco. No era fan de estas, pero viniendo de mi niña, era obvio que iba a aceptarla y colocarmela con una sonrisa.

Estaba que me moría de los nervios, ¿Así se sentía tener una boda?, ya era mi segunda, pero nunca tuve tantos sentimientos dentro del estómago.

¿Y si algo salía mal?, ¿Y si me caía en pleno camino?, ¿Y si justo ese día temblaba?, ¿Y si Great Glorious volvía?, ¿Y si Killer me decía que no?. Inmerso en mi nube gris de miseria, no escuchaba a Ryan y mi mirada se mantenía perdida, mirando al infinito. Para sacarme de mi cabeza, él me sacudió tomándome de los hombros.

— Capullo, todo va a salir bien. Si te preocupas por todo no vas a disfrutar tu día, déjame los detalles a mí. Ahora, ¿Estás seguro de que este saco no lleva una corbata roja? — continuó afinando los detalles después de eso. Si bien calmó un poco mis dudas, no estaba del todo tranquilo.

Cuando el recinto se llenó y la hora exacta en que la ceremonia comenzaría llegó, Violeta comenzó a cubrir la alfombra de pétalos blancos recogiendolos de una canasta. Después de ello, entraría Killer, quién sostenía la mano de Kolo con firmeza; ambos iban en dirección al altar antes que nosotros. Ryan y yo caminábamos juntos, yendo en la misma dirección al son de la música.

Sentí ese camino como si fuese una eternidad, pues desviaba la vista para todos lados encontrándome con la sonrisa de mis cercanos, y las lágrimas de pocos aquellos que habían presenciado nuestra relación desde el comienzo.

Cuando volví a poner la vista enfrente, Killer ya estaba en su lado correspondiente, mirándome con una enorme sonrisa igual de genuina que su amor por mí. Ryan soltó mi mano en cuanto yo llegué a dónde me correspondía.

Estando frente a él, conectando nuestras miradas y olvidandome de mi entorno por unos segundos, perdí cualquier resto de ansiedad al instante. Rubén estaba ahí, viéndome como lo más hermoso que jamás pudo haber apreciado; tomó mis manos suavemente, en un movimiento tan delicado que ni siquiera lo percibí del todo.

El representante del registro civil comenzó con el discurso de bodas, aunque sinceramente no le presté tanta atención como debí.

— Damas, Caballeros, estamos aquí reunidos para presenciar la unión de dos almas en matrimonio... — ahí volví a cuestionarme cosas que no debía.

¿Era acaso el matrimonio la cúspide de nuestra relación?, No, no quería. Soñaba con continuar creciendo juntos, junto a nuestra hija; no sólo laboralmente, sino como personas.

No era una opción para mí llegar a casa y colgar las fotos de nuestra boda, recordando con nostalgia estos momentos mientras la infelicidad me consumía. Haría de este el comienzo de algo grande, el proyecto más ambicioso de mi vida: una vida feliz.

— Ricardo — Por fin presté atención cuando el representante dijo mi nombre, saliendo de mi segundo trance del día. — ¿Aceptas a Rubén como tu compañero de vida, sobreponiendo su amor ante lo próspero y lo adverso, ante la salud y la adversidad, ante la riqueza y la pobreza, hasta que la muerte los separe? —

— Si, acepto — contesté. Mis manos comenzaron a sudar haciendo que Killer lo notara.

— Rubén, ¿Aceptas a Ricardo como tu compañero de vida, sobreponiendo su amor ante lo próspero y adverso, ante la salud y la enfermedad, ante la riqueza y la pobreza, hasta que la muerte los separe? — preguntó. El lugar se quedó en silencio por un par de segundos, esperando todos la respuesta de Killer ante la pregunta.

Sentía que mi corazón se detendría en cualquier momento.

— Acepto. — Suspiré, aliviado. Killer me había quitado un enorme peso de encima.

— Pues, por el poder que me confiere el estado, los nombro marido y marido. Puede besar al novio. — La distancia que nuestras manos imponían se cortó. Killer y yo nos besamos y todos comenzaron a aplaudir, algunos a silbar y otros pocos sólo miraron conmocionados. Posteriormente, firmamos los papeles que validaban nuestro matrimonio y salimos de la iglesia tomados de la mano.

No contábamos con que todo el imperio había comprado dos costales de arroz que, con ayuda de más invitados, nos aventaron una vez salimos del lugar. Terminé con granos hasta por dentro de los pantalones.

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Nada más quedan 4 capitulos para el final de la obra, *triste*

[Triste porque no los he escrito, aún ahora :((]

𝕍𝕚𝕠𝕝𝕖𝕥𝕒  [ᴋɪʟʟᴇʀʀɪᴄʜ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora