Capítulo Veintitrés.

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Mi bella danijusticiadeDios esto es para ti, ves que no era nada malo haha así que disfrútalo linda.

Ruth.

—Oh, pero si es mi hermosa hija— mencionó papá en cuanto estuve frente a él. —¿Cómo estuvo el paseo?

Mi padre supo lo del viaje por la mañana cuando logré conseguir señal, o mejor dicho cuando Matías me prestó su móvil al ser el único con buena cobertura en el lugar.

—Bien. Ramsés se divirtió mucho y yo conseguí relajarme un poco.

—Me alegra escuchar eso, cariño.— le sonreí.

Su estado de ánimo era más alegre que cuando estuve con él la última vez días atrás, y me alegraba verlo de aquella manera. Es un gran avance en su recuperación.

—¿Han dicho algo los doctores en mi ausencia?— pregunté tomando asiento en la silla que se encontraba a un costado de su camilla.

—Pronto me darán el alta. Según ellos podría ser dentro de los próximos días si no ven complicaciones, pero confío plenamente en Dios que saldré pronto de aquí.

—Amén, verás que Dios lo permitirá. — asintió, iba a responderme cuando su mirada se desvió a la puerta de la habitación y sus ojos brillaron de emoción.

—¡Muchacho, cuánto tiempo sin verte!

En cuanto pronunció la primera palabra, giré mi rostro con intriga como cual vecina vigilante de la vida ajena. El recién llegado se encaminó hasta él sin dirigirme la mirada un poco, desconocía si sonreía o no por la mascarilla que llevaba, pero por sus ojos podía ver una pequeña señal de que se encontraba haciéndolo.

—¡Mi querido señor Castro! El tiempo pasa volando, pero tú sigues igual de guapo.

¿Eh? ¿Qué se supone que está pasando aquí?

—Tan halagador, pero no es a mi a quien deberías halagar.— desvió su mirada hasta a mi.

Reaccioné de inmediato en cuanto Matías posó sus ojos sobre mi, aclaré la garganta y acomodé mi postura en la silla. La impresión que estaba dando era de seguro como la que das cuando estás en casa en pijamas, sin peinarte y sin ganas de nada por haberte pasado desde el día anterior haciendo un trabajo escolar. Sus ojos se toparon con los míos y no pude volver a identificar la sensación de electricidad que atravesó mi cuerpo.

—Al menos usted se lo toma de buena manera, pero le tomaré la palabra.

La cosa tonta que sentí se esfumó cuando noté el tinte malicioso en sus palabras y la burla en sus ojos. Él no era halagador, para nada, él solo sabía hacer de mi vida todo un enredo y aquello era darle más impulso y confianza. Lo sabía. Lo presentía. Incluso podía ver el futuro, ya, eso no es cierto, pero era el escenario que me estaba pintando mi imaginación en aquel preciso momento.

Si teníamos en cuenta toda la historia entre él y yo –no es que exista una cabe recalcar–, solo podías encontrar sarcasmo por todas partes y, a un hombre fastidioso que su único propósito era molestar y dar más dolor de cabeza a mi ya de por sí ajetreada vida, y a una chica que solo intentaba alejarlo de su vida.

Cada día me seguía preguntando cómo era que su hermana y sus amistades lograban soportar el carácter que tenía, yo ya hubiese salido huyendo. Bueno, tampoco era quien para hablar cuando de igual manera me cargaba un semejante carácter.

En fin, como suele decir Amanda: el cateto cuadrado de la hipotenusa. Siempre quise saber por qué insistía tanto en decir aquello cuando bien podría solo mencionar la palabra hipocresía y no crear una oración con elementos geométricos y hacerme saber cuán buena era en la materia.

Un Regalo De Dios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora