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Mi vista se fue acostumbrando a la poca luz y al dolor que se extendía por mi cuerpo, de mi garganta no salía mas que quejidos al intentar levantarme del suelo.

No recordaba nada, ni siquiera sabía en qué momento todo ocurrió, sin mucho rumbo me forcé a caminar, sintiendo dolor en mis piernas y lo mucho que tambaleaba también sentía caliente mi cuello pero sin hacer caso a ello seguí caminando hasta que di con mi casa a pesar de sentirme desorientado, al entrar escuche tenuemente a mi mamá gritar sobre la hora en que había llegado. No quería ser visto por ella, razón por la que hui a mi cuarto a quitarme la ropa, mi cuerpo entero temblaba, toque mi cuello y alarmado corrí al espejo del baño al ver qué sangre salía de el.

Con pánico y de forma torpe limpiaba la herida soltando quejidos, una vez limpia la marca de los dientes en mi cuello era aun mas notoria y volviéndose de un color verdoso haciendo mi estómago revolverse. No me gustaba la sangre.

Esa noche no dormí en lo absoluto pues cada que cerraba los ojos recordaba lo que había pasado causando un malestar dentro de mí.

Pasaron dos días de aquello, sin evitarlo mi madre se dio cuenta de la mordida en el cuello causando perturbación en ella siendo imposible calmarla hasta ir a qué me revisarán, fue difícil tener que explicarle lo que había pasado sin tener que entrara a tanto detalle.

No tenía apetito hasta el punto de tener que ser forzado por mi madre para sentir a cada bocado que daba mas insípido lo sentía o por las noches me escabullir hasta el baño a vomitar lo poco que hubiera ingerido, sintiéndome cansado tanto físico como mental por las mañanas pero no podía dormir.

Mis colmillos se estaban volviendo más protuberantes...
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Fin del capítulo 2— Cambios

Tu asquerosa sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora