Capítulo Trece.

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Ruth.

Las calles principales de la ciudad se encontraban atestadas en autos, la hora pico había llegado por lo que nos encontrábamos atracados entre tanto tráfico.

El hospital al que habían llevado a mi padre estaba alejado del lugar en el que trabajaba, por lo que nos tocó soportar la cantidad de personas que empezaban a salir de sus trabajos. Estaba acostumbrada al tráfico, pero ese día deseaba que no hubiera.

—¿No hay otra ruta?— pregunté, impaciente.

—¿No crees que la hubiera tomado ya?

—Solo estoy preguntando.

—Y yo respondiendo.

Bufé molesta, observando los autos por la ventanilla. La tensión se podía palpar, y las chispas podían verse saliendo del cuerpo de Matías. Quizá, él seguía molesto conmigo o yo aún lo seguía.

No importaba quien seguía molesto, la única razón por la que me encontraba ahí, en ese auto, compartiendo mi espacio con él, era porque mi familia me necesitaba además de que fue quien se ofreció voluntariamente a traerme hasta el hospital.

Agradecía aquel gesto de su parte.

Casi una hora después, cuando por fin pudimos llegar al hospital, no esperé hasta que él buscara un sitio en el cual estacionarse, le pedí que se detuviera frente a las puertas de aquel edificio.

Muchas personas se encontraban haciendo la fila para poder ingresar a ver a sus familiares, por lo que me tomó unos veinte minutos encontrar a un niño sentado en una de las bancas viendo su teléfono móvil.

Ramsés vestía su uniforme escolar, por lo que asumí que recién había llegado a casa cuando pasó. No comprendía por qué papá se encontraba en casa cuando personalmente le vi marcharse a su empleo por la mañana.

—¡Ramsés! ¿Dónde está papá? — en cuanto me vio se levantó de su silla y me rodeó con sus pequeños brazos.

—No lo sé. No me dejan entrar.

—¿Qué sucedió?— pregunté en cuanto le aparté de mí.

Sus ojos se encontraban rojos por haber estado llorando. La última vez que lo vi así, fue cuando nuestra madre falleció.

En aquel entonces estuvo deprimido por aproximadamente un mes, y su rostro tenía el mismo aspecto que esa vez. Debió haber sido demasiado para él cuando pasó.

—Llegué a casa como siempre, no sabía que papá estaba ahí. Me sirvió de comer, luego dijo que descansaría un rato, pero eso no pasó porque justo llegando que su habitación se desmayó. —sus ojos se llenaron de agua, mas no dejó escapar alguna—. Pensé que le había pasado algo cuando no reaccionó, incluso intenté hacerle reanimación y no funcionó. Llamé a una ambulancia y desde entonces lo han tenido allí dentro sin decirme nada.

—Iré a averiguar sobre él.

No me había dado cuenta de la presencia de Matías hasta cuando habló a mi lado.

—No, voy yo. No eres su familiar.

—Que no lo sea directamente no quiere decir que no lo aprecie como tal, además, Ramsés te necesita más que a mi.

No supe que responder, como siempre, se marchó en busca de alguna noticia dejándome con la palabra en la boca. Me di cuenta de que tenía por costumbre hacer aquello, algo que yo no soportaba.

Entre más convivía a su lado, podía notar la diferencia entre él y yo. O quizá no quería aceptar que teníamos cierto parecido el uno con el otro.

Un Regalo De Dios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora