La mujer de nadie:Capítulo 33

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—Según me dijo él, fue el producto de un momento de arrobamiento.

—Lo siento —______[tn] posó una mano sobre el brazo de Justin en un gesto de simpatía—. Has debido tener una infancia muy desagradable.

—No, mis padres me querían y cuando Katina nació, pareció surgir un rayo de esperanza para ellos, pero no duró —cogió la mano de ______[tn] entre las suyas—. ¿Te dije que mi padre se ahogó? Pues bien, eso sucedió en cierta ocasión en que salió al mar en una lancha alquilada y en compañía de una turista inglesa... una mujer casada que estaba de vacaciones con su marido y su pequeño hijo. Su relación era sólo física —su voz se profundizo a causa del dolor —. Cuando ocurrió el accidente, ella se aterrorizó, no por el peligro que corría la vida de mi padre, sino por su propia reputación y por el futuro de su matrimonio. Transcurrieron varias horas antes de que tuviese el suficiente valor para informar a la guardia costera... y para entonces ya era demasiado tarde.

—¡Oh, Justin, qué tragedia tan terrible! —por primera vez captó un atisbo sobre el oculto motivo del antagonismo inicial que Justin había sentido por ella.

—Por supuesto fue inevitable que mi madre se enterara de la verdad. El hecho de que él muriera en esas circunstancias no sólo fue trágico, sino humillante... para los dos —______[tn] lo comprendió muy bien—. Tras la muerte de mi padre, yo tomé dos decisiones. La primera que mi hermana nunca sufriera el destino de mi madre. Sería culta y refinada, y se convertiría en la esposa de un hombre que la apreciaría por lo que era. La segunda que yo nunca establecería un compromiso formal con ninguna de las mujeres que vienen aquí de vacaciones, y luego vuelven a su país presumiendo con sus amigas del «griego» que conquistaron...

Impresionada por la amargura de esas palabras, ______[tn] se vio obligada a pasar revista a sus propias creencias. A ella nunca se le había ocurrido pensar que un hombre pudiese considerarse usado por una mujer, y darse cuenta, se quedó anonadada. Pero Justin continuaba, hablando suave pero con firmeza.

—Así que cuando supe que estaba tan enamorado de ti como un adolescente sin experiencia, me puse negro. Pero no podía evitarlo. Y al observar cómo te comportabas con Kati, reconocí que eras diferente de las veleidosas turistas rubias que se ofrecen a los hombres sin pensar en las consecuencias. Desde entonces he sabido que algún día seríamos amantes.

—¿Nosotros? —dijo en suave gemido de protesta, pero él continuó con su discurso.

—Amantes—repitió con voz ronca—. Pero te herí y sabía que tenías que perdonarme antes de venir a mí, así que cuando Katina se fue a Aghios Nicolaos, pensé que era el momento de reparar todo el daño que te había hecho.

—Triunfaste, Justin—su tono, carente de emoción, condenaba y apreciaba sus palabras. Quizá debía sentirse halagada por las molestias que se había tomado para seducirla, pero en lugar de ello, todo lo que sentía era una profunda depresión —. A lo largo de estos últimos días, he llegado a experimentar mucha simpatía por ti —era lo más que podía decirle—. ¿Te satisface eso?

—¿Simpatía? ¿Es todo? —su boca se retorció con amargura—. No, no me satisface, pero tendremos que dejar las cosas así por el momento.

Esa vez no pudo evitar que la estrecharan aquellos poderosos brazos. Cuando la boca de él tocó su frente y se deslizó en busca de su boca, supo que cualquier resistencia sería inútil.

Justin musitaba palabras en griego mientras la besaba. Rápidos pensamientos cruzaban por el cerebro de ______[tn]. Podía seducirla en ese momento con el cielo y el mar como únicos testigos de su insensata rendición; pero no encontraba la energía suficiente para oponerse. Le rodeó con los brazos y gozó de la firmeza de su poderosa espalda y de sus amplios hombros. ¡Cielos... era muy atractivo y ella le amaba... a pesar de todo!

De súbito, Justin la soltó y se puso de pie. La contempló, mientras ella sentía que una lenta oleada de placer quemaba sus venas, producto de la respuesta de su propio cuerpo. Petrificada, observó que Justin se quitaba la camiseta para dejar al descubierto su bronceado y reluciente torso. ______[tn] contuvo el aliento ante el deseo que invadió cada una de sus células. Él se balanceaba un poco, según el movimiento del yate, aunque sus ojos, oscurecidos por el deseo, no abandonaban la cara de ______[tn].

—Quítate la camiseta —sus palabras apenas si fueron audibles—. Por favor, querida, déjame verte.

Aquellas palabras despertaron en ella un recuerdo. Justin, medio desnudo como en ese momento, examinándola con impertinencia en la playa. ¿Qué era lo que había sucedido? Algo así como: «Cuando llegue el momento en que yo goce viendo tu cuerpo desnudo, sentiré el mayor de los placeres al saber que es un privilegio para mí...»

Ella no le importaba a él entonces... ¡ni ahora tampoco! En el mejor de los casos, ______[tn] era tan sólo una diversión más del verano para Justin; en el peor, la quería castigar por los pecados de una desconocida inglesa cuya inmoralidad y cobardía le habían robado a su padre.

No obstante, su cuerpo se estremecía por la necesidad de obedecerle, de quitarse la camiseta y permitir que su ávida mirada devorara sus senos desnudos.

El deseo mutuo relampagueaba como una flama entre ellos; no obstante, ella tenía que negarse. Reprobaba el sexo sin amor y él no la amaba. La deseaba, pero eso no era suficiente. Con las manos se protegió su cuerpo excitado de la mirada de Justin. Tuvo que apretar los dientes en un esfuerzo por controlar el temblor de sus labios.

—No, Justin —musitó—. Has malinterpretado lo que siento. Esto no es lo que yo quiero... ¡tienes que creerme—escudriñó su apuesto rostro en busca de cualquier señal de amnistía, segura de que no la tomaría por la fuerza.

—¿Y qué es lo que quieres, ______[tn]? ¿Lo sabes? —en su profunda voz había una tristeza que la conmovió, pero estaba decidida.

—Volver a Renagia.

Hubo una breve pausa durante la cual ella contuvo el aliento. Cuando Justin puso en marcha el motor, ______[tn] supo que había ganado. Sólo que esa victoria no le produjo ningún placer, sino una sensación de pérdida y soledad, así como un tremendo vacío que le desgarraba.

Dos de la mañana y no soplaba ni una pequeña brisa. ______[tn] se incorporó en la cama. ¡Cielos, sí que hacía calor! El meltimi, según le había informado Justin al desembarcar, era un viento del Sahara que llevaba arena del desierto en su abrasador aliento y que provocaba un calor infernal. En estas condiciones, la temperatura podía elevarse a unos cuarenta grados, y por las noches descendía muy poco.

______[tn] se levantó de la cama. Sudorosa e incómoda, deseaba darse una ducha fría. ¿Podría hacerlo sin despertar a Justin, quien dormía en la habitación contigua? Se encaminó en silencio hasta el cuarto de baño, se quitó el camisón, abrió el grifo del agua y permitió que la fría cascada refrescara su ardiente piel.

Mientras recibía aquella gratificante caricia, reflexionó sobre los eventos del día. Cuan fácil hubiese sido sucumbir ante Justin y rendirse al placer de la mutua satisfacción con el mar y el cielo como mudo testigos. Qué pagano, maravilloso... ¡y desastroso habría sido! Iba a serle muy difícil erradicar el recuerdo de Justin. Sin embargo, tendría que hacerlo una vez que reemprendiera su antigua vida.

Al salir de la ducha, emitió un melancólico suspiro y se secó el cabello antes de volver a su habitación a ponerse un camisón fresco.

Al llegar a la villa, la actitud de Justin había sido fría y normal. Parecía que había aceptado el «no» como respuesta final; pero ______[tn] había estado incómoda y nerviosa en su presencia, y había rechazado su invitación de cenar fuera, aduciendo que prefería quedarse, tomar algo ligero y descansar.

¡Descansar! Eso era risible. Deslizó el camisón sobre su cabeza y disfrutó la suave sensación de la seda sobre su piel fresca. No había logrado descansar, admitió al ver la cama desordenada. Quizá si paseaba un rato por la terraza...

Salió sin hacer ruido, y sintiendo la tibieza del suelo bajo sus pies desnudos. Inhaló el embriagador aroma de las flores silvestres y caminó hacia el extremo más alejado de la construcción, en donde se detuvo de manera abrupta.

Ahí, a su pies, estaba Justin, dormido y casi desnudo sobre un colchón inflable. Yacía boca arriba, con la cabeza vuelta hacia un lado, los brazos sueltos y una pierna flexionada. Parecía un guerrero caído en batalla. ______[tn] se sintió conmovida, pero en seguida maldijo al cruel destino que la había conducido hasta allí para mostrarle de esa forma al hombre a quien deseaba olvidar.

La mujer de nadie(terminada) Justin y tn_.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora