La mujer de nadie: Capítulo 19

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¡Maldito arrogante! Encubría su amenaza con esa inocente reacción que, estaba segura, iba dirigida a Bob Grafton. Percibió que el antagonismo existente entre los dos hombres estaba a punto de explotar, ¡y no deseaba estar cerca cuando ocurriera!

—Preferiría regresar a la mesa —dijo, y volviéndose hacia Bob Grafton expresó —: Señor Graftoni, nuestra conversación me ha parecido muy agradable, pero no me gusta ser utilizada como instrumento de venganza.

Les dio la espalda de manera abrupta y se encaminó en dirección a la mesa.

No había avanzado más que uno metros, cuando sintió que unos dedos la asían con dureza y la obligaban a volverse hacia la poderosa figura de su jefe. El la cogió entre sus brazos y comenzaron a bailar.

—Parece que no puedo dejar de vigilarla ni por unos cuantos minutos, sin que usted tenga que demostrar lo que es —la suavidad de su voz no disimulaba la aspereza del reproche.

______[tn] se negó a decir nada. Demasiado consciente del efecto que le producía estar tan cerca de él, luchaba por controlar las caprichosas reacciones de su cuerpo, por calmar la rapidez de los latidos de su corazón y por recuperar algo de fuerza en sus temblorosas piernas. ¿Cómo se atrevía a pedirle una explicación de sus actos? ¿Por qué no pensaba mejor en sus propios planes hacia la atractiva Yana, y las consecuencias que tendrían sobre su joven hermana?

—Han sido algo más de unos minutos —le acusó cuando por fin recuperó el control de su voz—. Si quería que me quedase en mi asiento sin moverme durante toda la noche, me lo podía haber dicho desde el principio. ¿No se supone que en las fiestas la gente debe de circular? —obstinada en no dejarse acobardar, levantó la barbilla.

—¿Creía que mi ausencia le daba libertad para abandonar a mi hermana y dedicarse a flirtear con el primer hombre que se le pusiese al alcance? —los ojos de Justin relampagueaban con el fuego de la batalla. . —¡Lo que acaba de decir es una injusticia monstruosa! —replicó ______[tn] con enojo—. No he abandonado a Katina. Se ha quedado bien resguardada con sus cuatro amigos griegos.

—¿Es qué a usted no le caen bien los Liviticos?

—Como no podía entender su idioma, ni siquiera he podido formarme una opinión —declaró entre dientes. Su instinto de supervivencia la advertía del peligro de discutir con ese hombre; él no titubearía en castigarla si le provocaba demasiado; pero, impulsada por la furia, estaba más allá de cualquier cautela.

—Por lo menos a Bob Grafton le ha entendido lo suficiente como para darle lo que quería.

Notó el desdén con que la miraba, así que respondió con igual desprecio.

—Por lo que sé, he llegado a la conclusión de que su actitud santurrona es tan sólo un disfraz, ¡y que no tiene ningún derecho a exigir que la gente muestre un comportamiento honorable, después de robarle la mujer a otro hombre!

—Ya veo que le he hablado de Yana Theodaxis, ¿o no? —dijo Justin con irritación apenas contenida-—. No creo que le haya dicho que Yana es hermosa e inteligente, ¡él no se la merece!

—Entonces tiene suerte de que usted sí se la merezca. ¿Sabe?, admiró el modo en que ha mantenido todo esto en secreto para que Katina no...

—¡Basta!

La silenció con brusquedad, mientras la conducía con firmeza hacia una puerta. Antes de poder protestar, fue introducida en una pequeña habitación a oscuras.

Tan pronto como su ojos se acostumbraron a la penumbra, ______[tn] se liberó de Justin e intentó escapar, pero él la cogió de la cintura.

—¡Oh, no, jatáki mou!—respiraba con agitación—. No tengo la intención de pelearme con usted en público. Si tiene algo que decir, ¡puede hacerlo aquí, mientras estemos solos! —al mirarla, tenía el ceño fruncido y la mirada expectante.

______[tn] exhaló un profundo suspiró. La ira había acelerado su pulso y arrebolado su rostro. Era más consciente que nunca de cómo la tela de su vestido se adhería a sus hormigueantes senos. A Justin no debía quedarle ninguna duda acerca de lo que ella pensaba de él y de sus actitudes. La lealtad le había impedido discutir antes con él sobre el futuro de Katina. Pero los comentarios de Bob Grafton aún le zumbaban en los oídos y le proporcionaron a ______[tn] las armas que deseaba, sin tener que traicionar las confidencias de Katina.

—¿Cómo se atreve a hacerme recriminaciones por un flirteo imaginario, cuando lo que usted se propone hacer es infinitamente peor? —exclamó furiosa—. Bob me ha dicho que piensa casar a Katina antes de casarse usted; y eso, a mí me parece despreciable. ¿Por qué no puede vivir con usted una vez que esté casado?

—Según veo —comentó Justin con gran desdén—, a pesar de sus estudios, no sabe nada de nuestra cultura ni de nuestras costumbres. Y le aconsejo que no preste oídos a chismes, en especial cuando provienen de un hombre cuyo único propósito es vengarse por un mal que cree que le he hecho.

—¡Exacto! —rugió triunfante, aferrada a la oportunidad de anotarse otro tanto—. Esta noche, Bob Grafton buscaba venganza. De manera errónea, asumió que yo era otra conquista suya. Me imagino que quiso darle una cucharada de su propia medicina —levantó la barbilla con orgullo—. ¿Cree que me gusta ser abrazada y acariciada en contra de mi voluntad? Porque eso es lo que ha pasado. Bob me ha besado sin mi consentimiento, y me ha parecido tan indeseable y desagradable como cuando usted hizo lo mismo al conocernos.

—¿Y qué tal la segunda vez, jatáki mou? —Justin casi ronroneó al formular la pregunta, mas sus duros ojos estaban provistos de un brillo acusador—. ¿Le pareció desagradable cuando resbaló en las rocas?

—¡Mucho más! —lo espetó casi sin pensarlo—. Porque... —se detuvo cuando una oleada de color tiñó sus mejillas. Aquel segundo abrazo había sido mucho más inquietante.Al estar en un contacto tan estrecho con el poderoso cuerpo de Justin, a ella no le había quedado duda de que él la deseaba. Por supuesto sabía que esa reacción había sido más un acto instintivo que un propósito consciente, pero el recuerdo de aquel momento aún la perturbaba. La debilidad que había demostrado ese día, aún la avergonzaba y asustaba.

—¿Porqué se encontró atrapada entre el demonio y la profundidad del mar azul?

—Las dos fuerzas eran igual de amenazantes —se aferró a esa explicación, pues no deseaba pensar en los contradictorios sentimientos que experimentaba hacia el blanco griego, que la contemplaba ceñudo—. Sí, supongo que podría decirse así. Desde que vine aquí, usted me ha amenazado sin ninguna justificación. Esta noche me ha vestido como a una... una... querida... Luego me ha dejado sola en aquel ambiente que me era tan extraño, ¡y a merced del antiguo novio de su amiguita! Con franqueza, si alguien tiene que responder a una acusación, es usted, Justin... ¡y debe disculparse ante mí!

La mujer de nadie(terminada) Justin y tn_.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora