La mujer de nadie: capítulo 6

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El Mercedes blanco se deslizaba hacia el oeste, por la carretera costera, a cien kilómetros por hora. Desde su lugar, en el asiento del pasajero, ______[tn] contemplaba el serpenteante camino.

Tenía que admitir que Justin conducía bien. Aunque fuera lo único que veía a su favor. Su absurda insinuación de que había ido a ese país a la caza de hombres y que con tal de conseguir su propósito descuidaría a Katina, era ridícula si además de insultante.

La verdad era que sus relaciones con el sexo opuesto más gratificantes habían sido más cerebrales que físicas. En su pequeño círculo de amistades, había logrado lo que toda mujer moderna desea... apreciación por su capacidad mental y por sus logros académicos, independientemente de su cuerpo. ______[tn] se encontraba muy satisfecha con ello.

Hasta la fecha, su vida estaba completa, en primer lugar por la ambición de aumentar sus conocimientos y de haber terminado de forma muy satisfactoria su educación universitaria, y después por tratar de hacer el mejor uso de su bien ganada título profesional. No le hacía falta una relación íntima con ningún hombre.

Además, para ser honesta consigo misma, nunca había experimentado algo más fuerte que amistad por ningún hombre.

Sonrió, al recordar el consejo que le había dado su madre antes de irse a los Estados Unidos para emprender una nueva vida al lado de su segundo marido.

—No vayas a cometer el mismo error que yo —la exhortó Rosalie Voegele con ansiedad—. Me casé con tu padre por ser uno de los socios, aunque minoritario, en la compañía de mi padre. Coincidimos en varias fiestas sociales y todo el mundo empezó de decir que éramos novios. Y hasta comenzamos a creer que estábamos enamorados... pero cuando tú naciste, nos separamos —movió la cabeza con tristeza—. Él era un buen hombre, pero a mí me hacía falta algo más que eso... y tu padre deseaba más de lo que yo podía darle —hizo una pausa y en sus ojos había lágrimas al mirar a su hija—. Por supuesto que cuando murió tan joven, yo me puse muy triste, pero si la muerte no nos hubiese separado, habríamos tenido que acudir a los tribunales para solicitar el divorcio.

______[tn] suspiró, pensativa. Su madre era una gran mujer; a pesar de haber enviudado joven, había logrado criar a su única hija y, a la vez, desarrollar una magnífica carrera en el ramo de la publicidad. ______[tn] no podía pensar que nadie más que ella mereciese tanto la felicidad, y cuando Rosalie le contó que quería casarse con el director de finanzas de la agencia e irse a Los Angeles con él, a ______[tn] le alegró, aunque no aceptó el ofrecimiento de irse a vivir con ellos, pues prefirió dejarlos disfrutar su amor en completa libertad y mantener su propia independencia.

Poco tiempo después, el trabajo que desarrollaba en el departamento de Industrias Consolidadas empezó a parecerle tan aburrido que, en un impulso surgido de un momento de frustración, renunció. Quedando libre para aceptar el ruego de Katina de acompañarla a Creta dos meses.

En ese momento, sentada al lado del altanero Justin, lamentó haber aceptado un sueldo por acompañar a Katina, ya que había quedado bajo las órdenes de Justin.

Hacía un año había conocido a Katina en la cafetería de la escuela en donde ______[tn] hacía una suplencia en la cátedra de sociología y donde la chiquilla griega estudiaba inglés. Su encuentro casual se convirtió en una profunda amistad que las llevó a viajar juntas a Creta porque el autocrático hermano de la adolescente no la dejaba volver sola a su patria. Pero lo que en realidad la decidió a emprender ese viaje, fue enterarse de que Justin, bastante mayor que su hermana, intentaba casarla con uno de sus socios; y eso... ______[tn] no podía permitirlo.

Sabía que su labor no iba a ser fácil pero, una vez allí, parecía imposible sacar el tema a colación.

Como si adivinara que él era el tema de sus pensamientos, Justin rompió el silencio.

—Esta zona de la costa norte ha escapado en gran medida al auge turístico que ha tenido lugar en la parte este. Aghia Renagia prácticamente sigue igual.

—Excepto el hotel de los disolutos turistas —murmuró con sequedad.

—Sí, excepto por eso —estuvo de acuerdo con cordialidad—. Aunque tal vez a usted le gusten las atracciones que ofrece.

La pulla fue un poco velada, pero inequívoca, y ______[tn] reaccionó al instante.

—Tenía la impresión de que me estaba vedado —el tono mordaz de su comentario no paso inadvertido.

—No todo. Estaba pensando en la librería inglesa y la peluquería.

______[tn] sonrió con frialdad. A punto de declarar que sentía quedarse sola, cambió de táctica.

—¿Quiere decir que me hará falta ir a la peluquería cuando se me empiecen a notar las canas que ahora me oculta el tinte?

—¿Qué le sucede, ______[tn]? Usted me hace pensar en una niña traviesa que se cree merecedora de algo más que una regañina para ser perdonada. ¿Piensa que hubiese sido más justo una azotaina?

______[tn] sintió que las mejillas se le teñían de rubor.

—En lo que a mí concierne, no creo que necesite perdón —replicó acalorada—. Le dije...

—¿De qué habláis? —los interrumpió la intrigada voz de Katina desde el asiento de atrás—. ¿Por qué iba ______[tn] a querer recibir unos azotes y qué tiene de malo su pelo? ¡Aún no le salen canas!

—¡Ya me he dado cuenta! —Justin apenas podía contener la risa—. Y respecto a los azotes, es una pequeña broma que viene desde ayer —hizo una pausa antes de añadir con suavidad—. Estoy seguro de que es lo último que desea.

El rubor de ______[tn] aumentó ante aquella sutil insinuación. Que lo intentara, y ella le daría un rodillazo donde más le doliera... aquello borraría de su rostro esa odiosa sonrisa. Pero una vocecilla interior de cautela le advirtió que necesitaría un amplio espacio para huir si pensaba vengarse de esa manera. Justin Bieber no soportaría el abuso sin tomarse desquite.

Sorprendida ante el descubrimiento de una agresividad que nunca había sospechado tener. ______[tn] dirigió una mirada de soslayo hacia el hombre que se encontraba a su lado. En realidad, no sabía nada de su carácter, pero las arrugas que tenía alrededor de la boca y de los ojos daban a entender que poseía sentido del humor... aunque hasta el momento no lo hubiese demostrado. No parecía ser un disoluto, aunque a su edad ya debería haber contraído matrimonio. Aunque Katina quería mucho a su hermano, le tenía miedo.

Al contemplar ______[tn] el apuesto y clásico perfil de ese hombre, pensó que el temor de la chiquilla estaba justificado, pues demostraba ser un reaccionario, antifeminista, ¡y un fanático hipócrita!

—¡Allí está! —gritó Katina.

______[tn] interrumpió sus pensamientos y miró con interés la pequeña aldea hacia la cual se acercaba.

El sitio era tan bello como una postal. Situado a la orilla del mar, cuyas aguas color turquesa se extendían hasta el horizonte, hizo que el optimismo natural de ______[tn] saliera a la superficie. Cuando el grosero que iba sentado a su lado volviese a Heraclión, podría relajarse y gozar de la compañía de Katina sin interferencias.

La villa se hallaba a unos doscientos metros de la playa y al pie de una de las colinas. Construida bajo el típico estilo cretense, los muros pintados de blanco aligeraban su severidad con el balcón que rodeaba el primer piso y con los macizos de brillantes flores sembrados en la base.

La mujer de nadie(terminada) Justin y tn_.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora