Capítulo Veinticinco (2)

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Recuerden lo que mencioné al final de la primera parte, pero de igual forma pido disculpas de antemano si no es lo que esperaban para esta historia.

Parte Dos.

No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
Romanos 12: 19.

Matías.

Esperaba no estar equivocado, de lo contrario podría arrepentirme el resto de mi vida.

No me tomó tiempo encontrarlo, un par de llamadas a personas que me debían favores y ya tenía su paradero en mis manos. Marco era fácil de encontrar, por lo que no tuve que esperar por mucho tiempo la respuesta con su ubicación.

El cielo de pronto comenzó a ponerse rojo lo que significaba que pronto caería la lluvia. Esto lo había aprendido en las visitas a la hacienda cuando era un niño, pues los lugareños decían que cuando el cielo nocturno se tornaba rojizo significaba que estaba por caer la lluvia, que caería por la madrugada o que amaneceria lloviendo. Al principio no les creía, pero luego de ver que tan efectivas eran sus palabras lo hice.

Desde entonces sigo creyendo que así es, solo deseaba que lloviera por la madrugada luego de haber encontrado a Marco y haber tenido una amena charla con mi progenitor.

Poco tiempo después llegué a uno de los hoteles con casino más lujosos de todo el país. No me llamaba la atención andar apostando hasta perder el dinero, pero conocía muy bien el edificio por los tantos eventos a los que había asistido durante toda mi vida desde que tomé el cargo de la empresa, la hacienda y el banco agropecuario. Era un hombre de negocios que debía asistir a infinidades de fiestas para lograr mantener la reputación en el mundo empresarial.

De vez en cuando le daba el mando a Guillermo mientras que yo arreglaba algunos asuntos con esas personas. Esa era razón por la que Guille era conocido como el presidente de RentCorp y no yo. Se me hacía el trabajo más fácil, suficiente con la hacienda y el banco.

Cuando éramos estudiantes de bachillerato, Guillermo y yo comenzamos un negocio de cuentas pagas. Alguien nos enviaba información con lo que necesitaba y nosotros lo hacíamos. Muchas veces nos tocó hacer trabajos demasiado sucios para dos adolescentes, pero como ambos estábamos lo suficientemente perdidos no nos importaba en lo absoluto. Al menos no hasta cuando Clara se enteró y quiso arrancar nuestras cabezas, supongo que fue cuando las cosas entre ellos dos comenzó a tornarse raras, ya no eran dos niños jugando sino dos adolescentes enamorándose.

Cuando encontré el área VIP del casino, busqué entre los presentes a un tipo canoso, de un metro setenta, y de contextura ancha. Mi padre a pesar de estar en sus cincuenta y tantos, de ser un adicto al alcohol y las apuestas, lograba mantener un cuerpo y físico de infarto para atraer a lindas mujeres que le dieran lo que quería, con un par de palabritas y una muestra de dinero lo conseguía.

Marco había estado casado unas tres veces durante los últimos quince años y divorciado en la misma medida. Toda una vida de perdición.

Cuando por fin lo encontré, no dude ni un segundo en llegar hasta él. Cuando notó mi presencia ahí, se levantó inmediatamente de su silla.

Mi corazón palpitaba como nunca antes, mi respiración era agitada y mis manos temblaban. Lo tomé por el cuello de su camisa hasta tenerlo a unos cuantos centímetros frente a mi cara. Mi visión era borrosa y todo mi raciocinio estaba nublado por la ira.

—¡¿Qué demonios le hiciste?!— grité.

Las personas que estaban a su alrededor se asustaron, incluso la chica que le acompañaba. Me asqueo de inmediato ver lo pervertido y asqueroso que era.

Un Regalo De Dios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora