La mujer de nadie:Capítulo 29

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Trece días después, ______[tn] tuvo que admitir que sus temores eran infundados. Apoyada contra el respaldo de su asiento, mientras el veloz yate navegaba en las aguas de la costa norte, ______[tn] daba lentos sorbos a su copa de vino.

Al saborear la deliciosa frescura del Reserva Minos, permitió que su mirada se posara en la espalda de Justin, quien pilotaba la embarcación con mano segura.

Se asombró mucho al enterarse de que tenía un juguete tan caro, pues Katina nunca le había mencionado la existencia del yate, a pesar de que lo tenía anclado en la resguardada Bahía de Renagia.

______[tn] tomó otros sorbo de vino helado, mientras con profundo placer observaba a Justin enfilar el bote hacia el viento, y el efecto combinado de la velocidad y de la corriente de aire, alborotaba su cabello y hacía ondear su camisa de algodón, a pesar de la mitigadora presencia del alto parabrisas.

Él permanecía de pie, con sus doradas piernas expuestas por sus pantalones cortos, y con la vista fija en el interminable océano. ______[tn] no podía verle la cara, pero sabía que tenía los ojos entrecerrados y la barbilla levantada, disfrutando del placer de la velocidad. No necesitaba ir de pie, pues el bote se podía controlar con facilidad desde el asiento del navegante, pero él que prefiriera ir así, confirmaba lo que ella ya sabía: le gustaba la sensación de tener todo bajo completo control. Sereno y atento al timón, se convertía en parte del hermoso y elegante yate, cruzando las aguas con total dominio del ambiente.

Trece días... durante los cuáles Justin se había comportado con impecable cortesía. ______[tn] sonrió para sí misma. Al principio, se había preguntado cuánto tiempo transcurriría antes de que surgieran hostilidades entre ellos, pero nada de eso había sucedido. El griego arrogante, altanero y dominante, había sido reemplazado por un individuo más gentil y considerado, no menos machista en actitudes o creencias, mas aparentemente sin la necesidad de proteger una imagen tan autocrática. Observándolo ______[tn] reflexionó en los días precedentes y las grandes profundidades que había descubierto en su imperioso jefe.

Para empezar, estaba la reverencia religiosa que había mostrado al llevarla a la catedral de Heraclión. Incapaz de ocultar su asombro, le había observado mientras encendía una vela y la ponía ante una de las sagradas imágenes.

Al seguir su ejemplo, ella escogió un cirio, deslizó una moneda de diez dracmas en el cepo, y colocó la ofrenda a los pies de la Virgen María, con una silenciosa plegaria por la felicidad de Katina.

Cuando Justin la interrogó, titubeó.

—Si te lo digo, tal vez no se cumpla —declaró, dudosa, al recordar confusas experiencias de su niñez.

—Eso ocurre con los deseos, yatáki mou —le dijo con una sonrisa—. Las plegarias ganan fuerza al ser compartidas.

Así que se lo contó y fue recompensada por una cálida sonrisa de aprobación.

—Yo también pido lo mismo —respondió Justin al instante.

______[tn] deseó tener el suficiente valor para atreverse a preguntarle sobre su plegaria. Pero, de cierto modo, no quería saberlo, pues tal vez fuese algo concerniente a su futuro con Yana, por lo que decidió cambiar el tema de manera abrupta.

—He visto los carteles en las paredes —expresó con genuino interés—. ¿De verdad tienen que sentarse los hombres a un lado del pasillo y las mujeres en el otro durante los servicios?

—Por supuesto —aquellos ojos tan miel brillaban con diversión—. ¿Cómo podría un hombre griego sentarse al lado de una mujer y conservar la pureza y santidad de sus pensamientos, como debe ser, al encontrase en presencia de Dios?

—Hombres de otras razas se las arreglan para lograrlo. ¿Es qué los griegos no pueden controlarse en absoluto?

Justin se encogió de hombros.

—Quizá sea que nosotros somos más viriles y estamos más llenos de vida que otros —sugirió—. Tal vez seamos más susceptibles a la tentación que otras razas... y nos excitamos con mayor facilidad ¿eh? —la sonrisa de ______[tn] se esfumó al continuar él su argumento —. Después de todo, hasta la misma Iglesia Ortodoxa Griega reconoce que el celibato forzoso es una carga demasiado pesada para infligirla a sus acólitos, y sólo exige que sus más altos eclesiásticos se priven del placer del amor y el matrimonio.

______[tn] supuso que debía haber señalado el hecho de que también la religión Protestante se rige por el dictado de San Pablo, respecto a que es mejor casarse, pero en ese momento no quiso discutir más el asunto. Discutir de la virilidad con Justin, no la ayudaría a mantener la sangre fría. Para ser honesta, cada vez era más consciente de que la atracción que sentía por él, no había disminuido a pesar de su irrazonable actitud en el pasado y de sus planes matrimoniales para el futuro.

Se veía obligada a admitir que el Justin agradable era tan perturbador como el odioso, y que su inadmisible amor por él florecía a pesar de su inminente matrimonio con Yana.

Levantó la cara para recibir la caricia de la brisa y cerró los ojos. El paseo de Heraclión había sido el primero de muchos días maravillosos, imposible catalogarlos por orden de goce, cada uno provisto de magia propia.

¿Podría alguna vez olvidar el viaje que habían hecho a la parte alta de las montañas, donde permanecieron en espléndido aislamiento con el excitante aroma de la vegetación, mientras contemplaban aquellos impresionantes abismos que se abrían entre muros de rocas erosionadas por el viento? Le había dado un inexplicable mareo, por lo que, cuando Justin le pasó uno de sus fuertes brazos por los hombros para protegerla, se sintió agradecida, aunque los acelerados latidos de su corazón y el temblor de sus piernas, no eran causados por la proximidad al abismo.

Cada día visitaban lugares diferentes. Justin le había enseñado su isla con orgullo y placer, contándole lo suficiente para hacer interesante lo que veía, pero nunca demasiado para aburrirla. Castillos históricos, antiguas ruinas minoicas, playas, aldeas encaramadas en las montañas, llanuras barridas por el viento con su marcado despliegue de molinos de viento... la lista era interminable. Cada nueva experiencia quedaba registraba en el cerebro de ______[tn], como un sutil atadura a la patria de su guía.

La mujer de nadie(terminada) Justin y tn_.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora