La mujer de nadie:Capítulo 32

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Hubo un momento de silencio antes de que ______[tn] hablara. —¿Y entonces le permitiste quedarse en tu apartamento? —empezaba a aparecer una luz de esperanza.

—Como solución temporal, mientras yo estuviera en Atenas. Cuando volví, la envié a un amigo mío que tiene un pequeño hotel. Él le proporcionó un buen alojamiento, a un precio muy razonable, como un favor para mí. Le prometí a Yana no decirle a Grafton en dónde se alojaba.

—¿Y todavía está ahí? —durante tanto tiempo creyó que Justin tenía una amante, que apenas podía dar crédito a sus oídos.

—Pues no, ya no —Justin sonrió—. Ha vuelto con Grafton... y está ocupada en el diseño de su traje de boda.

—¿Qué? —olvidaba su propia amargura, ______[tn] reaccionó con absoluto asombro.

—Un feliz resultado en el que tú tienes parte.

—¿Yo? —preguntó, incrédula.

—Sí —la contempló, divertido —. Yo no estaba de humor para interceder en favor de Grafton, pero tenía que alejarle de ti pues cada vez que os veía juntos, sentía que me corrían los celos —efectuó un ademán de desaprobación—. Además, Yana aún le amaba, a pesar de que decía lo contrario. Lo que deseaba era el matrimonio, no la separación, y no iba a contentarse con menos, así que había perdido toda esperanza de que Grafton alguna vez se lo propusiera.

—¿Le diste la dirección de Yana a pesar de haber prometido guardar el secreto?

—No, pero aquel día, cuando nos dejaste, Grafton me dijo que nunca dejaría de buscarla y que hasta era capaz de presentarse a mitad de la boda para interrumpirla. Entonces, pensé que las cosas ya habían ido demasiado lejos.

—¿Le dijo ella a Bob que iba a casarse contigo—______[tn] pensaba que Bob había mentido a ese respecto, debido a sus tortuosos propósitos.

Durante un momento en los ojos de Justin brilló el humor.

—Me temo que sí. Fue su manera de indicar que, a menos que él la amara lo suficiente como para ofrecerle un arreglo similar, nunca volvería a su lado. Así que —alzó una ceja con leve cinismo —, decidí que lo mejor que podía hacer, era permitir que el mismo Grafton le hiciese a ella la propuesta. Por lo tanto, le dije que si tenía algo bueno que decirle a Yana, debía ponerlo por escrito y que yo mismo le entregaría el mensaje —sus ojos miel lanzaron chispas—. Debió escribir una carta maravillosa... pero es lógico, ¿no? Después de todo él se gana la vida haciendo guiones.

—Pero... —______[tn] sentía que le daba vueltas la cabeza —. Pero tu me hiciste creer que ibas a casarte con ella... —le dirigió una acusadora mirada—. ¿Por qué?

—En realidad, nunca lo he afirmado, sólo he dejado que lo creyeras —emitió un suspiro —. Estabas determinada a pensar lo peor de mí, ¿verdad? Me habías catalogado como un insensible bruto ansioso por entregar a su hermana en matrimonio sólo para quedar en posibilidad de satisfacer sus propios intereses, y te odiabas por sentirte atraída por mí, a pesar de todo...

—¡Justin! —protestó con el semblante teñido de rubor, pero él no le prestó ninguna atención.

—Deseaba estar contigo, que compartieras mi hogar y mi país. Quería que nos conociéramos mejor... lo cual ha sido posible gracias a la invitación que Stephanos le hizo a mi hermana. Te causé una mala impresión desde el principio, debido a mis prejuicios e impaciencia, por lo que necesitaba hacerte ver cómo soy en realidad. Sabía que nunca accederías a quedarte a solas conmigo, a menos que tuvieras la certeza de que mi afecto estaba consagrado a alguien más. Por eso no te desengañé sobre los informes que Bob te dio de mí.

______[tn] sintió que un escalofrío recorría su espina dorsal al darse cuenta de lo bien que había captado él sus temores.

—Te has equivocado conmigo —su rostro estaba sombrío—. Las aventuras amorosas no me interesan. Nunca me han interesado.

—A mí tampoco —la rapidez de esa respuesta provocó en ella un gesto de cinismo. Podía aceptar que sus relaciones con Yana hubiesen sido de la mayor inocencia, pero Justin Bieber no era ningún célibe. ¡Eso lo daba por seguro!—. En serio... —prosiguió, con aires de ofendida inocencia—. De jovencito, después de ser iniciado en las artes del amor por una «amiga», admito que tuve varios amoríos. Pero cuando falleció mi padre, el negocio se llevó todas mis energías... y mi tiempo. Desde entonces, me he vuelto muy, pero muy selectivo —una vez más sus manos se levantaron hacia ella—. No niego que he tenido muchas amigas, pero la gran mayoría ha sido sólo eso... amigas.

—Pues yo también soy muy selectiva —______[tn] le cogió por las muñecas antes de que su manos alcanzaran su propósito—. ¡Y no te selecciono a ti, Justin! —le desafió con la mirada y alzó la cabeza con orgullo—. Cuando hago el amor con un hombre, es porque le amo, y no sólo por satisfacer un impulso físico —no obstante, era lo último lo que agitaba su cuerpo en ese momento, lo que la dejaba sin aliento y le producía un hormigueo en los senos. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para obligarse a ser firme—. ¿Podríamos volver ya a Renagia?

Dios mío, que Justin nunca adivinara la batalla interior que libraba y lo mucho que le costaba. Aún sin la complicación de Yana, en poco tiempo habían cambiado las circunstancias. El amar y luego huir nunca había sido parte de su filosofía. Durante muchos años su cabeza había gobernado a su corazón, y no era el momento de cambiar el hábito de toda una vida.

—¿Lamentaría algo si te dijera que te amo? —inquirió él con suavidad.

—¡No! —______[tn] rechazó la cruel insinuación con el desdén que se merecía—. No soy tonta como para creerte, Justin. Bien sé que ésas son las primeras palabras en inglés que cualquier hombre del Mediterráneo aprende, porque sabe que son las palabras crédulas que las turistas desean escuchar... la frase mágica que calma sus conciencias y las convence de que no son promiscuas cuando se entregan a tipos insensibles y lujuriosos —desvió la mirada—. Ya te lo dije.¡Yo no soy así! Por favor vamonos.

—Me desprecias — aseguró Justin con dureza—. Dios sabe que no puede culparte, ya que te he dado bastantes razones, pero te pido que trates de comprenderme. A lo largo de estas semanas has hecho que la vida cambie para mí. Desde el momento en que te vi, presentí que entre nosotros podría surgir algo especial —suspiró con exasperación, mientras ella permanecía sin moverse y trataba de controlar los rápidos latidos de su corazón—. Después, cuando descubrí quién eras, me puse furioso porque las circunstancias te ponían fuera de mi alcance; pues, ¿cómo podría cortejar a la mujer que iba a ser la acompañante de mi hermana? Y también, lo admito, temí que tus liberales puntos de vista pudiesen destruir la felicidad de Katina.

—Liberales... —pronunció la palabra muy despacio—. En aquel entonces me juzgaste muy mal —le dijo con calmada dignidad—. Y aún lo haces.

—Trata de entender un poco y de perdonarme —no hizo ningún intento de tocarla, pero sus ojos exigían atención—. Al principio tenía muy pocos motivos para pensar bien de ti. Escucha, ______[tn], voy a decirte algo que muy poca gente sabe... ni siquiera Kati —se apoyó en el respaldo del asiento antes de continuar con dureza—. El matrimonio de mis padres no fue feliz... y antes de que me lo preguntes, no, no fue concertado. Me imagino que mi madre había sido más feliz si así hubiese sucedido.

—Continúa —le alentó ______[tn] al hacer él una pausa, ya que ella era consciente del privilegio que se le concedía.

—Mi padre llegó, procedente del norte de Grecia, para arreglar algunos negocios aquí en Creta. Cuando vio a mi madre, se enamoró de ella al instante. No sólo era bella, sino también virtuosa. Se casaron y se la llevó a su lugar de origen —se detuvo un momento, con la mirada fija en el mar—. Fue un desastre. Mamá estaba acostumbrada a vivir en la isla, educada para ser una competente esposa en su ambiente. Al encontrarse fuera de Creta, sintió tal añoranza que, cuando ya estaba embarazada, mi padre la trajo, pero no sirvió de nada ya que, al no ser de mentalidades semejantes, no se comprendían. Entonces él se dedicó a las turistas y, en el placer que le proporcionaban, encontró un escape de la prisión que se había forjado para sí mismo. Después de que yo naciera, mis padres ya ni siquiera compartieron la cama.

—Pero... ¿Katina?

La mujer de nadie(terminada) Justin y tn_.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora