La mujer de nadie: Capítulo 20

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Sus reprimidas emociones la hacían estremecerse cuando dejó de hablar, incierta acerca de cómo tomaría él su arrebato, pero aliviada por haber dicho lo que pensaba.

—¿En serio? —transcurrieron diez eternos segundos, durante los cuales la boca de Justin empezó a curvarse en una sonrisa burlona y una de sus cejas comenzó a arquearse, antes de que volviese a hablar—. Muy bien, de acuerdo —concedió por fin—. Le pido disculpas. Nuestro anfitrión me ha entretenido demasiado tiempo. No tenía idea de que mi ausencia pudiera causarle tantas preocupaciones.

Esas palabras no eran lo que esperaba, pero, eran mejor que nada.

—Gracias —expresó con rigidez; incapaz de enfrentarse a la maliciosa burla de aquellos ojos, se volvió hacia la puerta.

—¡Espere, jatáki mou!—la orden fue emitida en voz baja, pero tan vibrante, que la hizo volverse con lentitud—. No puede escapar tan fácilmente. Si la traje a Creta, fue para acompañar y entretener a mi hermana, no para juzgarme o poner mis planes en entredicho.

Cada vez más consciente del acelerado ritmo de su corazón y del calor que recorría su cuerpo, ______[tn] se alejó de su amenazadora presencia.

—Soy amiga de Kati —declaró enfadada —. Y no puedo quedarme quieta al ver como usted está a punto de cometer un gran error. Ella es una encantadora chiquilla y lo que hace falta es...

—Lo que yo trato de proporcionarle —la interrumpió Justin con fría deliberación —. Y es más, debo asegurarme de que usted no le causará preocupaciones con chismes y verdades inciertas.

—Según dice Bob, medio mundo está enterado de que usted piensa casarse con Yana Theodaxis tan pronto pueda librarse de la responsabilidad que Kati significa —era una locura quedarse allí a discutir con él, cuando lo que debía hacer era escapar.

—Creo que la otra mitad, en la que está incluida Katina, no le conoce —dio dos pasos hacia ella—. Y así continuarán las cosas, hasta que yo decida depositar mi confianza en Katina —estaba tan cerca de ella, que la hizo olvidar cualquier intento de escape—. Sea lo que fuere lo que usted cree saber, no lo repita ante nadie. Sus labios se encuentran sellados, ______[tn]. ¿Comprendido?

—¿Y si no lo están? —inquirió, desafiante.

—¡Pues entonces tendré que sellarlos yo!

Efectuó un movimiento antes de que ______[tn] pudiese adivinar lo que intentaba; la tomó entre sus brazos, inclinó la cabeza y sus labios buscaron la suave boca para besarla con determinación.

Durante unos segundos, ______[tn] opuso resistencia clavándole los dedos en los brazos. Y sí que estaba enojado; de eso no quedó ninguna duda, cuando su sólido cuerpo dominó el de ella y lo presionó contra la puerta. Justin demostraba que no pedía ni aceptaba consejo, y que ofrecérselo sin ser solicitado, era muy arriesgado.

No obstante, a pesar de la fuerza, el beso no fue punitivo, según reconocieron sus labios antes que su cerebro, al abrirse por voluntad propia para recibir con agrado la profundidad de la caricia. ______[tn] ni siquiera se dio cuenta de la forma en que su cuerpo la había traicionado, hasta que oyó a Justin pronunciar en griego lo que debía ser un juramento, antes de aceptar su inconsciente invitación.

No hubo ninguna resistencia cuando, con pasión apenas contenida, deslizó sus labios hacia el esbelto cuello y acarició después la delicada piel de uno de los hombros para volver después a la boca y atacarla con una poderosa e incontenible necesidad.

______[tn] temblaba, y se encontraba a punto de llorar cuando por fin la soltó. Anonadada ante el ardor de su propia naturaleza sabía que al haber aceptado la apasionada demostración había alimentado la creencia de Justin acerca de que ella era una experta en las lides amorosas.

Al llevarse una mano a la boca, sintió que aún le palpitaban los labios y que en su interior ardía un desconocido anhelo que acababa de ser despertado.

Tragó saliva y luchó por recuperar la compostura, mientras Justin se separaba de ella con la expresión de sus ojos velada por las espesas pestañas.

—Creo que debemos volver con mi hermana, antes de que noten nuestra ausencia y empiecen a comentar —manifestó con voz ronca—. Pero antes, quiero que me prometa que se guardará los comentarios de Bob Grafton. Cuando haya que informar a Kati, seré yo quien lo haga.

______[tn] titubeó un momento, luego se encogió de hombros.

—De acuerdo, pero espero que sepa lo que hace.

—Yo también lo espero —una extraña sonrisa apareció en sus labios.

Ma*ldito Justin, pensó ______[tn] mientras salían de la habitación y se encaminaban hacia su mesa. Ma*ldito por todo lo que le hacía. Por los cáusticos comentarios, los malentendidos, por las arrogantes caricias y su obstinada insistencia en organizar la vida de Kati. Pero él también era culpable de una transgresión mucho peor. La terrible verdad que ella ya no podía seguir ocultando a pesar de todos sus intentos: ¡había empezado a enamorarse de él! Ilógico y terrible, pero era la única explicación posible para lo que le sucedía.

Levanto la barbilla, en muda rebeldía hacia sus propios sentimientos mientras seguía a Justin. El no debía saberlo, pues así quedaría por completo bajo su poder. Por primera vez en su vida, ______[tn] se sentía atrapada en una situación contra la cual no sabía cómo luchar.

El amor no sólo es ciego, sino imprevisible, se dijo al tomar asiento en la silla que Justin le ofreció. En contra de todo lo aconsejable, a ______[tn] empezaba a importarle ese hermoso y déspota hombre que planeaba casarse con otra mujer.

Conocía los síntomas, pues había observado muy de cerca la transformación que había sufrido su madre al descubrir el amor. Estremecida ante la intensidad de sus pensamientos, levantó su copa y tomó un sorbo de aquel delicioso vino frío. Aún cuando cada neurona de su cerebro se rebelaba contra Justin, cada fibra de su ser, cada latido de su corazón, clamaban por tenerle cerca.

La mujer de nadie(terminada) Justin y tn_.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora