La mujer de nadie: capítulo 7

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En la planta baja, la gran sala y la espaciosa cocina estaban separadas por una escalera de caracol que conducía hacia los dos dormitorios, uno de ellos con cama doble y el otro con dos lechos sencillos, con un cuarto de baño entre ambos. ______[tn] dirigió a su alrededor una mirada con la que abarcó el pulido suelo del mármol, el elegante y moderno mobiliario y la maravillosa vista que ofrecía la amplia terraza.

—¿Es lo que esperabas?

Al notar que Justin la observaba mientras Katina le enseñaba la villa con orgullo, la pregunta no la tomó por sorpresa.

—No sabía qué esperar... pero esto es muy bonito —respondió con sinceridad, en tanto tocaba con una mano titubeante la base del lecho más cercano, antes de volver su incrédula mirada hacia él—. ¿Están hechas de cemento?

—Se construyen al mismo tiempo que la casa —explicó Justin, sonriente ante la horrorizada expresión de ______[tn] —. Aunque sólo el marco; las lomas de madera se colocan después para formar la base que soporta el colchón.

—Muy práctico —aprobó ______[tn].

—A menos que se trate de una pareja de recién casados que deseen juntar las camas —emitió una sonrisilla burlona.

—¡Lo que tuvo en consideración al construir el otro dormitorio! —las palabras escaparon de sus labios antes de reflexionar.

—Por supuesto —estuvo de acuerdo Justin con voz sedosa—. Trato de pensar en todo antes de tomar una decisión. En raras ocasiones me he equivocado... —la contempló con frialdad—. Por suerte, casi siempre existe al modo de subsanar cualquier pequeño error de juicio que haya podido tener.

—Me alegra oír que sólo comete errores pequeños. Debe serle muy reconfortante.

Justin se encogió de hombros con indolencia.

—Todo es relativo, pero nunca he perdido el control de ninguna situación.

—¡Qué interesante! —______[tn] le dirigió una sonrisa superficial. Ese hombre era de verdad imposible. Haría cualquier cosa por molestarla, pues tenía la seguridad de haber comprado su obediencia. Cielo santo, con cuánta ansia esperaba el momento de la despedida, para decirle lo que podía hacer con su «premio»—. En Inglaterra tenemos un dicho que nos advierte que para todos existe una primera vez —informó con dulzura.

—Fascinante —gruñó en respuesta, y de súbito la habitación resultó demasiado pequeña para los dos.

______[tn] dio un vacilante paso hacia atrás al sentirse absorbida por la imponente presencia de aquel alto griego que sonreía con sorna—. Tengo el presentimiento de que pronto tendré que recordárselo a usted...

—¿______[tn]?... —los interrumpió la voz de Katina desde la otra habitación, lo que terminó con la tensión—. ¿Qué dormitorio prefieres?

Antes de que ______[tn] pudiera recobrarse lo suficiente para responder o para tomar una decisión, la fría voz de Justin contestó por ella.

—A______[tn] le gusta éste, Katy. Quédate tú la cama doble —había una maligna provocación en el brillo de sus ojos y entonces habló con voz tan suave que sólo ______[tn] pudo oírle—. Recuerda, ______[tn], que durante su estancia no habrá ningún simulacro de luna de miel.

Ella exhaló un iracundo suspiro y olvidó cualquier propósito de cautela.

—Me sorprende, Justin —le dijo con frialdad—. Si tiene la impresión de que sólo se puede hacer el amor en un lecho doble, es mucho más anticuado de lo que me imaginaba. Al notar que él se limitaba a sonreír, ______[tn] desvió la mirada para no ver el malicioso brillo de su expresión.

La mujer de nadie(terminada) Justin y tn_.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora